domingo, 25 de febrero de 2018

UN PASEO ENTRE MAHÍDE Y POBLADURA, EN EL CORAZÓN DE LA SIERRA DE LA CULEBRA (ZAMORA)

Bellos paisajes, aire puro y viejos molinos en este tranquilo paseo por las orillas del río Aliste entre las localidades de Mahíde y Pobladura.

Molinos de Aliste

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Entre las delicias etnográficas de las que todavía es posible disfrutar en comarcas con tanta personalidad como la de Aliste, en las faldas meridionales de las zamorana Sierra de la Culebra, se encuentra la ristra de molinos tradicionales que han venido toreando el tiempo y las corrientes hasta llegar a nuestros días. En un territorio marcado por la despoblación y una relativa abundancia de arroyos y pequeños ríos, muchos de ellos puramente estacionales y con sus nacederos en las faldas de la sierra, los molinos alistanos constituyeron en el pasado un pequeño ejército molar dispuesto a pasarse por la piedra todo tipo de materias primas que se prestaran a ello. Aquí, como en todo el mundo rural, la molienda era uno de los motores económicos más importantes y el funcionamiento de los molinos, vital para la supervivencia de hombres y animales.
Río Aliste entre Mahíde y Pobladura. Comarca de Aliste. sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Río Aliste entre Mahíde y Pobladura. Comarca de Aliste. sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Su introducción en la Península viene de la mano de los árabes, si bien es en la Edad Media cuando su funcionamiento se organiza como un valioso monopolio en poder de los señores feudales, que así regulaban a su antojo una de las herramientas de necesarias para la supervivencia de sus deudores.
La mayoría de los molinos que hoy salpican las riberas de la comarca de Aliste, Tábara y Alba fueron levantados a finales del siglo XIX y principios del XX, siguiendo una estructura constructiva y un sistema de funcionamiento que perduró de manera invariable durante siglos. La variante más común en esta comarca es la conocida como ‘de rodezno’.

EL PASEO

Mahíde de Aliste y Pobladura son dos localidades alistanas unidas por el discurrir del río Aliste, que vertebra y da nombre a la comarca. De la una a la otra median 4,5 deliciosos kilómetros de ribera bien aderezados de pequeños molinos tradicionales, sotos frescos, densos robledales y castañares tupidos. Una delicia que sólo enturbia la contaminación que en algunos recodos se recoge formando espumas.
Río Aliste entre Mahíde y Pobladura. Comarca de Aliste. Sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Río Aliste entre Mahíde y Pobladura. Comarca de Aliste. Sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
El paseo puede arrancar en la localidad de Mahíde, con una arquitectura tradicional que merece también atención. El recorrido por sus calles, primer capítulo de este viaje con regusto etnográfico, debe buscar la orilla izquierda del arroyo de la Sobacanapara alcanzar enseguida las huertas más cercanas a la población y el inmediato pontón que, a un paso todavía del pueblo, salva el río Aliste muy poco antes de que ambos confluyan. Una vez sorteado, el camino bordea las tapias de las huertas aledañas mientras corre en paralelo a la carretera, que va por el lado izquierdo, y el río Aliste, que discurre por su derecha. Desde el pontón, en unos 600 metros, y tras atravesar una mancha de viejos robles, se alcanza el área recreativa de la Rebotina, acondicionada con mesas y una fuente. Además de un puente también se descubre junto a la orilla el molino de Ramos, primero de la paseata. Sin cambiar todavía de orilla, el paseo continúa a través de la arboleda, corriendo en paralelo al Aliste hasta bordear un corro de viejos tocones, restos de la tala con la que se limpió una mancha de castaños enfermos. Unos metros más abajo el sendero topa con otro pontón. Es el momento de cambiar de orilla y girar inmediatamente a la izquierda, bordeando una tapia desde la que saludan varios espantapájaros. Se inicia así el tramo más complicado del paseo. El sendero se desdibuja en algunos puntos si bien basta seguir, en ocasiones muy pegadas al mismo río, las trochas de jabalíes y pescadores que corren entre las escobas río abajo. Es el tramo de 400 metros que media hasta alcanzar el límite con el término de Pobladura, desde donde llega una buena pista agrícola que ya se sigue, sin cambiar de orilla en ninguno de los pontones que salen al paso, hasta alcanzar la localidad.
 Molino junto al río Aliste cerca de Mahíde. Comarca de Aliste. Sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Molino junto al río Aliste cerca de Mahíde. Comarca de Aliste. Sierra de la Culebra. Zamora. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
EN MARCHA. A Mahíde de Aliste puede llegarse desde Benavente por la A-52, tras tomar la N-631 en Rionegro del Puente y la ZA-912 cinco kilómetros después.
EL PASEO. Sin señalizar ni desniveles, es de fácil realización excepto en un tramo de 400 metros en el que han de seguirse las trochas que corren cerca de la orilla del Aliste. Entre Mahíde y Pobladura median casi 5 km que se realizan en unos 50 minutos. La ida y la vuelta pueden hacerse por el mismo camino, también en bicicleta de montaña.
CROQUIS DEL PASEO

EL PASEO EN WIKILOC
Powered by Wikiloc
QUÉ VER. Pobladura y Aliste son dos localidades con una marcada personalidad arquitectónica. En Pobladura, además, puede visitarse la iglesia, del siglo XVII o el Museo de Heráldica de Alejandro Crespo, escultor con más de 500 escudos heráldicos tallados en piedra de Villamayor.

martes, 20 de febrero de 2018

AVISTANDO LA MAYOR PARTE DE ALISTE

AVISTANDO LA MAYOR PARTE DE ALISTE, DESDE LA CORONA EL CASTRO DE TOLILLA Y SU SIERRO, Y DESDE ESA  CORONA  HASTA  LA  RAYA  DE RABANALES, FRADELLOS Y TOLILLA  EN EL CARQUEISAL (CARQUEJAL) Y EL MONTE MARQUÉS.
Por Simón KATON ÁLVAREZ.

