PREGÓN DE LA CAPA 2019 en Rabanales 17/11/2019
(A cargo de Pilar Cisneros Sanabria, periodista y codirectora de la Tarde de Cope con Fernando de Haro, natural de Mahide, en la comarca zamora de Aliste)
Hoy es un
día grande para todo el que como vosotros y como yo amamos nuestra tierra
alistana. Tierra de jaras y brasas, de hielos y anhelos, de piedras y campos.
Con sus luces y sus sombras, con sus desvelos y sus conquistas.
Porque una
conquista es cuando un pueblo quiere salir adelante y entiende que para hacerlo
tiene que recuperar, cuidar, mimar y hacer presente el pasado.
Reinventar
el pasado para lanzarnos al futuro, así es como veo yo iniciativas como la
recuperación de la capa alistana. Un trabajo que durante años quedó en manos de
unos pocos héroes anónimos que supieron intuir la importancia de mantener esta
bonita tradición. Porque no estamos hablando solamente de una prenda de vestir
con su utilidad, que la tiene, sino también como símbolo de una cultura y una
forma de sentir y vivir típicamente alistana.
Juan
Gallego, nuestro recordado artesano de Bercianos, lo sabía y a él sobre todo le
debemos el estar hoy aquí todos reunidos en este acto de exaltación de la capa
alistana.
Y que suerte
tener la continuidad asegurada por artesanas como Rafaela Fernández de San
Vitero, digna sucesora de esta bonita labor y que podrá contar a sus nietos que
hizo una capa para el Papa.
Y esto no
acaba aquí por fortuna y hoy podemos decir que la mecha ha prendido y que más
hombres y mujeres quieren unirse a esta tradición simpar e incluso en mi pueblo
tenemos la continuidad asegurada con María Alonso, que ha abrazado con
entusiasmo el paño, la aguja y el hilo.
Gracias a
todos estos insignes artesanos y a los que vendrán y gracias a la Asociación
para el Estudio y la Promoción de la Capa Alistana (APECA) que ha sabido apoyar y hacer crecer este
trabajo silencioso de gente como Juan, Rafaela, María y también de mujeres como
la “Ti Prisca” a la que vemos todos los días en el pueblo con su “cayato” y sus
perros dando el paseo de cada tarde y después, vuelta a la lana. Y así te
queremos seguir viendo, cada día, cada tarde de charla en “la Quinta”, tu
barrio.
¿Os gusta
mirar las manos de la gente?
Mirad las
manos de Prisca. Fijaos en esas manos cuando os encontréis perdidos,
confundidos o perplejos ante la vida. Fijaos en esas manos que hablan solas,
que hablan más que muchas bocas, porque en manos como las suyas está la
sabiduría, la fuerza y el coraje de las mujeres alistanas. Manos que cardan y
enseñan, hilan y velan, tejen y cuentan.
Cuanto
trabajo detrás, cuantas horas de esfuerzo en el ayer y en el hoy para
confeccionar una prenda para huir del frío, la niebla y la helada. Puntada a
puntada, dejándote los ojos en invierno porque la luz en Aliste en diciembre
nunca parece suficiente. Tierra de grises, de sentimientos pardos, como la
propia capa, porque parda es la lana como la propia alma de los nacidos aquí,
en esta tierra alistana. Parda no por triste, no por tosca, un poco melancólica
sí, que la propia tierra, los hielos fuera de temporada que acaban con el
fruto, la lumbre que te quema las piernas y te congela la espalda, no te
prepara para ser la alegría de la huerta en los inviernos alistano. Parda no
por áspera, si no por fuerte, tenaz y recia. Parda no por oscura, si no por
caliente, amable y protectora.
Capa
alistana recuperada como bien inmaterial para el presente y el futuro, con
puntadas de fuerza, de cincel más que de aguja, de dedicación sin límites de
los nuevos artesanos que tejen y tiñen, que cortan y cosen, que diseñan y
prueban.
