-Relatos
reales del ciclo agudo de sequía de los años 1942 a 1945, el 45 año de máxima.
-Solución
imaginada y fantástica de aquella sequía con efecto retroactivo, de 66 a 63
años de ocurrida.
Decía
mi abuela María –las otras abuelas también - ¡con pan y vino se anda el camino! Lo que literalmente parecía decir, que con
muy poco se podía ir por esos caminos de rodera, senderos más primarios, o campo
travieso, a cumplir con las tareas cotidianas que imponían las duras
obligaciones del sobrevivir en la Comarca de Aliste y sus Pueblos.
Y,
ciertamente, ese” pan y ese vino” como alimentos simbólicos del cristianismo, eran,
además – o por eso mismo - los nutrientes básicos de esas comarcas desheredadas
por los gobiernos de todo signo a través de la Historia.
Proveían
ni más ni menos, que el preciado combustible de hidratos de carbono, de rápida
absorción, convertidos en energía para poner en marcha desde bien temprano, la
voluntad de hacer y la disposición mecánica del cuerpo para cumplir el
cometido.
Pero
sin saberlo, esas expresiones, acuñadas como sentencia por la cultura del saber
popular, querían decir además a todos los vecinos: “con deseos, voluntad y
tenacidad, el hombre necesita sólo unos pocos medios bien elegidos para andar
el camino en procura de los objetivos”. Sin importar si los caminos eran de
rodera, de sendero, o de pisadas del momento para acortar el camino, con o sin
barro; próximos o lejanos.
Como
de caminos hablamos, en estos momentos voy a intentar trazar en mi mente, unos
planos viales y canales ideales de recorrido con agua de lluvias, que
desemboquen en las cabeceras de los manantiales de los ríos de Aliste:
El
Río Aliste, el Amazonas de la Comarca que le da nombre, allá por las cercanías
de Flechas-Boya y San Pedro las Herrerías; el Cebal en las cercanías de San
Cristóbal; Río Frío, por los cercanos manantiales en la S. de la Culebra en
proximidades de los términos de Cabañas y Sarracín; la media docena de arroyos
de recorrido por una de las partes de Aliste más genuinas, que van a parar al
Río Manzanas con caída de aguas hacia Portugal.
Pero
en especial en los incipientes y modestos manantiales del término de Tola,
donde nace el Río Mena, el que pasa por Tolilla de Aliste, mi pueblo de origen.
En
todos los casos, las conexiones serían con el túnel del tiempo pasado, en los
meses de abril, mayo y junio de 1942-43-44 y especialmente 1945, un ciclo
angustioso de sequía que marcó mi vida para siempre.
Pero
claro está, voy a usar para la descripción de las ilusiones, que no podrán
nunca materializarse - pues ni siquiera llegan a la categoría de ideas posibles
- las abundantes lluvias de estos mismos meses en este año 2008, para llenar
los ríos, arroyos y fuentes de Aliste como se dijo, y compensar con efecto
retroactivo, aquel casi lustro de sequía pertinaz que propinó desastres en
bienes, personas y haciendas. Una especie de volver al pasado personal, con el
deseo de modificarlo, a través del agua.
También
voy a situarme en el Pueblo en esos mismos años, 1942-45, ahora con la
imaginación convertidos en “lluviosos”, en compañía de todos los vecinos de
esos años en las tareas cotidianas de la agricultura y la ganadería, cuando
eran parte esencial de la Vida de los vecinos, pero con el trasvase (sin
permisos de los gobiernos, central y comunitarios) a aquellos años de sequía.
Teniendo
presente aquel pasado, donde huertas, campos, prados, cortinas, cultivos de cereales
y ganadería estaban primorosamente cuidados, como elementos del “ser o no ser,
del vivir o morir”; dejando de lado el estado actual de abandono que subsidia a
matorrales, zarzales y malezas, aunque favorezcan al medio ambiente; estado
visualizado en mis viajes a partir de los años 70 (S.XX). Años en los que el
éxodo de vecinos de la comarca de Aliste y, de otras muchas de España, habían
cruzado su Mar Rojo a partir de los años 60 en la búsqueda de su Tierra de
Promisión (que hoy ni la lluvia podría remediar), en centros de trabajo donde
se trazaba el progreso; unos en la misma España, otros en latitudes diferentes
de la pujante Europa.
En
cualquier caso, era inevitable la angustia del desarraigo, la pérdida de
identidad sumergida en la nueva sociedad tumultuosa e indiferente, que sin
intenciones podía engullirlos, cual culebra a la confiada rana entre las
húmedas malezas.
Sin
duda la juventud, con sueños, voluntad y tenacidad, quería dejar atrás tantos
siglos de aislamiento y olvido. Querían ser actores, aunque en muchos casos
fueran de reparto (extras secundarios); sabían que el” tren del progreso en
marcha” había que abordarlo con decisión y optimismo
¡Era
el momento!
Como
es natural, no todos llegan a la Tierra Prometida; tampoco Moisés pudo llegar,
solamente la alcanzó a ver desde una cima, a pesar que por lo menos en lo
simbólico, lideró una de las grandes rebeliones triunfantes de un Pueblo
“esclavo y sometido” empapado por las “aguas de la Libertad”.
Pero
claro, en ese deambular por el desierto, los jóvenes también arrancaron a
muchos mayores, que creían en ellos y los acompañaban con fidelidad. Era su
propia Vida la que emigraba, y había que acompañarlos en ese nuevo Camino.