Recordado, pensado y escrito, desde el escritorio de mi casa, en el Barrio de Almagro de la ciudad de Buenos Aires (Rep. Argentina), con vistas imaginarias a las que fueran reales allá por los años 38-46, en mi condición de escudero de mi Madre, primero, y pastor y/o arador de sementeras, después. Siempre con referencia al mes de Octubre de cada año, que era el mes ideal para observar y ver la mayor parte de Aliste, desde esa atalaya del Castro y de su empinado Sierro, donde las nieblas de la madrugada de la Comarca ancladas en el curso de agua de sus Ríos, hasta que las fuerzas térmicas de los rayos solares las disiparan en la media mañana; y a eso de las 9 a 10, el contrafuerte  algo combado de la Comarca, la Sierra de la Culebra, le daba una acústica especial a los Campos y Valles que surcaban las Riberas del Río Aliste, donde ruidos de carros, silbatos y chirridos de lejanos trenes con sus humaredas y crujidos, y repiqueteos de campanas de los pueblos que se confundían entre sí, sin precisar origen,  llamaban a la Misa de  los días Domingos a los fieles, para hacer un alto en el camino de descanso y reflexión.
A eso se agregaban, además,  los soplidos con resuello de las máquinas de vapor de los trenes de carga con sus humos entreverados, que en traqueteos sobre las vías, producían ruidos y sacudidas variadas, que llegaban atrasados a los oídos – sólo a la velocidad del sonido –, cuando maniobraban en las playas ferroviarias, o alguna formación de carga iba hacia los confines de Sanabria-Orense, donde estaba los túneles, que tanto costaron perforar en ese Ferrocarril en construcción de Zamora / Orense, en su tramo Alistano de Abejera-Riofrío-Sarracín-Cabañas-San Pedro las Herrerías-su Ruta a Sanabria y +.
Como dije, esa acústica mañanera de ruidos de mediados de Octubre de cada año, que rebotaban en las paredes pétreas de la Sierra la Culebra, con sólo mirar, ver, observar y prestar atención en el oír, daban unas sinfonías campaniles, con mezclas de ruidos de carros, soplidos de tren con sus humaredas; y en muchos casos, por las barrancas de Sarracín o Cabañas, los todavía humeantes residuales de los incendios de la Sierra, que se hacían presente casi todos los veranos, por aquellos matorrales y plantaciones de pinos, a pesar de los cortafuegos que el Servicio de Montes venía ensayando desde años atrás; que en algunos casos, visto así a la distancia, el humo nublaba la Peña el Burro que en perspectiva se veía desde ese Sierro de Tolilla, o de otras alturas despejadas mirando al Norte. Peña de referencia, para calcular la hora del mediodía (con sus menos y sus más), los días de sol, que coincidía cuando la sombra de uno (del observador), enfilaba derecha con la figura del Burro (sin la cabeza, se veía sólo del pescuezo hacia atrás), que en términos de distancia media desde  Tolilla, en línea recta aérea, andaría alrededor de los 20-22 kilómetros. NOTA A LA PEÑA EL BURRO: Allá por Junio de 1938, en el viaje con nuestras respectivas burras, Negra y Cardona, mi abuelo Simón y yo fuimos a la Feria de Villardeciervos a vender gurriatos (lechones de meses), que era una feria especializada para este tipo de ventas; y por el sendero de peatones y caballerías (estrecho, pedregoso, zigzagueante, con grandes subidas y violentas bajadas rellenas de piedras duras, alargadas y afiladas, como alfombra móvil sin sustento), que cruza la Sierra de la Culebra, en la parte de la cumbre, había un enorme peñasco que mi abuelo me señaló como la Peña el Burro, que en nada se parecía a la figura perfilada desde la distancia, que además se asociaba para la forma, con otros peñascos de las inmediaciones separados los unos de los otros en planos diferentes, pero que a kilómetros de distancia (los 20-22 kilómetros expresados), la superposición visual de todos configuraban la famosa Peña, entre los término de Cabañas y Sarracín en la cima de la Sierra.
Al bajar hacia Villardecirvos – más al Norte, cruzando la Sierra, hacia el Valle de Tera, pero en la zona de la Carballeda del partido de Puebla de Sanabria –, en esa pendiente pedregosa y resbaladiza, a la vista de Ferreras de Arriba, las burras para no caerse, en forma instintiva, debían  agacharse sobre las patas de atrás. Y a propósito, en una parte de esas bajadas en la Sierra, había unas matas de “madroñeros silvestres” cargados de madroños algo maduros (que a mí no me gustan demasiado, pero tenía hambre), y yo agarré unos puñados, que luego lavé en un arroyo (lleno de truchas), que corría en la base de la Sierra, camino de Villardeciervos.
La Atalaya de observación del Castro, y a lo largo de la Cumbre de su Sierro,  hacia el Noroeste, en las medias mañanas de esos días serenos  de mitad de Octubre de cada año, cuando la Comarca de Aliste potenciaba su claridad visual, y era caja de resonancia de múltiples ruidos, incluidos los repicares de las campanas de las Iglesias de los Pueblos llamando a la Misa de los Domingos:
Desde la Corona del Castro: Desde la Corona de este Monte, que simboliza a Tolilla de Aliste, la visión del panorama hacia el Noreste y Sureste es espectacular en cuanto a cerros y vaguadas de Río y Arroyos. Del Noreste hacia el Sur y Sureste, primero se ve el gran cerro longitudinal que se interpone entre Flores y Tolilla, ocultando de la visual a Flores; luego viene la depresión lejana del Río Mena, por término de Lober  y Flores camino del Río Aliste.Y más de cerca, mirando al frente, se visualiza la zona urbana del pueblo de Lober de Aliste en totalidad, y gran parte de su término, colindante con Tolilla y Mellanes;  y en giro, Sur Suroeste, a la distancia el alto Cerro longitudinal de Mellanes, que expresa la hondonada del Río (Mena) y sigue hacia la Majadona de Rabanales. En zona más cercana, todo el término de Tolilla limítrofe con Lober,  hasta el Gran Cerro de Mellanes (que oculta el Pueblo), desde la Marra de Lober,Tolilla y Mellanes, en las cercanías del Camino a Ceadea de Aliste, con una vista especial y completa del Campo de Tolilla, el caserío urbano del Pueblo (Tolilla), con identificación concreta de casas y anexos, y todo el recorrido del Mena y sus Riberas por Tolilla, desde el ingreso por la Raya de Mellanes, hasta la salida por la de Lober, con todos los plantíos y alamedas (de Chopos y especialmente los naturales Alisos que enmarcan al Mena en toda la Ribera de Tolilla), cortinas de secano y huertas de riego. Y cuando en invierno llovía mucho y llegaban las riadas, desde la orilla de esa Corona (del Castro), se observaba cómo el agua del Río cubría toda la superficie de las Huertas, Calzadas (de Arriba y de Abajo), y con qué grado de urgencia había que llevar a casa vacas y ovejas (cuando estaban del lado Noreste del Río) en razón del paso libre de agua de los alrededores del Puente de Piedra de Arriba (La Puente de Arriba), tanto de la subida del lado del Camino de Rabanales, como de la bajada del mismo por la Puente, en el tramo de la calzada de la Pradera del Ejido hacia las Cortinonas;  pues el paso de la Puente de Abajo – previo y posterior -, se inundaba con el agua del Río desbordado con anterioridad, al estar en nivel más bajo que el de la Puente de Arriba. De ahí, que si las haciendas venían del lado del Carrascal, por los Camino de Flores y Fradellos y sus enlaces, había que hacer el Camino de Rodera de la Base del Castro, hasta la cañada de la Güera (Huera), hacia la Puente de Arriba, y por ella llegar al Pueblo, subiendo por el Camino de las Cortinonas, y entrando por Arriba el Pueblo, aunque se viviera en la parte de Abajo, donde la inundación vedaba la entrada.
El Mirador del Sierro: La visión del Aliste profundo, la de los Valles y Riberas del Río Aliste, es la que se hacía a partir de la Cumbre de Urrieta los Chiqueros- Urrieta el Agua-El Carqueisal (Carquejal), en especial desde este último. Y la visión, más cercana o más lejana de los núcleos urbanos, era más o menos en este orden: Flores, Valer y Abejera, invisibles por los Cerros que se interponían e impedían la visión;  Fradellos, a pesar de la cercanía, apenas se divisaba una pequeña punta. Si se visualizaban, mejor o peor según la distancia: Bercianos , Riofrío, San Vicente, Palazuelo, Campo Grande, Sarracín, Cabañas, Las Torres de Aliste, Pobladura,  Mahide,  San Pedro de las Herrerías. Del lado Suroeste, apenas una parte de Mellanes, por el paso de la garganta del Mena, sí se veía Ceadea y Arcillera, y se adivinaba Vivinera. Rabanales se ocultaba, de la misma forma que Grisuela y San Vitero, tapados por cerros cercanos, en cuyas laderas opuestas, estaban los asentamientos urbanos.
De todo ese lateral izquierdo de Aliste, de Ceadea al Castro de Alcañices, aunque se adivinaban los Pueblos (Moveros, Brandilanes y el Castro) los mismos no se veían; y desde   la zona del Centro Oeste Alistano, en una línea imaginaria de Sur a Norte partiendo de: Alcañices- Matellanes- San Juan del Rebollar- San Vitero- San Cristobal- Gallegos del Campo- Figueruela de Arriba y Flechas, las urbanizaciones de los pueblos desde el término de Tolilla no eran visibles. Como tampoco lo eran desde las atalayas de Tolilla todos los cercanos a la Raya de Portugal, tales como: Santa Ana- San Mamed- Latedo- Alcorcillo- Sejas de Aliste- Tola- Rábano- Ribas- Trabazos- Nuez- Viñas- El Poyo- San Blas- Vega de Nuez- Moldones- Figueruela de Abajo-  Villarino Manzanas- Riomanzanas- ,etc.
De cualquier manera las vistas y sonidos más espectaculares, por la Sierra, por la Peña el Burro, por los incendios,  y por los trenes, sus maniobras, sus silbatos, sus ronquidos y chirridos de arrastre y golpes de toques entre vagones, en armados y desamados de convoyes, eran las zonas entre Sarracín y Cabañas; y más especialmente, en el primer tramo entre Cabañas y San Pedro de las Herrerías.
Hay que destacar especialmente, que los sonidos, a una distancia media de los 18-20 kilómetros, dado que la velocidad del sonido es de unos 340 metros X segundo a una temperatura de 15º C, en los 19 kilómetros de distancia, el sonido tardaba en llegar al oidor o escuchante, unos 55,9 segundos: (19.000 metros de distancia / 340 metros X segundo = 55,88 segundos – casi un minuto-).
De ahí, que se vieran primero los resuellos de las locomotoras, por los penachos de humo, antes que llegaran los sonidos de sus pitos, bocinas o sirenas. Incluso los chirridos y topetazos de vagones, en el momento de recibir el audio por el observador,  ya no respondían a la instantaneidad de la vista que se adelantaba al sonido. Y de la buena vista estoy hablando; de aquella que yo tenía en aquellos jóvenes ojos, que casi podía asegurar de “encontrar la aguja en el pajar”, como reza el dicho, tanto en la corta y media distancia,  como en las lejanías.
Y de paso contarles, que la visión de los campos de Aliste en primaveras con buenas lluvias, era maravillosa; tanto para la vista en sí, como en contemplación de la Madre Naturaleza, con la perspectiva de optimismo que anidaba en los espíritus de los vecinos alistanos, que ya veían en cercanías el balance de un año de trabajo, esfuerzos y sacrificios, para conseguir los equilibrios de la “subsistencia”.
A modo de ejemplo, basta señalar cuando ya en tiempos del verano caía alguna lluvia, sobre las praderas agostadas y sedientas: Todas las praderas de Aliste, incluidas las de Tolilla, en sólo un par de noches eran capaces de llenarse de tupidas alfombras de “Manzanilla”, que era la más adecuada para las frecuentes infusiones como colagogo y  colaborador digestivo, incluso para el lavado de los ojos con su agua cuando andaban colorados y legañosos (también se usaban el agua de rosas y las flores de malva con unos granitos de sal gruesa disuelta, y otras veces con una pizca de ácido bórico).
Yo, durante mi oficio de Pastor de Marzo de 1943 a finales de 1945, en esas tres primaveras, no tuve suerte con las lluvias. La del 43 ya fue seca, la del 44 algo más, y la del 45 fue desastrosa, pues se secaron la mayoría de las Fuentes, y los pastos para vacas y ovejas casi inexistentes en esas tres primaveras .Salvo la ferrada del Campo, la Fuente oficial de Tolilla, y la de la Poza de las Fontaninas, el resto se secaron, aunque muchas de ellas se recuperaron desde el Otoño / Invierno del 1945, y la Primavera de 1946 – este último de una buena cosecha, tanto de cereales, cuanto de hierba de los prados y abundantes verduras, legumbres y patatas –.
Y esto de las sequías seculares, para mí ha sido un caso paradójico: ”Mis principales angustias existenciales, durante mi Vida en Aliste, luego de las preocupaciones por la buena Salud de la Familia Nuclear, fueron las sequías, pues desde muy niño llegué a comprender la importancia  que tenían las lluvias y el agua, para la alimentación de la hacienda y la humana en Tolilla de Aliste, y por extensión a todos los pueblos a la redonda. Dado que memorioso como he sido, seguro que llegaba a captar e incorporar las preocupaciones de los mayores, en los años de sequía, que eran frecuentes”. Y acá viene la paradoja: “Por las circunstancias políticas negativas que afectaron a la Familia, a partir del Golpe de Julio de 1936, tuve la necesidad de emigrar a la Argentina en Abril de 1951, de manera que con todo el dolor que significa el desarraigo familiar, esa angustia por la salud de la Familia, pasó a un grado inferior. Y en la Argentina, aquella angustia de preocupación por la lluvia y el agua, literalmente desapareció, al estar totalmente fuera del hábitat del sistema agrícola / ganadero de Aliste, y sin participación alguna – directa o circunstancial – en este tipo de actividades en Argentina; aunque las del mismo nombre en Argentina, tienen una dimensión y envergadura tan grande, que no se pueden comparar con el minifundio alistano”.
Argentina, de Norte a Sur, en su parte continental, tiene una longitud en línea recta aérea de 3.700 kilómetros. CLIMA:Subtropical, Templado, Medio y Frio. Una superficie (continental) de 2.780.400 Km2 = 5,5 veces España ( con las Islas Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla, incluidas). Unos 43.000.000 de habitantes (estimados), y un territorio (salvo en la Cordillera de los andes), llano y fértil, con ríos caudalosos y navegables, y una costa marítima (continental) del orden de los 4.500 kilómetros lineales. Una Pampa Húmeda: Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, Santa Fe y entre Ríos, de unos 700.000 Km2 de praderas llanas y fértiles en la Zona Templada y con lluvias regulares.
Naturalmente, los datos de Argentina  - a efectos comparativos –, no los he visualizado desde las Cumbres del Castro y de su Sierro, de los pagos de Tolilla, pero sí los he visualizado en libros y mapas ( y parte en los recorridos geográficos de viajes y otros), con el mismo cerebro, y parcialmente con los mismo ojos (ya operados de cataratas, el izquierdo el 5 ó 6 de Diciembre de 1992, y el derecho el 16 de Septiembre de 2015). De manera que tengo visiones – por haber visto y observado –, de los siglos XX y XXI; de los Hemisferios Norte y Sur; de los continentes Europeo y Americano; de dos Países Hermanos, que hablan el mismo Idioma, y con muchas costumbres comunes, que están a unos 10.000 kilómetros de distancia; y, en ambos he tenido Familia: En España como Heredero, y en Argentina como Cofundador con Lidia Nelly TESTA SCHROH, a quien conocí el 21 de Junio de 1954, nos casamos el 05 de Febrero de 1959; nuestro hijo Pablo nació el 08 de Agosto de 1961, se casó en 1994 con Silvia C.TEJEDA ROLDÁN, tuvieron a su hija Paula Jimena el 02 de Mayo de 2006 (nuestra única nieta), y Lidia falleció el 31 de enero de 2011(nos conocimos 56 años, 09 meses y 09 días; y estuvimos casados 52 años, menos 05 días). En Aliste (Tolilla de Aliste), nací el 28 de Octubre de 1928, día de semana Domingo, y viví unos 18 años efectivos. Y aunque nunca se sabe, ni cómo, cuándo y dónde, es de suponer que muera en Argentina, en la ciudad de Buenos Aires o sus alrededores. 
Posible final de mis Relatos Alistanos:
De paso, también estoy convencido que mis vivencias por las Tierras de Aliste, incluidas las de Tolilla están agotadas. Y yo, de acuerdo a mi leal saber y entender, comprendo perfectamente, que esos relatos de los años 30 a los 48-50, de una Comarca olvidada y aislada desde muchos siglos atrás, con modos de vida  y recursos escasos de sólo precaria subsistencia, donde estaba instalado el espíritu del ahorro en todas sus direcciones, con el del trabajo, el esfuerzo, la solidaridad por adaptación a las necesidades, el arraigo de la Familia como sistema de permanencia, y la austeridad natural en todas sus formas, ya casi no tiene testigos que las hayan vivido. Y las nuevas generaciones de las tecnologías, seducidas por las imágenes cuidadosamente orientadas al “consumo sin esfuerzo, como si fuera la lluvia caída del cielo en zonas húmedas”, en detrimento de la lectura, la concentración y la atención  en el estudio – que naturalmente no es un juego, y exige  deseos, interés y trabajo para cumplir objetivos en la vida –, no serán capaces de  imaginar y entender tantas carencias esenciales, dado que sus vivencias han sido bien distintas , y tan abundosas y sin valor económico y emocional, que no podrán darle veracidad a esas realidades de los 30 a los 50, donde en España, por ejemplo, se sucedió su Guerra por un golpe militar conspirativo de 1936 a 1939; y en 1939, comenzó la desastrosa Segunda Guerra Mundial, que concluyó en Septiembre de 1945, más ambas posguerras de reconstrucción, cuyos efectos principales (negativos), superaron a la década de los 50.
Y los filósofos griegos presocráticos, tanto los de la Escuela Milesia /Jonia (hoy Turquía, en su costa Mediterránea / Mar Egeo), como los Pitagóricos / Crotona (Hoy Italia-Calabria), los Eleáticos / Elea (hoy Italia, Campania, Nápoles) y otros, hasta alrededor del siglo V a.C, solían decir: “que toda era de abundancia era el preludio de otra de escasez, si no se sabía administrar con prudencia”. Y me parece, que en estos tiempos, en esas estamos 2.500 años después.
Y luego del recorrido por los Rincones de Aliste, en los vídeos y fotos de los archivos de mi memoria; un Aliste con sus caseríos, que ya están manifestando las faltas de mantenimiento, y los enfriamientos ambientales por las faltas de lumbre y sus calores en los inviernos – donde las cocinas extrañan las seculares conversaciones familiares, de abuelos, nietos, padres, hijos, hermanos y sobrinos, donde se iba formando la base de cada personalidad –, me doy cuenta que mi zoom mental, ora óptico, ora digital, ha tenido un alcance de unos 10.200 kilómetros, sin que los altos cerros de plegamiento geológico de la zona, hayan impedido la vieja visión, en colores naturales, que lamentablemente, yo no puedo reproducir en este escrito contextual de los años 40 del pasado siglo XX. Cuando no había Radios en los pueblos, ni TV, ni teléfonos domiciliarios, ni vídeos, ni celulares / móviles, ni Internet, ni: “Energía eléctrica – luz eléctrica –, en el 95% de los Pueblos de Aliste (todos los 07 Pueblos del ayuntamiento de Gallegos del Río, incluido Tolilla), y otras muchas regiones de España y el mundo”
¿Qué cómo eran las comunicaciones? Pues simplemente  presenciales, de palabra; y a la distancia, en España y el exterior, por carta (manuscrita, o a máquina (las menos) que tardaban en orden nacional de 7 a 15 días y con el exterior de 30 o más días)), donde se cuidaba al máximo la ortografía, la buena redacción y la caligrafía, esencias que en las juventudes de estos tiempos nada importan, cediendo posiciones en beneficio de las apariencias, por ejemplo a las marcas y modelos de zapatillas y conjuntos deportivos de exhibición y paseo ante la propia comunidad de jóvenes. Hoy para los jóvenes, y no tan jóvenes el Ser del filósofo Parménides de Elea (540-470 a.C), vinculado a lo lógico, ontológico, la verdad y el principio (arché), no registra valor alguno.
Y así de a caballo, sobre la marcha, contarles que ayer estuve de consulta con la especialista que el 16 de Septiembre pasado me operó de la catarata del ojo derecho. Me dio de alta, pues todo está OK, y a partir de mañana (09 de Octubre), ya no serán necesarias gotas oftálmicas, dado que todo está ya normalizado. El 30 de los corrientes, tengo turno para la medición de los ajustes de los anteojos, aunque ya – sin ajustes y a ojos vista –, tanto la visión de la lectura cuanto la de la escritura, han mejorado sensiblemente.
Y: “Cuando la tarde se inclina / sollozando el Occidente, / corre una sombre doliente sobre la Pampa Argentina…” Santos Vega. El alma del Payador (fragmento).
De esta manera, en la tarde noche de la Ciudad de Buenos Aires, a pocos días (20) de mi cumpleaños número 87(siendo Primavera y nacido en Otoño), me despido de vosotros con un abrazo.
A los 08  días del mes de Octubre de 2015.