Y gracias a
todas esas manos, que cada vez son más la capa subsiste crece y nos va a
abrigar a una nueva generación de alistanos. Y nos arropará el cuerpo y nos
calentará el alma porque eso es lo que consiguen las prendas que son historia,
historia viva y no pasada, historia nueva de Aliste, de Aliste mi tierra, mi
tierra y no más.
Y mi tierra
y la vuestra es tierra de montañas y vegas, de ríos y fuentes, de regatos y zudas,
de pinos y chopos, de golondrinas y autillos, y mi tierra alistana es tierra de
ovejas y pastores. Y sí, por eso, es hoy un día grande para Aliste, porque es
un día importante para la capa alistana y para su exaltación en esta jornada
fría como la que ha amanecido hoy. Pero es mucho más que eso, porque hoy por
fin se cierra un círculo inevitable, perfecto, lógico y justo. Hoy es el día en
que la capa alistana vuelve convertida ahora en Capa de Honras a sus legítimos
dueños, los pastores de Aliste. Hoy se cierra un círculo, se paga una deuda y
como se dice en nuestra tierra, el que paga descansa.
En este
domingo de hielo la recuperación de la capa alistana cumple, más que nunca, con
su destino, desde que la Asociación comenzó a trabajar. Hoy recuperamos la capa
para Aliste, para Zamora, para el mundo, a través de sus legítimos portadores:
los pastores. Vosotros los pastores, como Jesús Vara con casi 90 años y toda la
vida dedicada al pastoreo, con la ayuda inestimable de su mujer Leonor y que
sigue echando una mano a su hijo Dámaso con las ovejas. Porque el pastor lo es
para siempre. Uno no se jubila nunca del rebaño.
¿Cuántos
pasos de tierra y jara llevas tus piernas Jesús? ¿Te imaginas que los hubieras
contado alguna vez? ¿Se te ha ocurrido echar la cuenta? ¿Un millón, 10
millones, 300 millones? Tú eres hoy el
máximo representante de un oficio lleno de amor, pasión y sacrificio.
Atento al
rebaño 24 horas al día, 365 días al año, sin vacaciones, ni relevo. Porque ser
pastor en Aliste es pastorear sin pausa y pastorear es caminar, escuchar,
pensar, luchar. Pastorear es contar, penar, reír, otear. Pastorear es espantar,
reunir, mirar…, en definitiva vivir, pero vivir de verdad, vivir sin prisa, sin
mirar atrás, sin tiempo, con espacio, con luz, con frío, con agua, con Sol y
con nieve.
Vida de
pastor, vida de Aliste. Todos llevamos sangre de pastor en Aliste. Todos. Mi
madre fue pastora 8 años. Mi madre, Irene, a la que muchos conocéis. Ella tuvo
suerte. Pudo estudiar hasta que cumplió los 14 años; pero justo entonces cuando
terminó la escuela mi abuelo la echó de pastora. Porque así es como se decía,
porque así es como se dice, echar de pastor. No era una elección, era lo que
había. Pastor, pastora.
El primer
día lloró sin parar. Todo el día, hasta que llegó mi tío Paco por la tarde a darle
el relevo. No fue una historia triste. Una vida dura, pero no la peor vida
posible en el campo de los años 50.
Lo mejor: el
trabajo al aire libre, la amistad de todos los jóvenes del pueblo cuando en los
campos no había ni dos, si no 30 o 40 rebaños. Tiempos de camaradería y charla
entre pasos y esquilas.
Lo peor: el
lobo, las tormentas, el frío del invierno, cuando en Aliste y en España el
invierno era un infierno de hielo y sobre todo, cuando llovía, mojada hasta los
huesos durante horas. Muchos de los que estamos aquí no hemos sentido ese frío
de cueva en la vida.
