miércoles, 17 de agosto de 2022

 PREGÓN DE FIESTAS MAYORES

Sergi Rodríguez López-Ros (Barcelona1970) es un académico español, miembro del Servicio Exterior, actualmente vicerrector de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona.



Sr. Alcalde, Sres. Miembros del Pleno Municipal, Sr. Juez de Paz, Sres. Jefes de Puesto de la Guardia Civil y la Policía Nacional, Jefe de Agrupación de Protección Civil, Sr. Párroco, queridos vecinos, queridísima familia:

Quisiera iniciar este pregón agradeciendo a la Corporación Municipal la confianza de haberme confiado ser pregonero de las fiestas, cuyas palabras son el pórtico de las Fiestas Patronales de esta Villa. Sé que hoy no sólo está feliz mi familia sino, desde el cielo, todos los familiares que me han precedido.

Como seguramente sabéis, pregonero viene del latín praeco, es decir, el que proclama, por lo que tengo este año el honor de proclamar las bondades de esta Villa, antiguas, presentes y futuras.

Decía el poeta Antonio Machado que su infancia eran recuerdos de un patio sevillano. La mía son recuerdos de una casa alistana. Era el hogar de mi abuelo Miguel Rodríguez Mañanes, capitán de la Guardia Civil, y mi abuela Manuela Muñoz García, madre de cuatro hijos. Recordaréis seguramente a mi tío Antonio, marido de Raquel Romero Sánchez, y tal vez a mis tías Anuncia y Tránsito. Mi padre, que está hoy aquí, les sobrevive y les representa.

Llegamos a España desde Portugal en el siglo XVIII, fruto de la guerra hispano-lusa de 1762. Somos una familia de militares, carabineros y guardias. Muchos se han distinguido en el servicio del Estado. Nuestro bisabuelo José Rodríguez Calvo luchó hasta en cinco guerras, entre ellas las Guerras Carlistas y la Guerra de África de 1860, y fue declarado por las Cortes dos veces Benemérito de la Patria. Su mujer y bisabuela Josefa Mañanes ayudó a nacer a varias generaciones de alcañizanos, entre ellos la poeta Margarita Ferreras. De aquel matrimonio nacieron mi abuelo y sus hermanos, entre los que destaco a Gerardo, cuyas hijas Luisa, Chon y Luz están hoy aquí. Su sobrino Agustín Rodríguez Mañanes, apodado el inglés, falleció en acto de servicio en 1934, en Benavente, siendo uno de los pioneros de la aviación en España. Y nuestro primo el guardia Gerardo Marcelino Rodríguez Huidobro, recién jubilado, ha tenido el récord del Frontex en detección de personas con perros en Melilla. En Zamora tenemos a mi primo, el ilusionista Miguel de Lucas, y a su abuela y tía mía Agustina Rodríguez Muñoz, hermana del gran D. Ramón, el cura de Trabazos. Y precisamente allí tenemos a Maribel y Salva, padres del inolvidable Pedro.

En los encuentros familiares, escuchaba relatos de unos tiempos épicos. En ellos participaban mi tía Raquel, de la que os he hablado antes, y mis familiares Luisa Muñoz y José Ramos Vaquero. En Barcelona teníamos de vecinos a los Ramos (Cotoví), a los otros Rodríguez (los Tocó) y a la familia de Marciano Santiago, el diseñador y publicista. A menudo nos veíamos en vacaciones con mis tías de Irún, de las que os he habado antes, tan comprometidas con Aliste. Seguramente recordaréis las obras del gran pintor Carlos Las Heras, que supo plasmar en manera excelsa los cielos y los campos alistanos. Y cada año venían a casa nuestros primos Munhoz de Brasil. También teníamos contacto con otros primos lejanos, los Muñoz Corcobado, los Escudero Muñoz y los Peñalosa Muñoz.

De esta forma, para aquel chaval, apodos como Churufa, la Muda, Porrón, Barricos, Conejo, Lecherín, el Tío Paris, la Ramicha, el Tío Chivo, Rabietas, Ángel el Zamorano, Pichi, Carmina la Hojalatera, Paco el Barbero, el Chivo, Fufú, Fugueteiro, Mariquita, Picareto, Darío o Ratica conformaron el imaginario de la infancia, que es ese tiempo feliz donde ubicamos los ideales. Contaba mi abuela que su sobrino el aviador aterrizó una vez en el prado frente a Sahú a los mandos de su biplano Breguet. Su hija Aurita, a la que tanto aprecio, vive hoy en Madrid. También explicaba historias de lobos y ganaderías.