jueves, 15 de febrero de 2018

EN LA TIERRA DE LA CARNE, YO REIVINDICO LAS PATATAS / PAPAS



Simón KATON ÁLVREZ. (Desde Buenos Aires-Argentina).

Es curioso, como el refranero, abundantemente evocado por Cervantes en boca de Sancho, y en menor medida, aunque más selectivo, en la de Don Quijote, en su obra inmortal: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, se vuelve a repetir en los ciclos de las vidas personales, cuando la vida biológica es suficientemente larga, y a esa largueza, la misma responde con buen estado físico y buena salud mental / emocional. Es decir, en términos informáticos, cuando el  hardware y el software funcionan.

En el caso particular, aunque ese refrán o sentencia no la he leído en el Quijote (dudo que la contenga, pues he leído la obra completa, copia de la Edición Príncipe varias veces), dice así: Después de los años mil, vuelven las aguas por donde solían ir”.

El pensamiento en cuestión, se refiere a las patatas de Aliste, y de su uso intensivo en la alimentación cotidiana durante casi todos los 365 días del año, y en los bisiestos 366. No por casualidad se decía con frecuencia cual era el menú del día: “ A la mañana, patatas; al mediodía patatolas; y, a la noche, patatas solas”. Menos mal que a Pizarro y sus muchachos, se les ocurrió llegar a Perú, de donde llegó a Europa la patata, que valga la torpeza, en España no fue donde se difundió como alimento, fue en Inglaterra e Irlanda; en España era una planta de adorno, y empezó a funcionar como alimento por las tierras de la hoy Cantabria y el País Vasco ¡Cuántas hambrunas ha quitado en los más de 400 años en Europa!

Por añadidura, los días especiales de fiesta, cuando tocaba la carne, casi el 100 del ganado ovino; o algún pollo para el Gallo; algún conejo, liebre o perdiz; casi siempre se guisaban con patatas y / o patatas y arroz.

Comer carne vacuna, rarísimo, y de ternera, únicamente que por enfermedad hubiera que sacrificar al ternero. De manera que los deseos carnívoros, se iban renovando de año en año por los habitantes de Aliste, sin que secularmente las generaciones pudieran satisfacer sus deseos imaginados.

Tales deseos, recién pudieron ser satisfechos, cuando los desarrollos económicos y la movilidad social catapultaron el éxodo de Aliste, hacia otras latitudes, para buscar los nuevos horizontes y participar, con las distintas capacidades en tales desarrollos.

Lo paradójico, que los mismos alistanos emigrados encontraron en Aliste la satisfacción de sus deseos por siglos reprimidos, por las necesidades de su pobre economía; pues por mentas, se sabía de la alta calidad de sus terneros, que iban a parar a los paladares más refinados con poder adquisitivo. Que los nuevos tiempos, los de las vacas gordas y el enorme crecimiento económico a través del endeudamiento colectivo, permitieron a los alistados de origen emigrados y a sus sucesores, incluso a los pocos vecinos residentes, satisfacer con creces sus deseos “carnívoros”.

En mi caso particular, si bien se han dado los cumplimientos (carnívoros) en mis viajes a España como visitante, no lo fueron como vecino; habida cuenta que me ausenté en Abril de 1951, cuando España era exportadora  masiva de Emigrantes hacia América Latina, fecha muy lejana, a la entrada de España en el concierto Europeo, solicitado en 1977, firmado el 123-06-1985, y admitido de pleno el 01-01-1986.

De cualquier manera, mi país de destino, Argentina, sí me ha saturado con creces ( sin duda en exceso) los deseos carnívoros de mi infancia y adolescencia, casi deficitarios al 100 X 100.

Como simple anécdota, voy a citar la cena de la noche del 09 de Junio de 1951, día de mi llegada a la ciudad de Buenos Aires,  a bordo del barco italiano de la línea C, Giovanna-C, un carguero de Guerra, reciclado como barco de pasajeros de Tercera clase, con grandes salones colectivos, para hombres y para mujeres, debidamente separados; con literas superpuestas de dos plazas atornilladas al suelo, colchones de lona sujeta con cuerdas a los caños, y mantas remanentes de la Segunda Guerra Mundial, casi con olor a pólvora.

