La olvidada poeta alistana Margarita Ferreras
La escritora vivió sus primeros años en Alcañices y frecuentó de joven, ya establecida en Madrid, los ambientes literario de la época, que giraban en torno al Ateneo de la capital.
Eran de Alcañices sus padres, su abuela paterna y su abuelo materno; de hecho, los
Lorenzo aún subsisten en la capital alistana. Su padre era interventor de Hacienda
destinado en Palencia. Su madre, Abelisa Lorenzo, había obtenido el Diploma de
Honor escolar en 1878. La plaza que lleva hoy su apellido no lo es por ella sino
por su tío, el periodista y político José Ferreras Toro (1839- 1904).
Como ha desgranado Fran Garcera en su entrada sobre la poeta en el Diccionario biográfico
de la Real Academia de la Historia, Margarita vivió en Alcañices los primeros años
de su vida, ya que a la muerte de su padre se trasladó a Madrid, donde vivía la
familia de su tío José Ferreras. De su investigación son los datos que desglosamos
a continuación, a los que añado reflexiones y algún dato adicional.
En la capital frecuenta, movida por su inquietud intelectual y la voluntad de prosperar,
los círculos artísticos de la España de bonanza posterior a la primera Guerra
Mundial, haciéndose una más en la noche cultural y social madrileña. Fue alumna
de la Residencia de Señoritas de Madrid. Frecuentando los ambientes teatrales
conoce a Álvaro Retana, quien en 1918 le dedica su novela Ninfas y satiros, y
en 1928 intenta protagonizar el Amor de Don Perlimplín de Federico Garcia
Lorca.
Su presencia fue habitual en los eventos culturales de la capital, que tuvo uno
de sus epicentros en el Ateneo de Madrid, frecuentando a la generación del 27,
especialmente a Manuel Altolaguirre, Benjamin Jarnés, Luis Cernuda y Francisco Ayala.
También estuvo muy activa en los ambientes intelectuales feministas, especialmente
el Lyceum Club Femenino (1926-1939), siendo amiga de Ernestina de Champourcin, María
de Maeztu, Josefina de la Torre, Maruja Mallo o Concha Méndez. Fue la
denominada Edad de Plata (1902-1939) de la cultura española.
Ala brillante
investigación de Garcerá puedo añadir el dato de que en 1930 su residencia
estaba fijada en la calle de Miguel Ángel, número 17, de Madrid, como se
evidencia de una denuncia policial que interpuso por el robo de una pitillera y
un encendedor, ambos de oro. También el dato de que en 1939 residió en la calle
de Calderón de la Barca, número 1, de Murcia, desde donde confió sus enseres
entre 1939 a 1941 a la empresa de Fernando Gil Stauifer, de Madrid, que acabó denunciándola
por impago. Y, finalmente, que 1942 otro juzgado de Madrid saco a pública
subasta los enseres que tenía depositados en una caja del Banco Hispano
Americano en Madrid, ciudad en cuya calle de Atocha se había vuelto a empadronar en 1940.
Margarita Ferreras era una persona adelantada a su tiempo. Mujer en un mundo
cultural dominado por hombres, persona de provincias en una España centralista
y feminista antes de que el sufragio femenino fuera aprobado en 1931. En Madrid
frecuenté con su amistad a los grandes autores del período de entreguerras,
entre ellos Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca,
aunque también a personalidades como Gregorio Marañón o Manuel Azaña. Estuvo
afectivamente vinculada al infante Fernando de Baviera. Su carácter
contracorriente y contracultural, de auténtica pez en tierra, afectaron
seriamente a su salud, teniendo que estar temporalmente ingresada en un psiquiátrico,
situación que se agravaría aún más con la tensión social de la Guerra Civil
hasta derivar en una psicosis.
En 1964 la Dirección General de Beneficencia y Obras Sociales comunicó a la Junta
Provincial de Beneficencia de Zamora la concesión a Margarita Ferreras del
auxilio de enfermedad por encontrarse permanentemente incapacitada para el
trabajo a causa de su dolencia, entonces incurable, lo que conforme al Decreto
1315/1962 la Junta comunicó al Ayuntamiento de
Alcañices como lugar de
residencia de la solicitante. Que estuviera viviendo allí, o que estando en
Zamora o Madrid firmara como residente allí, es una incógnita, así como el
lugar de su sepelio, probablemente consignado en el expediente 557/63 que
actualmente se custodia en el Archivo General de la Administración.
Hace apenas dos años, en su artículo “Noticia de una olvidada Margarita Ferreras”,
se lamentaba Luis Antonio de Villena del olvido de la autora. Alcañices tiene
ahora la oportunidad de sacarla de ese lugar, leer públicamente sus poesías,
animar a estudiarlas en el IES Aliste, dedicarle una calle e, incluso, llevar allí
sus restos para darles el relieve que merecen y de esa forma realzar aún más la
villa. Solo así se hará realidad el que <<No moriré mientras tú vivas. /
Desesperadamente / mis raíces se alargan. / Eres agua y te busco. / Me revuelco
como un pez en la tierra / cuando tú pasas».
Sergio Rodríguez López-Ros
Director del Instituto Cervantes en Milán
Domingo, 23 de diciembre de 2018. LA OPINIÓN DE ZAMORA "DOMINICAL"