Una casa lejos de Aliste, pero sólo geográficamente lejos, porque estaba siempre cercana en el recuerdo y el afecto. Las noticias del pueblo eran siempre recibidas con impaciencia. Mi abuela guardó siempre su vestido alistano y mis tías hablaron siempre con acento alistano, sazonando sus frases con palabras como rapaz, cuitado o pingar. Por supuesto, usaban el diminutivo –ico: Antoñico, Guillermico, etc. Quien iba a Alcañices tenía que volver siempre con un hornazo. Comíamos arroz a la alistana o bacalao al ajo arriero. Y la canción del reloj de Alcañices era parte de la banda sonora de mi infancia. Desde luego, en las bodas no faltaban las jotas, cantadas por Angelito Romero. La devoción a la Virgen de la Salud y a San Antonio, cuya imagen regaló la familia de mi abuela, era algo central en nuestras vidas. Nos encomendamos a la Virgen de la Salud cuando estamos faltos de ella y, cuando fallece algún familiar, pedimos que recen por él a las monjas del Tránsito.

Luego estaba la diáspora zamorana en Barcelona. Por casa de mis abuelos pasaban alistanos a echar un rato, a tomar café, a dormir y a pedir ayuda. Todos salían con lo que habían venido a buscar. Explican mis padres que el día de su boda, en 1968, tuvieron que invitar a “mucha gente que ni siquiera conocían, todos ellos alistanos”. Los celebrantes eran por cierto alistanos: D. Ramón Rodríguez Muñoz y el P. Gerardo Rodríguez Mezquita. En aquella galaxia zamorana en Barcelona no faltaban la tienda La Alistana y la agencia AlisTravel, iniciativas todas ellas impulsadas por la familia Ramos, que también dio color alistano a la avenida General Mitre con un mosaico de hormigón que representa la flora y la fauna de Aliste. Por cierto, aún recuerdo, como si fuera ahora, ver caminar por el barrio a Esperanza, Tomás y Petra. Todos hacían vida en Barcelona como si hubieran salido el día antes de Alcañices.

Finalmente, y no menos importantes, eran los viajes al pueblo. Mis tíos Antonio y Raquel iban todos los años. Mis padres y yo íbamos bastante menos, siempre a casa de las primas de Irún o a casa de D. Ramón el cura de Trabazos. Mis abuelos fueron menos, a causa de la edad o la distancia, pero cuando murió mi abuelo mi padre llevó un diente y una uña al cementerio municipal de Alcañices. Cuando nació mi hijo Yago, en 2008, decidimos que era el momento de vincularse fuertemente a Alcañices, por lo que compramos las dos casas de Dentro la Villa. Ni que decir tiene que, allí donde he estado, profesionalmente hablando, he procurado siempre dar a Zamora, Aliste y Alcañices el lugar que merecen. Pero eso no me corresponde a mi decirlo.

Quiero iniciar la segunda parte de este pregón como sugería el filósofo Ortega y Gasset. Casi todo el mundo conoce su famosa frase “Yo soy yo y mi circunstancia”, escrita en Meditaciones sobre El Quijote. Pero casi nadie conoce su segunda parte: “Y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. De ahí que formar parte estacional de Alcañices me anime a intentar comprometerme todo el año con su prosperidad, es decir, a arribar el hombro para intentar.

Aliste es uno de los lugares de España con un paisaje más fascinante, una historia más desconocida y un acervo mejor conservado, gracias a unas gentes sacrificadas y solidarias.