Yo venía con un compañero de ruta de un pueblo de Sanabria (Zamora). Él con destino a la ciudad de Mendoza, provincia del mismo nombre, donde estaba radicado un tío; yo a la ciudad de General Roca, donde estaba radicada mi prima hermana Felisa, entonces Territorio Nacional de Río  Negro,  (hoy provincia del mismo nombre); junto con Neuquén, las primeras Provincias de la Patagonia Argentina, donde se encuentra la zona frutícola de manzanas y peras más importante del país, el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, y la zona de Bariloche ( Río Negro) y sus lagos en los Andes Patagónicos, a 1.400 kilómetros en avión al Suroeste de la ciudad de Buenos Aires.

Desembarcamos a eso de la hora 21, y fuimos a casa de unos primos hermanos del padre de mi compañero de ruta, que tenían un bar y restaurante en la calle Montes de Oca y Martín García, del Barrio Constitución de la ciudad de Buenos Aires. Como ellos no estaban,  era sábado y se habían ido a pescar a Punta de Indio, en la provincia de Buenos Aires, el gerente del establecimiento, nos derivó a una pensión de otros sobrinos sanabreses, que estaban  a unos 100 / 150 metros de distancia, donde cenamos con ellos.

La cena fue un bife enorme a la parrilla, de un corte llamado “bife de chorizo”, con ensalada de lechuga y tomate. El postre era el típico popular de la época, un trozo de queso semiduro, convoyado con un trozo de dulce de membrillo. De manera que  la noche del día 09-06-1951, el de llegada a la Argentina, mi paladar tomó contacto con la carne vacuna argentina.

Y según pasaron los años, lo más común de cada día, era por lo menos comer una vez al día bife a la plancha con ensalada. Y naturalmente, las invitaciones y las celebraciones, muy frecuentes, eran de común el clásico asado completo:

Chorizos parrilleros, morcillas, tiras de asado, vacío , chinchulines y mollejas.

Esto ha decaído un poco en los últimos años, tanto por el encarecimiento de los precios, cuanto por los consejos sanitarios médicos del colesterol, ácido úrico,  aumento de peso, hipertensión , grasas saturadas, y todos esos predicamentos. De cualquier manera, en Argentina el consumo de carne sigue siendo muy alto.

Pues bien, yo, en los últimos 20 años, he disminuido bastante el consumo de carne en la forma tradicional . Y su ingesta va más acompañada en cocido con legumbres varias y verduras diversas: Pimientos, calabaza, zanahorias, remolacha, repollo verde y colorado, bulbos de hinojo, berenjenas, cebollas, puerros, ajos, etcétera. Y en los últimos 05 años, por lo menos tres veces por semana, estoy reivindicando los viejos cocidos de las patatas. De aquellas patatas, que hace años, pero muchos años atrás, solía hacer mi Madre (Balbina), de las que llamaban “Patatas viudas”, o casi viudas, pero sabrosas, que se comían con excelente apetito y hambre de verdad. Voy a citar algunas de las variantes de mi Madre, en especial las rutinas del llamado almuerzo y cena:

Luego de pelarlas con navaja y / o cuchillo afilado, lo que a mí se me daba (y se me da con facilidad y rapidez), se cachaban con la navaja / cuchillo, que era meter apenas el filo de corte en la patata, para luego con el giro de la muñeca, hacer palanca con el cuchillo, de tal manera que de la patata entera se rompía esa porción apalancada (se sigue rompiendo) en forma irregular, hasta la última porción, lo que permite una mejor cocción. Si no se ponían de inmediato en el pote con agua, los cachos de patata se dejaban sumergidos en agua, para evitar que las patatas se pusieran negras al oxidarse con el oxígeno del ambiente; luego se cocían en un pote de tres patas de hierro fundido ( había generalmente tres tamaños: pequeño, mediano y grande, o muy grande cuando era familia numerosa), con tapa ajustada del mismo material, con un orificio redondo en la misma  - un agujero –, por donde salía el vapor, que en caso de lumbre fuerte, por la presión del vapor se  producía un silbido.

Las patatas bien cocidas, eran servidas algo caldosas y calientes; pero antes de pasarlas a la tartera redonda de barro vidriado, del Valle de Vidriales (Zamora)  todavía dentro del pote, en una sartén metálica puesta encima de una trébede ó parrillita de tres patas, se ponía una cucharada de manteca de cerdo y un poco de aceite (en una época, durante la Guerra, de palma, un engrudo amarillento denso y espeso, luego un poco de cebolla bien picada, algo de panceta de cerdo picada en cuadraditos, una cucharada de pimentón, y todo ese refrito se ponía dentro del pote, para que reposara un poco y las patatas absorbieran el sabor de los elementos. Luego volcado de las patatas aliñadas a la tartera, y cada comensal con su cuchar de la tartera al estómago.

Agotadas las patatas, en la Tartera quedaba gran parte del caldo saborizado ó sabroso;  entonces a partir del padre, o del abuelo / abuela, y en orden de edad, el resto de la familia, se empezaba a sorber en forma de ronda. Y aunque el protocolo de tradición incluía como principio general a la Madre ( luego del padre), las Madres de Aliste, incluidas las de Tolilla y la nuestra ¡daban el turno a los hijos sin entrar en el reparto!

Otras patatas, pero “menos viudas”, eran los guisados de las carnes de ovinos, pollo, conejo, liebre, perdices, palomas y / o similares. Estos guisos, también se hacían en los potes arriba señalados; pero los elementos de base: manteca, aceite, cebolla picada, pimiento en juliana (si había existencia, pues era de corta duración), se ponían a freír,  se aderezaba con la habitual cucharada de pimentón; luego se salteaba la carne por varios minutos revolviendo la mezcla; a continuación, se le ponían las patatas cachadas (como antes se expresó), dándole alguna vuelta. En ese momento se le ponía la cantidad de agua necesaria para la cocción, y en caso de llevar arroz (salvo para las liebres y la carne ovina, que solían llevar sólo patatas, el resto sí la llevaba), se ponía cuando la mezcla comenzaba a hervir. Tiempo de cocción suficiente, con pruebas al canto, un poco de reposo y a comer, como queda dicho, con el ceremonial consiguiente.

Un capítulo aparte merecen las llamadas patatas nuevas, que en nuestro caso, las primeras eran las de la Cortina de Tras las Casas, contigua a nuestra Casa, a nuestro Corral de Atrás, y a la casa y cortina del tío José Calvo, por herencia de su mujer Ángela Casas, que a los años vista, fue la casa de su hijo  Jacinto Calvo.

Esa Cortina era de secano, de manera que dependía de las lluvias de primavera; y allá por mediados de Julio de cada año, ya solía tener patatas nuevas, pequeñas y rollizas, que eran  para comer y disfrutar. Mi madre las solía hacer, en tipo guiso como el expresado, pero con raspas de hebras de bacalao . Era el almuerzo de muchas mañanas, en los calurosos días de siega del mes de julio, a eso de las 07 horas de la mañana. Sin olvidarnos, claro está, de las  posteriores patatas de las huertas del Alisón, del Pradote, del Prado curato, de las Cruces, Vegalmolino y otras.

Tradicionalmente eran productos orgánicos y ecológicos, pero allá por principios de los 40 llegaron los escarabajos de las patatas – originarios – de Colorado de los EE.UU, que producían desastres, y había que combatirlos con sales derivadas del plomo: ”arseniato de plomo”, que indudablemente es un producto tóxico, que quieras que no, se infiltraba en la tierra; y se sabe, que las raíces de las plantas, en parte, también absorben los tóxicos, que van a parar a los productos y a la cadena alimenticia.

Y ahora, voy  a mis comidas de papas (patatas) argentinas, en general de la provincia de Buenos Aires, en su zona Sur, con centro en la zona de la ciudad de Balcarce, unos 70 Kms al Noroeste de Mar del Plata.

Doy fe, que mis papas viudas, son menos viudas que las que comía en mi niñez /adolescencia /1ª juventud. Pero igual son saludables, de cocción normal, y no requieren de mucha vigilancia. Asimismo adelanto, que las papas aquí son más grandes, de gran producción, profusión de variedades, y menos sabrosas, por una tierra mucho más fértil, de menos frío y de más humedad.

Preparación:

Unas veces: Una olla mediana, con cantidad adecuada de agua. Una cebolla grande o dos medinas peladas y bien cortadas. Una papa grande o dos medianas, peladas y cachadas (en gallego cachelos) como ya se expresó. Unos 200 gramos de morcilla salada, pelada y cortada en rodajas. Todo en frío, empieza la cocción, con una vista de vez en cuando para vigilar el cocinado de papas y cebolla, donde cocidas las papas, la cebolla sólo queda bien escaldada y sabrosa. En los minutos finales, dos dientes de ajo  bien machacados. Unos minutos de reposo, y a comer con su caldo.

Otras veces: Lo mismo, con menos cebolla y sin morcilla.

Por separado, un poco de aceite en una sartén, con otra parte de cebolla bien cortada, morrón colorado cortado en dados pequeños, una cucharada de pimentón, unos dientes de ajo machacados. Con la mezcla a punto, un par de puñados de mejillones, que una vez rehogados, la mezcla total va a la cacerola de las papas por 3 ó 4 minutos. Reposo adecuado, y a comer ¡ Con un vasito de vino tinto ! Con el que les digo a todos vosotros  ¡SALUD ! Y un abrazo.