Eso y el
desconcierto de un día de niebla cerrada en la sierra cuando de repente ya no
sabes si vas para adelante o para atrás; para arriba o para abajo y sólo buscas
la manera de mantener las ovejas juntas hasta que escampe.
En esas
jornadas, frías, húmedas, grises, se deseaba, se ansiaba una prenda que
arropaba, abrigaba, te conectaba con tu casa y con tu hogar. La capa alistana
fue llevada ya no tanto por necesidad pero sí con orgullo por sus auténticos
embajadores.
Capa tosca y
casera en aquella época, pero capa al fin y al cabo. Capa cuando la había
porque a veces sólo llevaba la jerga. Nadie como los pastores pueden merecer
más la imposición de la Capa de Honras Alistana. Porque es vuestra, porque os
pertenece por derecho. Que la capa alistana haya llegado hasta aquí y ahora
podáis llevarla con honores no ha sido de casualidad, ni por un milagro. Llega
porque hay una serie de personas que han puesto su empeño en que no se pierda y
eso es lo que quiere la Asociación con jornadas de exaltación como ésta, para
que las nuevas generaciones sepan cuáles son sus raíces. La capa como símbolo
de lucha contra el olvido de nuestros
oficios, nuestros trabajos y nuestra lucha contra el fantasma del abandono y la
despoblación.
Permitidme
expresaros mi preocupación también por nuestro futuro. No pesimismo, pero sí
desconcierto, incertidumbre por lo que vendrá, por ejemplo la propia profesión
de pastor. ¿Cómo la ves tú, Jesús? Visto desde la ciudad, desde la soberbia a
veces de los que vivimos allí, lo de ser pastor se ve como algo bucólico,
romántico, bello, algo que nos conecta con la naturaleza y con el mundo animal.
Y es cierto que tiene esa parte, pero sólo vosotros sabéis todo lo que hay detrás:
jornadas eternas, 24 horas pendientes del rebaño, sin fiestas, sin días libres,
sin vacaciones.
¿Quién
quiere ser pastor hoy en día? Y la gran pregunta: ¿desaparecerán los pastores
de las tierras de Aliste? ¿Desaparecerán los pastores, los niños, las escuelas,
desaparecerán los médicos, las farmacias, desaparecerán los cantos y las
alboradas, la “sementera” y los tamboriles?
La
despoblación seca y extingue los pueblos castellanos y los de Aliste son un
ejemplo de ese temor y aunque todavía vivo, el latido de esta tierra es como el
de un corazón cansado. Es cada vez más débil, un corazón que late a ratos, que
late a golpe de fiestas de verano, puentes y Semana Santa. Nos guste o no, no
nos vamos a engañar, somos paradigma de la España olvidada, de la España
vaciada.
Me preguntan
a veces qué pienso cuando los políticos hablan de los problemas de la España
vacía y ahí sí que me sale de lleno el carácter alistano y sólo acierto a
encoger los hombros. Soy escéptica. Hablar de la España vaciada está muy bien,
por fin entra en las conversaciones y en los programas de la política nacional,
pero permitidme que ponga cara de: “palabras, palabras, palabras, pero… ¿Dónde
están los hechos?
Vivimos un
drama. Nos estamos jugando la desaparición in no trabajamos juntos para que eso
no ocurra. Los primeros que tenemos que creer en nuestra tierra y en sus
posibilidades somos nosotros mismos. No dejarnos llevar por la desesperación y
la resignación. Hay que desterrar de nuestro vocabulario el “eso es lo que
hay”, “¿quién va a querer venir aquí? Y el “si viene, algo malo querrá”.
Ya no
tenemos tiempo ni para la desconfianza. El reloj (tic, tac, tic, tac) sigue con
la cuenta atrás y la naturaleza hará el resto si no trabajamos para cambiar las
cosas.
Hoy vemos
que “Teruel existe” y Zamora ¿no existe? ¿No existe Aliste? Hay esperanza.