Aliste tiene grandes potencialidades, pero hay que pasar ya a los hechos. La despoblación, como problema antiguo y complejo, no tiene una solución rápida y simple. Hay que fomentar la unidad entre los alistanos, crear una estrategia común frente a las administraciones y saber buscar la complicidad del sector privado. Aliste tiene paisaje y personas, patrimonio natural y cultural, y lo que en el sector privado se conoce como territorio, sol y viento. Es el terreno propicio para las renovables, para los cultivos de alta rentabilidad, para las zonas logísticas y puertos secos, para la ganadería extensiva, para los servicios deslocalizados online y para el turismo en sus varias dimensiones (idiomático, religioso, gastronómico, ecológico y cinegético). Para todo ello hace falta conectividad y comunicaciones, así como incentivos laborales y fiscales. Resulta increíble que la Autovía del Duero aun no esté concluida y que el Corredor Atlántico no pase por la línea ferroviaria de la Sierra de la Culebra. Sin embargo, con unidad, picardía y tesón, lo conseguiremos. Tengo claro que la principal aliada será la Unión Europea.

Entre todas las potencialidades dejadme que concluya explicando el pasado judío de la Villa. Ya sabéis que Alcañices fue un castro celta, una encomienda templaria (1210-1371), un señorío marquesal (1371-1820). Pero es menos conocido que durante cinco siglos hubo una comunidad judía en Alcañices. Permitidme si dedico la última parte del pregón a explicar esta apasionante parte de nuestro pasado, que tanto futuro tiene.

La judería de Alcañices existió entre 1259 y 1719. Fue la tercera más importante de la actual provincia, tras la de Zamora y Toro. A través del Archivo General de Simancas sabemos que en su momento de máximo apogeo estaba formada por unas 15 familias o 60 personas, es decir, un 10-12% de la población de la Villa. Se relacionaban sobre con las juderías de San Pedro de la Nave-Almendra, Fermoselle y Zamora.

A partir del Archivo Histórico Nacional, del Arquivo Nacional da Torre do Tombo en Lisboa, el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid y el Archivo Histórico de la Casa Marquesal de Alcañices sabemos que sus apellidos eran patronímicos como Garzón, Gonçales, Fernandez, Lopes, Domingues, Rodrigues da Silva y toponímicos como Alepo, Miranda, Monzón y Toledo. Otros remitían a oficios como Ballistero y Cardoso. Finalmente estaban Da Costa, Vaz, Pereira y Ribeiro.

La mayoría se dedicaban al curtido de la piel o a la fabricación de telas. Por tanto, eran zapateros, peleteros, tapiceros y traperos. Hubo dos juderías, que coexistieron, una dentro y otra fuera de las murallas. La Judería Vieja se ubicaba en torno a la calle de la Obliga, nombre de calle que sólo se da en otros cinco municipios de España, todos con judería y todos en la antigua Vía de la Plata. Hacía referencia a la existencia de una carnicería para judíos. La Judería Nueva estaba en torno a la Travesía de Castropete, zona donde no por casualidad históricamente han existido las instalaciones de producción del municipio (hornos de Morán y Román, fábrica de gaseosas La Salud, etc.). La zona común de trabajo y rezos era Tenerías, donde el agua permitía desalar las pieles o cardar las telas. De ahí el nombre de a Rivera de Bozas, cuyo nombre remite a la ropa arrebujada para secarse.

Siguiendo el curso del río hacia Portugal se encontraba la sinagoga, que aprovechaba el río para las purificaciones; de ahí la cercana Peña de los Judíos. Sobre esa construcción se edificó, tras la expulsión, el Molino de Tenerías. Más adelante está la Fuente del Pingón, donde Jesús Barros ubica la Leyenda de Raquel y Ervigio. Y finalmente, junto a la frontera, la Cortina de los Muertos, que da nombre hoy al antiguo cementerio judío, orientado hacia Jerusalén.

De aquella época queda la costumbre en algunas casas de poner una herradura sobre la jamba derecha de la puerta, como en Dentro la Villa, o hacer un dulce de la suerte, el Bollo Maimón. Y el rodado de la falta alistana recuerda a la giraldeta de la falda sefardí.

Tras su salida forzosa de Alcañices se refugiaron en Portugal, donde junto a Vimioso formaron el Campo de Víboras o junto a Caçarelhos formaron el Vale das Cabanas.

Gracias nuevamente al Ayuntamiento por la invitación y gracias a todos vosotros por vuestra paciencia, que es mucha.

Por encima de todo Aliste es un paisaje de familiares y amigos. Os deseo a todos unas felices Fiestas Mayores, siempre bajo el manto de la Virgen de la Asunción y la intercesión de San Roque.