Buenos Aires, 20-21 de Febrero de 2014.
Simón

miércoles, 14 de febrero de 2018

Alcañices. Entierro de la Sardina año 1993


Alcañices. Recordando los Carnavales de 1993



"Caliendas", torrijas y aguardiente

 El Martes de Antruejo los vecinos, reunidos en Concejo, limpian valles comunales
14.02.2018 | 09:19
LA OPINIÓN DE ZAMORA

Aliste vivió ayer la celebración del Martes de Carnaval con el tradicional e histórico "Concejo de Antruejo", una de las celebraciones comunales más ancestrales donde confluyen el trabajo a prestación personal, la fertilidad de los campos y la convivencia y hermandad social.
Solo un puñado de pueblos, a pesar del frío y la despoblación, lo vivieron en su fecha original. La mayoría han tenido que adelantarlo al pasado fin de semana o atrasarlo al próximo para contar con efectivos.
Tola de Aliste es un ejemplo a seguir a la hora de mantener las tradiciones. El pasado sábado se celebró y alrededor de 120 personas degustaron 8 toneles de escabeche: entorno a 40 kilos, 9 hogazas de pan de dos kilos cada una, 18 litros de chocolate. torrijas, aguardiente los hombres y vino quina las mujeres.
Los residentes en el pueblo, unos 60, volvieron a celebrarlo ayer. A las 19.30 sonaron las campanas de San Félix y se degustaron escabeche y torrijas con chocolate. Hubo recorrido de casa en casa pidiendo y cada familia dio huevos, aceite y azúcar, con las que las madres y abuelas hicieron las torrijas. Emotiva merienda donde el escabeche estuvo presente.
En el Concejo de Antruejo los vecinos dedican la mañana a dos cometidos muy concretos: unos se dedican a limpiar las "Caliendas" de los valles comunales para su ruego en primavera. Otros a la plantación de árboles.
Finalizada la jera se procede a la subasta de varios arboles, chopos, fresnos, encinas o robles y con el dinero sacado se sufraga la convidada popular. Históricamente esta consiste en escabeche, aceitunas, pan y vino. Felipe Rivas Blanco, de Rabanales, fue uno de los grandes abastecedores del preciado producto. Hoy continua con su labor Domingo Rivas: "Aliste y los alistanos tenemos unas tradiciones que debemos conservar y conservamos. Llegando estas fechas el escabeche y en Semana Santa el pulpo, no pueden faltar ni faltan en cada casa. Son manjares".
Había dos concejos al año de obligada asistencia salvo causas de fuerza mayor (enfermedad), uno en invierno, día de Antruejo, para garantizar los riegos y la abundancia de hierba para "La Vacada" en verano y otro al terminar la siega, mañana de "Santiago Apóstol", 25 de julio. En este caso concreto se procedía a la limpieza de los caminos para el inminente acarreo del trigo, centeno y cebada a la era para la trilla. Así mismo se partía la era en quiñones (parcelas) y se sorteaban, una por vecino, para allí trillar con trillos de Cantalejo.
Ayer los agentes de Medio Ambiente visitaban los pueblos y junto a los alcaldes marcaban los arboles a subastar para pagar la convidada. Es el Antruejo día de entrada de vecino. Allí donde perdura la tradición, para entrar como miembro del concejo, se paga un cántaro de vino o una lata de escabeche.

La "Mujer de las Siete Piernas" que se llevaba la comida

14.02.2018 | 00:00


El día del Antruejo marcaba el fin de un ciclo nacido con la Navidad y abría otro camino de la Pasión de Cristo señalado antaño por las prohibiciones. Durante la Cuaresma, cuando los niños pedían alimentos prohibidos como el chorizo, jamón o tocino la respuesta de madres y abuelas era la misma: "Se los ha llevado la mujer de las siete piernas" del dicho popular: "De siete hermanas que somos / la primera que nací, / la que menos tiempo tengo / ¿Cómo puede ser así?: la Cuaresma.

sábado, 10 de febrero de 2018

INVIERNOS ERAN LOS DE ANTES EN ALISTE, EMPEZANDO POR TOLILLA.


Los fríos, los hormigueros de rodillas, el vestuario, las medias de peal, los churros de hielo colgados, las nieves y los conejos.

No es necesario ser un especialista climatólogo, para darse cuenta que efectivamente el cambio climático se ha producido a ojos vistas.

Para ello, me valgo de las propias comparaciones de los fríos sufridos allá por los inviernos de los años 1932 hasta más o menos 1942, lejanas épocas de mi niñez y principios de la juvenil, período normal de asistencia a la Escuela; dado que las clases empezaban a principios de septiembre y finalizaban por la primera quincena de junio de cada año.

Las comparaciones climáticas, las he venido haciendo en mis viajes periódicos a España, desde los años 70 hasta esta primera década del 2000, en razón que los viajes de Argentina a España han sido en invierno, enero-febrero, salvo en 1983 que inesperadamente tuve que viajar, también a España, desde el 24 de junio hasta el 24 de Julio, pleno verano.

Como es sabido, la década del 30 al 40, fue particularmente difícil para España. Para nuestra Familia también, en especial de Julio de 1936 a los avanzados 40, difíciles de olvidar para mí por las arbitrariedades y sinrazones sufridas, en una edad clave para la Vida: De los siete a los doce años.

España arrastraba la cuota parte de la crisis económica mundial, la llamada Gran Depresión (1), originada en los Estados Unidos de Norteamérica en 1929, que se extendió hasta la Segunda Guerra Mundial, 1939 a 1945, crisis que provocó la desaceleración  de la economía, por el desempleo y la caída de la demanda, en especial la de  productos agrícolas y ganaderos, los únicos que disponía la Comarca de Aliste, como muchas otras, absolutamente necesarios para tratar de equilibrar en parte el déficit crónico de “subsistencia”. Luego a la caída de la demanda, España en Julio de 1936 añadiría su Guerra Civil hasta 1939, año que empezó la Segunda Guerra Mundial por seis años.

De esta manera el panorama mundial, estuvo muy complicado para el mundo, con un plus para España que debió soportar la Gran Depresión Mundial desde 1930, la propia guerra desde 1936 y los efectos de su posguerra y los de la mundial hasta entrados los años 50. Fueron 20 años muy difíciles y con necesidades de todo tipo.

Así las cosas, los que tuvimos que pasar las calamidades de esos años, difícilmente nos podamos olvidar de aquel pasado, que por añadidura los inviernos eran como dije muy fríos. Que lo eran más, por las carencias de nutrientes, que impedían un razonable equilibrio calórico necesario para la vida. De manera que el frío, más las desventuras de los tiempos, que retaceaban la cantidad, la calidad y la necesaria reposición del vestuario, de sola unidad, abrían la puerta al escalofrío, el tiritar casi permanente en todo ámbito cerrado o abierto y, los casi crónicos resfríos (resfriados) de Noviembre a marzo de cada año.

Era común por los años 30 y 40, que nevara 3 o 4 veces cada año, inclusive alguna nevada con ventisca, que por efectos del viento a rachas fuertes del Noreste, de paso por las tierras de Soria y Burgos sacudiendo las planicies, amontonaba la nieve sobre las paredes de las casas; la Escuela de Tolilla, anclada en lugar abierto, era un claro ejemplo de acumulación de la ventisca de nieve en el muro lateral que da casi al Noreste, sacudida por la fuerza del frío viento que literalmente estrellaba la nevisca sobre la pared, que luego iba rellenando el ángulo que formaba con el piso.

Las otras nevadas, solían ser más tradicionales y más copiosas. De cualquier manera, toda nevada tenía unos días de prolegómeno, que eran muy fríos, acompañados de vientos provenientes del sector Palencia-Burgos-Soria. Luego el viento solía llamarse a la calma, con nubes tupidas y bajas y alto grado de humedad y silencio, que la cultura “meteorológica acumulada” por observación en la Comarca, casi siempre daba pistas. Una de ellas, bien clásica, era la concentración de las ovejas en pastar sin descanso casi sin moverse en el mismo lugar, de manera que podían pasar horas en un mismo reducto, sin siquiera intentar alguna caminata, que era lo común en el deambular de todos los días.

Según se decía, por las observaciones seculares, las ovejas intuían la nieve. Una intuición que hoy, por las investigaciones del genoma, tiene una razonable explicación: “Es sabido que la capa de nieve cubre los pastos, en muchos lugares por largos períodos, de manera que las ovejas se han visto privadas de su alimento básico a través de los siglos, con gran mortandad por las hambrunas, y las que han podido sobrevivir lo han pasado muy mal. De manera que la llamada memoria genética, ha sabido desarrollar, llamémosle” instinto de percepción”, que, en determinadas circunstancias climatológicas, hay que aprovechar a sobrealimentarse, porque se avecinan días difíciles. Hay que almacenar sobrantes de energía, para disponer de la misma en caso de necesidad.

Algo que es común a toda la “economía biológica”, que el hombre ha trasladado de alguna manera, a su “economía social”.

Véase sino, los viejos preceptos bíblicos de las “vacas gordas” y las “vacas flacas” bebiendo en el Río Nilo, que José descifró de los sueños del Faraón de turno.

Claro que las ovejas el único granero de almacenamiento que tienen, como el resto de los animales es su cuerpo, que sabe convertir los nutrientes sobrantes en grasas, para los casos de necesidad.

Si volvemos a las nevadas, veremos que tienen efectos benéficos, aunque produzcan a los pobladores de los ámbitos agrícolas muchas incomodidades.

Se sabe que la nieve cuando por efectos del sol se derrite, lo hace con toda la paciencia del mundo, para filtrase por la tierra con lentitud sin arrastrar el “humus / mantillo” que es el nutriente básico de la superficie productiva. Así que cuanta más nieve caiga, su filtración por la tierra hace llegar más agua a los depósitos subterráneos de las capas freáticas. De manera que habrá más agua dulce que brotará de los manantiales para beber, para regar y para cualquier otro uso.

Claro que la nieve traía consigo incomodidades. Pues si la nevada era grande, iba a tapar los pastos de vacas, y en especial el de las ovejas por varios días; daños que se extendían al resto de la fauna silvestre, como las aves en general, los conejos y las liebres; y aunque no era entonces motivos de preocupación, por ser enemigos desde antiguo, también a lobos, zorros y otros animales menores de los llamados dañinos.

Además, al derretirse la nieve con los rayos solares, se encharcaban, ablandaban y embarraban: sendas de caminantes, caminos de rodera, calles, cortinas, huertas y todo lugar por donde había que desplazarse; de forma que sí eran recorridos inevitables llenos de dificultades, molestias e incordios, donde las cholas (2) o zuecos eran el calzado más apropiado. Pues en esos tiempos ni pensar en las botas de goma, con fieltro aislante, de media caña o hasta la rodilla o más, como es de uso en la época contemporánea.

Las últimas nevadas vividas (por mi) en España datan de enero de 1951, el año de mi salida y llegada a la Argentina, y febrero de 2004 (dos pequeñas), el primer viaje a España (Febrero/Marzo/2004) como jubilado, destinado a reunirme con todo el núcleo familiar supérstite de mi Familia natural:

La de enero del 51, sí es una de las grandes nevadas históricas que recuerde, aunque menos traumática que las soportadas entre el 32 y el 40, por estar asistido con más calorías regulares de alimentación y vestimenta más adecuada.