Tiene que haberla. Aunque los políticos la mitad de las veces no saben de lo
que hablan porque no nos conocen, lo cierto es que la despoblación y el
concepto de la “España vaciada” han entrado en los programas, en la declaración
de intenciones y hay que aprovecharlo. Pero no podemos dejar que se les olvide.
Tienen que oír nuestras voces, porque no es verdad que no tengamos nada que
ofrecer. Sólo necesitamos un poco de ayuda, un impulso hacia el futuro en forma
de buenas carreteras, más transporte público y más rápido, mantener a toda
costa las escuelas, los médicos, las farmacias y que lleguen de una vez por
todas las nuevas tecnologías. Internet es hoy en día un derecho primordial
Todos esto tienen que venir de fuera, de la administración regional y nacional,
pero también desde dentro, desde nuestro propio corazón alistano. Tenemos que
aprender de una vez por todas a valorar lo nuestro y a saber venderlo.
Fijaos en la
profesión de pastor. A los pastores que hoy honramos con las capas. Debería ser
la profesión de moda.
¿Cuál es una
de las tendencias más claras del mundo en el que vivimos? La protección del
medio ambiente, la sostenibilidad del planeta, la lucha contra el cambio
climático… Dentro de pocos días se celebra la cumbre del Clima en Madrid. Tanto
que se habla de ecología, ser pastor es probablemente la profesión más
ecológica y sostenible que existe. ¿Por qué entonces las nuevas generaciones no
quieren ser pastores? Porque habrá que hacerla sostenible con las nuevas formas de vida de la gente joven: claro tiene
que haber negocio, sí, mayor productividad, pero también más servicios, más
descanso, más ocio y esto sólo se consigue con la introducción de las nuevas
tecnologías. Las nuevas tecnologías tienen que estar en el campo, también para
los pastores, especialmente para los pastores.
¿Sabéis que
con una buena conexión de internet yo podría, a día de hoy, hacer mi programa
de radio de cuatro horas, desde el campo de Gallegos todos los días y que
ninguno de vosotros notaría que yo estoy en Aliste y Fernando de Haro, mi
compañero, está haciendo el programa desde Madrid? Podría cuidar un rebaño de
ovejas a la vez que presento La Tarde. Eso sí, con un poco de sonido ambiente,
de balidos de ovejas y con la ayuda de unos buenos perros, claro. Luego estará
mi elección personal si quiero vivir aquí o en Madrid, pero lo importante es
tener esa opción, que los jóvenes la tengan, que no se encuentren en un
callejón de salida y eso sólo se consigue con la modernización de las
infraestructuras y las nuevas tecnologías. Hay que seguir exigiendo todo lo
nuevo para nuestra tierra mientras seguimos guardando, recuperando y relanzando
las tradiciones centenarias. La capa alistana es símbolo de todo esto. Cientos
de años de tradición ahora recuperada por manos artesanas para que sirva de
catapulta hacia adelante, a otro tiempo, a otro mundo, pero desde aquí, pisando
tierras alistanas.
Por esta
mezcla de tradición y futuro, de pasado recuperado y modernidad, la capa se ha
impuesto a personas que han trabajado para mejorar nuestra tierra desde las
artes y las ciencias. Y también ha sido fantástico ver con la capa alistana a
personalidades de relevancia extraordinaria como el Papa Francisco, Mariano
Rajoy o mi querido Carlos Herrera. Todos
se la merecen, todos han honrado nuestra capa y con ella nuestras tradiciones,
pero de lo que estoy plenamente segura es que nadie la va a llevar con más
orgullo, amor, dedicación y elegancia que aquellos a los que le pertenece por
derecho: los pastores de Aliste.
Que llevéis la capa como sabéis, con
la cabeza alta, con vuestro paso firme pero pausado, con vuestra sensatez y
buen hacer por los campos y sierras de Aliste y siempre más allá, más allá,
hacia el futuro y hacia la esperanza de nuestra tierra alistana.