Era una de esas nevadas largas y persistentes, que cubrían o tapaban toda la superficie del suelo, con una profundidad media de más de 50 centímetros, bien sustentada además en ramas y troncos de árboles, jarales, carrapitos (carrasca/carrasco) y matorrales. De esta manera la fauna de la Comarca, tenía totalmente alterado su “hábitat”, con serias consecuencias para mantener un nivel vital (sobrevivencia) mínimo.

De esto doy cuenta, pues a unos 3 o 4 días de la nevada principal, que había cubierto todo, más otra capa de nieve caída en la última noche, adicionaba inquietudes por la alimentación del ganado de cuadra (vacas y burros), y por las ovejas encerradas y atendidas como las vacas a pienso de paja trillada con grano de centeno mezclado con algarrobas de molido grueso.

Yo había salido a eso de las 12 más o menos, cuando lucía un buen sol, a pasear las vacas con la intención de que desentumecieran las patas caminando un poco, respiraran aire puro, y en especial que bebieran agua en el arroyo del Carrascal, el que partía de los confines de la “Raya con Fradellos de Aliste” Pielamula abajo con unas vertientes bilaterales que formaban una buena cuenca para aumentar el caudal, que era muy grande por pocos meses y, llegaba al pleno cuando salía la catarata del prado del Carrascal de Domingo Casas ( nuestro primo hermano) por herencia de su madre  Gabriela, al morir los abuelos Francisco y María, nuestros abuelos paternos, en Agosto de 1931 y Marzo o Abril de 1935 respectivamente.

Esa catarata de agua, que al caer formaba de años una buena poza, cruzaba el camino natural de rodera (eran los más modernos en la Comarca) que iba al vecino pueblo de Flores de Aliste.
Como principio general, el agua de los arroyos, que fluía por amplias superficies en pequeñas cantidades eran radiadas por el Sol, de manera que la temperatura de los arroyos era mucho menos fría que las del río, con más caudal y profundidad casi sin radiación solar.

En ese paseo vacuno, seguro que sugerido por mi padre, salí de arreo tranquilo de casa calle abajo, Calzada de Abajo, paso por la Puente de Abajo (el Puente de Abajo), camino troncal que pasaba al lado de la Peña del Carrascal (creo) hasta que se bifurcaba unos 50 metros más arriba: Uno con giro más brusco a la derecha hacia Flores; el otro más recto, era el de Fradellos, del que en el recorrido partían en direcciones funcionales varias, otros senderos que hacían a la comunicación con prados, tierras, cultivos y etcéteras.

El arroyo del Carrascal, a partir del prado del tío Juan González Salvador, creo que, llamado el prado Redondo, demarcado por la pared que lo rodeaba en forma de circunferencia, pasaba por dentro de una ristra de prados cercados y sucesivos hasta el nombrado de Domingo Casas, para desembocar unos doscientos metros más abajo en el río Mena.

De lado opuesto más cerca de Tolilla, medio en paralelo hacia el Oeste, había otra serie de prados, que empezaba con uno del tío Juan González (Tras del Castro), el que en su día había sido del bisabuelo Domingo Álvarez (Tras del Castro), el nuestro de entre los Prados y unos cuantos más hacia abajo, todos surcados por un arroyito sin nombre que fluía al del Carrascal, cerca de la Peña nombrada.

Entre ambas hileras de prados, había un monte de jaras, carrascos y pequeñas encinas llamado Entre los Prados, y por el lado Oeste de ese monte corría el camino hacia Fradellos.

Vacas cansinas estirando las patas, y al lado de ese camino, en la cuesta que va hacia el prado Redondo, oigo un ruidito debajo de un carrapito mismo al lado del camino, arrancando miedoso y veloz un conejo camino abajo hacia el nombrado prado Redondo, dejando sus huellas bien marcadas en la nieve.

Fui siguiendo sus pisadas que iban de un lado al otro en busca del refugio que no encontraba, y de acá para allá en zigzag, vuelta atrás y así, por una lengua de monte de jaras y más encinas franqueado por el camino referido en dirección a Pielamula. Hice corriendo la persecución del pobre conejo guiado por las huellas en la nieve durante un largo y empeñoso rato. De repente, pierdo las pistas; busco, busco y ¡nada! - Quedé sorprendido de momento; volví a observar con atención donde habían desaparecido las pisadas y, de repente veo al lado de un peñasco una lomita de nieve que desentonaba con el nivel de la capa vecina ¡Era el conejo que, en última tentativa, exhausto, había intentado salvarse...! - No pudo ser, le eché las manos con nieve incluida. Era un conejo grande, lo cogí con fuerza (lo tomé o agarré) con la mano izquierda por las patas de atrás, y oficiando como verdugo experimentado, con el canto de la mano derecha le di un seco golpe en la nuca, y listo para guisar (se comió guisado con ajo, cebolla, pimentón y patatas esa misma noche ¡Riquísimo! ¿Arrepentimiento?

-En esos momentos ninguno. Hoy quizás no lo haría; pero en esos tiempos estaban presentes los instintos primarios definidos por Darwin en “La Evolución de las Especies”. La Moraleja; “Las nieves y sus fríos son de preocupación y molestias, pero en el caso real del relato, nos permitió comer un buen guiso de conejo”. Que no era habitual, salvo a cazador con escopeta.

(1). NOTA. En estos momentos el mundo asiste a otra crisis financiera y económica de grandes proporciones, también originada en los Estados Unidos por los sofisticados instrumentos  apalancados en serie e imaginados por los más altos ejecutivos de algunas importantes entidades del “sistema financiero,” las llamadas hipotecas basura o hipotecas subprime; que si no fuera por los mecanismos internacionales que los bancos centrales de los países han adoptado para auxilio del sistema, limitado y parcial, la catástrofe sería todavía mucho mayor por la cantidad de miles de millones de dólares USA estafados, que afectan enormemente a la economía mundial. Y como decía un notable economista liberal de la Escuela Austriaca: “Alguien tiene que pagar la cena” y, de una u otra manera, la cena siempre la paga el mismo segmento de la población mundial: El que menos tiene.

En ambos casos, pero en especial el de la crisis actual, se debe al principio fundamentalista del liberalismo, que sigue, sigue y sigue con la monserga: “EL LIBRE MERCADO REGULA Y DISTRIBUYE POR SÍ MISMO LOS RECURSOS PRIVADOS Y SOCIALES O PÚBLICOS SIN INTERVENCIÓN NI CONTROL ALGUNO DEL ESTADO”. Y, como tengo dicho por ahí en algún otro artículo, mi abuela materna decía: “El que administra y el que la boca enjuaga, algo traga”. ¡Qué verdad en estos tiempos cuando la fe pública entrega recursos a terceros para hacer negocios por su cuenta, y cuando no hay negocios rentables los inventan...!

AGREGADO: Las noticias informadas por las agencias internacionales hoy (10-07-2008) en síntesis dicen: “Se hunden tres bancos en los EE. UU por la crisis de las hipotecas: Lehman Brothers, Fannie Mae y Freddie Mac.…El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro H.Paulson, dos grandes economistas del “liberalismo económico”, están pidiendo a gritos más regulaciones y controles para los bancos.

Algo así como se decía por Aliste: “Cuando la liebre se escapa, palos a la cama (donde dormía la liebre)”.

A modo de ejemplo, basta el caso de un residente argentino en Miami (pidió no ser identificado), que perdió su casa comprada en 2006 por no poder pagar la hipoteca. Un banco de esa plaza le prestó 500.000 dólares USA, sin que averiguaran su nivel de ingresos, ni pedirle adelanto alguno. La casa: Dos amplios dormitorios, sala de estar y comedor, cocina normal instalada y un pequeño jardín. Cuando pese a los esfuerzos veía que no podía seguir pagando la hipoteca, le devolvió la casa al banco y se declaró en bancarrota.

Y lo que hace tiempo se sospechaba, que empezó a descubrirse allá por agosto de 2007, sigue y sigue, sin que se sepa cuándo terminará...

Lo cierto, que al sistema financiero mundial y, por su incidencia al económico, lo están poniendo patas arriba.

El estado tiene un mandato social indelegable, que es la obligación del “Bien Común” y la “Igualdad ante la Ley”. Y está visto que, por el Libre Mercado, no se consigue ni lo uno ni lo otro ¡Hay que tratar de imitar el funcionamiento de equilibrio, para nada egoísta, de los mecanismos biológicos!

Pero claro, la teoría del Libre Mercado, derivada de los principios filosóficos/teológicos del Calvinismo, ha tenido plena aplicación y desarrollo en los EE.UU a través del liberalismo (más en las libertades individuales que en la economía), tuvo sus momentos de gloria, qué duda cabe. Pero el actual Neoliberalismo, que lo han aplicado y quieren seguir aplicándolo a ultranza como remedio fundamentalista, ha tomado tal carácter en las gestiones de gobierno de R.Reagan en los EE.UU y de doña Margarita Thatcher en Gran Bretaña en los años 80. Seguido en los EE.UU por Bush (padre), y a partir del 2000 hasta este 2008, por Bush (hijo). ¿Se acuerdan del Consenso de Washington de los 80...? - La famosa teoría del derrame, que una vez el vaso lleno (Capital necesario y reposiciones), empezaría el derrame de los beneficios del desarrollo, el empleo y la mejor distribución de las riquezas...Y, el Derrame ¿dónde está?

(2). NOTA. Las llamadas cholas en el ámbito alistano, en realidad son los zuecos, con base de madera, bota de cuero, con capellada o entera, con contrafuerte de suela, sujeta a la base de madera algo moldeada a la planta del pie, con una vira de cuero (tira del orden de un centímetro de ancho), encima de la bota, clavada con clavos finos (bota y vira) a la base de la madera, a una distancia de unos dos centímetros, cuero que con frecuencia se untaba con sebo de oveja sin sal, para conservar el cuero, dándole elasticidad e impermeabilidad para evitar la filtración del agua. La base de madera tenía una especie de puente, entre los 2/3 de adelante y el 1/3 del talón (tacón), aunque el nivel de la parte delantera y el del tacón (talón) era el mismo. La base de la chola o zueco en general era de madera de negrillo (que en esos años abundaban en los ámbitos urbanos de Aliste. Hoy desaparecidos por enfermedad). Para evitar el rápido desgaste de la base de madera por la fricción con el suelo, se recurría al herrado. Cada chola o zueco, llevaba una herradura en la parte de adelantes y otra en la parte de atrás o tacón. Las herraduras llevaban varias perforaciones, para clavarlas a la madera, con clavos que forjaba en la fragua el mismo herrero.

En esos años, uno de los herreros más conocidos, acreditado por sus buenos trabajos, era de Lober de Aliste, limítrofe de Tolilla, a unos dos kilómetros de distancia. El herrero se llamaba Juanito (Juan) del que creo nunca supe el apellido.

Sé que se casó con posterioridad a mi venida a Argentina, con una moza de Lober, la hermana mayor de Juan Antonio y Lorenza TESO, que vinieron también a la Argentina en 1948 y 1954 (creo) respectivamente. Lorenza vino con la madre, que falleció hace tiempo.

Con Juan Antonio de los años 1954 a 1980 nos veíamos con frecuencia; con Lorenza menos. Creo que la última vez que nos vimos, fue en enero de 1982, en casa de Lorenza. De ahí en adelante no sé más de ellos, a pesar de los intentos (ambos creo que tenían un hijo varón cada uno, que yo conocí).

TAMBIÉN es de recordar, que las nevadas sobre los tejados de los pueblos de Aliste, casi en la totalidad con tejas de arcilla colorada cocida de tipo árabe, o mejor de canal (abajo) y cubierta (montando arriba sobre dos de canal), en general procedentes de los tejares de Ceadea de Aliste ( con tradición de tejeros), al rato de salir el sol – más o menos a las 10 de la mañana – la nieve empezaba a derretirse con lentitud, dado que los rayos solares son en invierno de incidencia muy oblicua con menos energía de radiación. Ahí empezaba el lento goteo desde los tejados, que se iba acelerando a medida que los rayos solares persistían sobre la superficie de los tejados, para ralentizar o lentificar hacia la caída del Sol en la temprana tarde, cuando se iba hundiendo en el horizonte. Ahí, casi en un santiamén, al bajar de repente la temperatura (era inevitable el día de sol y el correlato de la potente helada), uno se encontraba colgados de las tejas/canal desde el tejado, los más brillantes y largos churros de hielo multiformes de mayor a menor, en la mayoría de los casos con varias puntas afiladas como estoques (como estalactitas). Todo un espectáculo para festejar con pies secos y calientes, que, para los vecinos, indiferentes por la frecuencia de tal visión, eran productos asociados con el frío invierno y nada más.

Algo parecido sucedía, cuando en el Río Mena o en cualquier arroyo, juncos, mimbres, o ramas eran alcanzadas por el agua sin estar sumergidos al ofrecer resistencia a la corriente: alrededor de los elementos unitarios o en ramas, se formaba una gruesa capa de hielo, que solía resistir por días el embate del Sol, al no poder neutralizar la mayor eficacia del ambiente frío.

No menos espectaculares eran esas mañanas frías y heladas de garúa (llovizna) donde los árboles y las plantas se cargaban de hielo escarchado, paisajes que tanto se han usado como postales de Navidad por la industria gráfica.

El fenómeno de congelación de las potentes heladas, que dé común seguían a las nevadas y, el encharcado de campos y praderas por la nieve derretida; o las propias aguas del río y las pozas de los arroyos en superficie, a veces una capa bien profunda de agua convertida en hielo cuando había cierta profundidad y lento recorrido del agua, se convertían en pistas de patinar para los grupos de rapaces o muchachos, de los que formaba parte activa en Tolilla (supongo en otros pueblos también).

Una de las pistas era el Campo, al que fluía el agua por la cañada de los Pradicos, receptora del socavón que venía de la ladera de las tierras de labor del plano inclinado vecino. La cañada era como distribuidora por efectos de la gravedad del plano inclinado, por la mayor parte de la pradera destinada a las Eras de las viejas Trillas, de manera que la pradera bien empapada en su extensión, iba escurriendo hacia la Peña el Campo, por cuyas cercanías se iba armando el llamado arroyo de la Fuente que concurría a desembocar al Río.

Con heladas fuertes y persistentes, que solían serlo, ese plano inclinado de las Eras, con un frente del orden de los 100 metros hacia el Suroeste y unos 200 hacia el Noreste (más o menos) se convertía por varios días en pista de patinaje sobre hielo ¿Pero ¿cómo? – Ya dijimos que el calzado habitual eran las cholas, arriba descriptas. Pues bien, las herraduras de las cholas, que solían estar por el uso bastante lisas, oficiaban como un patín improvisado sobre el llamado carámbano (capa de hielo); de manera que con una envión inicial del lado de la cañada los Pradicos, mirando hacia la Peña el Campo / la Fuente, en bajada algo pronunciada, por la Ley de Gravedad, agachado con el culo sobre las pantorrillas, uno iba tomando velocidad acelerada con muy buena velocidad final. El problema se podía presentar cuando en el recorrido, por irregularidades del terreno había un frenazo imprevisto, o cuando uno empezaba a patinar y se resbalaba cayéndose de culo. Esta demás decir que, en ambos casos, por detrás o por delante, uno se empapaba hasta la cornisa; y había que hacer tiempo, si el Sol lo permitía para secarse, pues en caso contrario mi madre (Balbina Álvarez), con toda la razón del mundo, tan pronto me semblanteara me dedicaría el saludo de práctica ¿Dónde estuviste...? ¡La Burra que te parió...! Pescozón y, el gran Sermón de la Madre. La verdad que había que tener la paciencia de Job (mi madre) para aguantarme; pero era así de inquieto, de curioso, de experimentador y travieso por naturaleza, sin malicia ¡Y, mi madre lo sabía...!

Esta prueba, de hielo traviesa, probablemente en diciembre del 37 o enero del 38, la hice varias veces en solitario. Una vez creo que probó Angelito conmigo, otra me parece que Cándido; que más o menos éramos el trío habitual. Yo era el del medio, pues Cándido me llevaba a mí un año, y yo le llevaba a Angelito casi dos.

Sí usamos con más frecuencia, la pista de los Lavaderos, que era el pequeño embalse del Mena situado enfrente del hoy Recreo de Confraternidad Vecinal, en torno a la gran Mesa de la Piedra del Molino, a la sombra de los chopos.

Ahí Angelito y yo tuvimos más recorrido, con el uso de los patines indicados: “Las cholas herradas con las herraduras lisas, oficiantes de patines al mejor estilo propio”. La técnica era diferente pero más difícil y sofisticada. En la parte de la pradera de la ribera entre las huertas y los lavaderos, tomábamos envión (fuerza) desde 3-4 metros del agua (en el caso cubierta por una buena capa de hielo), para caer en forma sincronizada con el culo sobre las pantorrillas y las cholas con las herraduras al mismo nivel, con un deslizamiento rápido que nos permitía llegar al otro lado en un abrir y cerrar de ojos, con algún crujido del hielo, que tuvimos suerte que el carámbano no se rompiera. Para mí era emocionante y lo disfrutaba; y la verdad que no sé esas sincronizaciones, sin haberlo practicado nunca, de dónde me salían. Casi siempre a la primera, pero que, en todos los casos, previamente había hecho una especie de simulación mental.

Todas estas cosas, el que las aprendía mejor y con decisión de hacerlo al haberlo visto, era Angelito (hoy y siempre, Ángel González Prieto).

Por siglos la tradición decía, que inviernos lluviosos y más de dos buenas nevadas – mejor tres o cuatro — eran sinónimo de una primavera fértil: Pastos, cereales, hortalizas (en especial patatas) y legumbres abundantes; ergo ganadería: vacas, terneros, burros, pollinos, ovejas y corderos, gordos y lozanos. Era un adelanto optimista para los agricultores / ganaderos (casi la totalidad de los vecinos de Aliste reunían las dos condiciones), que, con poca ayuda de las lluvias de abril y mayo, adivinaban (y esperaban muy confiados) un año pleno de cosechas.

Pero nosotros, los niños de la escuela ¿cómo estábamos preparados para afrontar los duros inviernos? - Lo vamos a explicar en forma general, tomándome a mí mismo como testigo (ya quedan pocos):

Lo que siempre tenía en abundancia era el pelo en la cabeza (todavía en gran parte está).

Una camisa liviana, con cuello de tira, abotonada. Un pantalón de género liviano, o en el mejor caso de pana, siempre por encima de las rodillas, pues como había que hacerlos durar, cuando eran nuevos llegaban por abajo de las rodillas; pero al poco tiempo al ir creciendo, la rodilla iba bajando y el pantalón subiendo. El pantalón sujeto con unos tirantes cruzados en la espalda, que eran unas tiras de paño común, cosidas a la parte de atrás del pantalón y abotonados a unos botones a la cintura de la parte de adelante. Los tirantes por sus frecuentes roturas, por lo menos en mi caso, casi siempre los tenía emparchados con algún cordel que me sacaba del apuro para que no se me cayeran (los pantalones). Encima de la camisa y de los tirantes algún jersey de lana gruesa tejido en casa, que tanto valía para el duro invierno como para el medio tiempo.

Al jersey lo cubría una chaquetilla, más delgada que gruesa, alguna vez de pana, que en general había abotonado bien de nueva, pero al poco tiempo dejaba de hacerlo en su larga vida, dado que el cuerpo había crecido y la chaquetilla encogido. Era una manera de ponerle desde joven el pecho al viento y al frío.

Por supuesto las camisetas y los calzoncillos, eran prendas desconocidas para los rapaces en la Comarca salvo muy pocas excepciones. El calzado base, como se expresa más arriba eran las cholas o zuecos, que las más de las veces dejaban pasar el agua de las lluvias, de la nieve y de los charcos. Las medias ¡las medias! - Sí, las medias. Las medias son parte de otra historia:

“En su totalidad tejidas a mano por las amas de casa, del propio vellón de lana de las propias ovejas, lavado peinado y cardado en general por hombres; a partir de aquí, la lana teñida de negro con unas piedras de tinte que se desleían en agua caliente, combinadas con cáscaras o corteza de aliso ricas en taninos que ayudaban a fijar el teñido, hilada por las mujeres de casa, y como dije también tejido con agujas de tejer medias (creo que usaban cuatro cortas y finas).

Había tres tipos de medias tejidas, para mujeres y hombres: a).La de peal. b).La de medio pie y c). La de pie entero”.

Adivinen cuál era la media más usada, por razones de escasez y ahorro. Sí, acertaron. La más usada era la media de peal, luego la de medio pie y la de lujo la de pie entero.

¿Que era la media de peal? Era una media tejida, una especie de tubo, que cubría desde los tobillos hasta por debajo de la rodilla. Ese tubo llevaba cosido el peal, que era una cinta estrecha, en general de paño de lana, cosido a los dos lados del tubo de media tejido, que la sujetaba por debajo del pie desde los tobillos. Las medias de peal servían solamente para calentar las piernas; los pies con más libertad por mayor espacio libre, pero ateridos de frío, al ser extremidades muy sensibles a las temperaturas, tanto del calor como del frío.

Las de medio pie, eran tan malas o peores que las de peal, aunque gastaran más lana, pues no cubrían la parte de adelante del pie, la que más se enfriaba; pero, además, solían arrugarse con frecuencia, que era una molestia adicional e incómoda, que rompía los “quinotos” a cada rato. Con lo explicado, que se ajusta a la verdad, o por lo menos a la mía, tenemos vestido al modelo del niño escolar de Aliste, para concurrir a su Escuela, de los años 1930 a 1940 y más. Sin embargo, hay que destacar dos sectores del cuerpo de libre exposición al viento y al frío: El pescuezo o cuello y, el sector de la rodilla, con más unos 8 centímetros abajo (hacia la canilla) y otros 10 arriba la rodilla (muslo). Ambos sectores oficiaban de radiadores refrigerantes, tanto en verano (sin problemas) como en el crudo invierno (un tiritar permanente).

Los sectores expuestos al viento y al frío, en especial la zona franca de la rodilla y aledaños abajo y arriba, parecían curtidos, surcados y rugosos, como lija muy gruesa, con una coloración negruzca, que se denominaban coloquialmente hormigas u hormigueros cuando la zona era extendida. Y es comprensible que así fuera, dado que las glándulas sebáceas trataban de proteger la piel, pero el exudado graso se impregnaba de partículas ambientales, que hacían costra protectora, para evitar mayores daños (grietas sangrantes) en la epidermis.

Había que esperar la primavera bien entrada, hasta que la piel rejuveneciera y expulsara las hormigas u hormigueros de esas zonas agrietadas.

Un elemento adicional anti frío, eran los clásicos braseros de latas de sardinas grandes, que se llevaban con cisco hecho en la lumbre derivado de las ramas de las jaras, de buen poder calórico. Algo era, pero muy poca cosa. Los días fríos y lluviosos, si se podía, se llevaba algún manto de paño de lana, o algo por el estilo. Que era lo que había, aunque hoy a las generaciones nuevas de la Comarca les parezca un imposible.

Pero bueno, no todo era negativo en el invierno. Estaban también los días de las matanzas; las propias y de la familia, y las asociadas para los rapaces por invitaciones recíprocas, más las de esperanza (la espera en el recinto matancero con cara de circunstancia), donde por ahí se ligaba algún plato de chanfaina para mí un manjar que además sacaba el frío, dado que el sabor bien picante, era un buen vasodilatador que a veces ponía coloradas las orejas y las mejillas.

Alguna mordida a hurtadillas de la punta del rabo, la eventualidad de un mordisco en la punta de las orejas, y el regalo de la vejiga para hincharla con una paja de centeno, que a veces servía como sustituta de un balón (aunque entonces el fútbol era desconocido en toda la Comarca, y no se practicaba ni remotamente). Sí, de hecho, se desconocía, aunque ahora cueste creerlo.

En las matanzas de los cerdos propios o de los de familiares, habida cuenta que aún sin saberlo bien, eran la base de proteínas y grasas de origen animal, también ricas en triglicéridos, lipoproteínas y colesterol LDL (el llamado malo), todo ese conjunto no era tan malo. Y, no lo era, en razón del alto consumo de energía (kilo-calorías) que demandaban las largas y rudas tareas agrícolas y ganaderas, donde la acción, el movimiento y el esfuerzo eran rutinas de todos los días; de manera que la ecuación de ingreso de calorías al organismo, menos el consumo por la movilidad, el esfuerzo, el tiempo, la dedicación y el metabolismo basal, daban resultado negativo. En una palabra, se iban consumiendo reservas de calorías que en algún momento del año habría que reponer. Caso contrario, la proyección saludable se vería amenazada en el corto plazo.

Lo importante es que las matanzas, aparte de asegurar los nutrientes de base por un año, gracias a la prudencia y previsión de las “Amas de Casa” que hacían maravillas con la eficiente administración de los escasos recursos, eran tradiciones renovadas cada año por las familias, que a nivel subconsciente invocaba a una especie de “talismán” representado por los cerdos, con ritos variados: “muerte cruenta con sangrado expuesto, cargada de agudos y dolorosos gritos de dolor escuchados en todos los ámbitos de los pueblos; conducción al banco de muerte, atado con la soga o con gancho de hierro, con fuertes y lastimeros quejidos que intuían su fin, mientras las patrullas familiares en movimiento y jolgorio ( del que se excluían los viejos abuelos ¡ quién sabe por qué! observando con preocupación sin inquietud, las escenas del drama de muerte violenta). Luego vendría la purificación del fuego con el chamuscado y sus llamaradas; el descuartizamiento cuidadoso, especializado por sectores anatómicos; la extracción de tripas y vísceras con sus cuidadosos lavados, en las rápidas corrientes de ríos o arroyos. Un ritual de ceremonias de algunos días, para santificar los productos diversificados del cerdo, tan necesarios, apetecidos y demandados (con exclusión del Islán y parte del judaísmo ortodoxo) en las proximidades Navideñas de liturgias cristianas y tradiciones de encuentros en familia.

Toda una “trilogía” cultural, tradicional y costumbrista, que mezclaba ritos bien diferentes en pleno invierno: La crudeza del frío, la crueldad y alegría de las matanzas y la solemnidad y devoción de la Navidad ¡Casi nada para el Aliste de antaño...!

Los relatos del presente, están pensados con los recuerdos del Hemisferio Norte, sin caer en la cuenta que hoy por hoy, los fríos y las matanzas (sin los ritos y ceremonias de celebración del Norte, en España y en el Aliste de antes) están en el Sur y, los unos y los otros lejos de las celebraciones de Navidad.

Pero no importa, la memoria y el pensamiento aliados con los recuerdos, por ahora pueden circular con libertad, sin pasar los controles de seguridad ni pagar aranceles aduaneros. Tampoco necesitan pasaportes, visados o vacunas; ni alteran normas migratorias.

Pero si hasta la Naturaleza ha producido desigualdades y opuestos:” estaciones del año, frío para unos calores para otros; florecer la vida en un lado, recoger las hojas caídas en el otro ¿Dónde está la igualdad tan proclamada...?

Parece que la tal ansiada igualdad no existe ¿Ni para la Naturaleza? - La Naturaleza es otra cosa. Sabe compensar y equilibrar adecuadamente a todas las partes de sus dominios. Tiene zonas neutras estables sin muchas variaciones de frío/calor con sus lluvias de turno. El resto, va en rotaciones más o menos previsibles y armoniosas. Hoy el frío para unos y el calor para los otros que cada seis meses se invierte. Mañana la fertilidad de la primavera para unos y el ocaso del otoño para otros, que al medio año se cambia. Los fríos extremos y los calores extremos también tienen sus compensaciones naturales, para que las criaturas de “flora y fauna” puedan cumplir los objetivos trazados por la Naturaleza.

Y aunque pueda suponerse que el Orden Natural de la Tierra sigue su ruta sin enemigos, desde no hace mucho tiempo se sabe que esto no es así.

El hombre con sus ansias de dinero, de poder y despilfarro de recursos – la ambición del tener para exhibir -  lo ha llevado a destruir factores naturales imprescindibles para la Vida sobre la Tierra, introduciendo o alterando otros, que han producido, están produciendo y producirán graves alteraciones de todo el “Hábitat” de nuestro mundo, sin que le preocupe demasiado.

El hombre para mantener el “soberbio orgullo de mostrarse al otro”, es tan capaz de perder su juicio, como actuar a lo” bonzo prendiendo fuego a su propia casa con él adentro”.

Y repito una vez más en estos escritos dedicados a Aliste por rutas de Tolilla:” En el mundo de hoy hay muchísimos dirigentes de la alta política, que a sabiendas, con informaciones y asesoramientos adecuados (no solamente la del “primo ingeniero” como dijo alguno conocido), sobrepasan el prepotente absolutismo de Luís XV, por el daño que producen y la terquedad de los intereses que defienden, aún a sabiendas que están cometiendo barbaridades contra la Vida, incluyendo la de él y los suyos presentes y futuros.

Como dijo don Nicolás Maquiavelo, casi 500 años atrás en su Príncipe: “Al hombre le preocupa más el patrimonio que la propia sangre. De la pérdida de la sangre se olvida; de la pérdida de patrimonio, No”.

Ahora vamos a re direccionar el Hemisferio. Del frío del Sur (aunque no tanto por ahora en esta zona) pasamos al calor del Norte, veraniego y vacacional por merecimientos.

Aunque en Aliste se dará la paradoja que los descendientes de los pobladores seculares de la Comarca, muchos de ellos por suerte, vienen a pasar las vacaciones donde sus ancestros nunca descansaron y, no porque no sufrieran cansancio. Son las vueltas de la vida en los tiempos.

A disfrutar en los parajes de los ríos, manantiales y riberas; montes y arboledas; zarzales donde tiempo ha, las huertas y cortinas envidiaban con sus frutos al aire o bajo tierra; jarales y matorrales lozanos, asentados en lo que algunos años atrás brindaban el preciado cereal; todo eso tan cercano, tan pariente y conocido, aunque se vea por primera vez. Son los ecos de las voces de los tiempos, que en forma mágica se acercan en el silencioso diálogo de la comprensión y el entendimiento. Ecos alegres y jubilosos al saber que parte de su vida transmitida al presente, disfruta en mayor o menor medida del desarrollo y del progreso, rompiendo el aislamiento secular.
Repetiré que a los de Tolilla de Aliste, los saludo en ese Recreo de Armonía Vecinal, alrededor de la gran Mesa de la piedra del Molino a la sombra de los chopos y a la vera del Río, entre la poza de los Lavaderos y el regato de riego de las huertas de los Linares y los huertos de la Puente de Abajo, que tal vez luzca tapado de tierra y sin agua, sólo identificable por los que lo conocieron útil y funcional.

Un fuerte abrazo individual y colectivo para los vecinos de la recordada Comarca de Aliste.

Desde la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la Argentina, Doce (12) de Julio de Dos mil ocho (2008).


Simón


 P.D.Un saludo complementario adicional, para todos los asistentes a las nuevas Fiestas del Pueblo en los días 08 y 09 de Agosto, las que han participado del adelanto de un mes por las urgencias de los tiempos, razonables entendibles y justificadas.Después de todo, la instauración de una "fiesta" no es ni "dogma ni sacramento".¡Chau!