Aunque intuían que el nuevo torbellino social, no los iba a hacer demasiado
dichosos en la “Nueva Tierra”, y los haría extrañar, añorar o morriñar (del
gallego) – muchos para siempre –, su “lar” y sus ancestros dejados atrás.
Tampoco
faltaron algunos acompañantes mayores de la “diáspora” cargados de años, de
trabajos y de penas, que pidieran a los suyos que al morir los dejaran volver a
las raíces, para reunir su ADN inerte, con el de sus padres, mujeres, maridos y
hermanos. Pero ese retorno, cada día más espaciado – ahora ya casi inexistente -,
era a bordo de un furgón de funeraria para la despedida final, por el que las
campanas de su pueblo y de su Iglesia, lanzaban al aire el lastimero tañido del
individual sonido:
¡dinn-dannm...
!, para cerrar, segundos después de cada serie, con el golpe conjunto y
asociado de los badajos: el ¡driamm... ¡de retumbe lloroso desde el campanil en
la atalaya del campanario y, escritura de sonidos en onomatopeya.
Eran
los sones de los tristes conciertos, que las campanas como medios primarios de
comunicación a distancia por los siglos, anunciaban la muerte de algún vecino
del pueblo.
Uno
de esos retornos, cumpliendo los hijos su voluntad, fue el de mi madre Balbina
Álvarez. Ella murió en Zamora, donde residió cerca de 30 años, con mis hermanos
Consuelo y Paco; pero era evidente que ella en el cementerio de Zamora no tenía
en esos momentos ninguna raíz familiar. Pensaría con toda razón, que en esa eternidad
se iba a encontrar alejada de los suyos, tanto de las transmisiones genéticas,
cuanto del compañero elegido por voluntad y afecto, para fundar en forma
conjunta la herencia de la nueva y propia Familia.
¡Las
cosas que puede construir e idealizar la Mente...! Que, a sabiendas de la
irrealidad, igual se disfruta, por lo menos en mi caso.
Puesta
cada cosa en su sitio, ya veo casi en la entrada del verano 2008 (en el H.
Norte) al río Mena caudaloso (pero de verdad), a las acequias de riego con sus
regaderas secundarias llenas de agua (el árbol vascular del riego), a los
patatales del: Alisón, Pradote, Prado Curato, Las Cruces, huertos de la Puente
de abajo y Vegamolino, llenos de ramas frondas y flores. Las cortinas de tras
las Casas, con las patatas de secano casi a punto para empezar a comerlas, las
cortinas de la Clementa con garbanzos verdes henchidos, que de mañana eran
portadores frutos y plantas, de una especie de rocío salobre, que al pasar
entre las ramas escocía en las canillas de los rapaces llenas de arañazos y
mataduras; la Cortinona con cebada en la parte de arriba y con muelas
(almortas) en la parte de abajo, a veces mixturadas con guisantes; el Huerto de
la Güera (Huera), lleno de lechugas y pimientos; la llata de las Fonticas del
Castro (manantial seco por aquellas sequías del 45) con tomates incipientes
entre las verdes y espesas ramas ( las que daban tomates con olor y sabor a
tomates); berzas en la llata de la fuente y en parte del Alisón.
Dejo
expresa constancia que a mí me encantaban los garbanzos, las muelas y los
guisantes (menos) y los granos de cebada verdes y pelados, los propios y los
ajenos, que no era el único que sin “querer queriendo” tiraba la mano de la
tentación en forma disimulada, tal vez por aquellos dichos de que lo que hay en
España es de los españoles.
Algo
parecido solía suceder con los melones, sandías, peras, manzanas y uvas; donde
el hurto parecía más sabroso que los frutos obtenidos por derecho propio. Esas
tentaciones de los niños muchachos – a veces no tanto, que solían ser de mayor
envergadura – que respondían al ejercicio natural de las travesuras, como a la
necesidad de llevarse algo necesario, sabroso y apetecible a la boca, para
satisfacer los deseos y el paladar, con el chasco frecuente de estar todavía
verdes (no maduros) con secuela de retortijones dolores de tripas y diarreas.
Uno
andaba metido por ahí en esas huertas y cortinas, en medio de las tentaciones
al alcance de la mano, que le resultaba casi imposible echar la mano para
atrás. Era un poco el dicho de mi abuela materna Juana (abuelastra o abuela
putativa, pero abuela en el afecto):” El que está entre las tentaciones, el que
administra y, el que la boca enjuaga: algo traga”.
--
Sigamos por los Caminos:
El centeno
bien avanzado y el trigo con sus penachos verdes y sus espigas bien preñadas de
granos en maduración; cultivos que, en extensión vistos en perspectiva a la
distancia, con la brisa del viento producían olas de espigas a lo largo del
Sierro las Corzas, encima y debajo el Camino, el Campetón, las Perinquinas, el
Ramajal, las laderas de la Cumbre y la Ladera propiamente dicha; las del Ñal de
la Cigüeña y los Pradicos, el Cotorro y la Vasca; los Ferreros y algo del
Cotorrón. Pero se daba un fenómeno añadido especial, en los trigales del llano
en vaguada entre las Fontaninas y el socavón que desaguaba por la cañada de los
Pradicos hacia la Peña el Campo; de mediados de mayo hasta finales de junio,
florecían entre el trigo una cantidad y variedad de amapolas (1): rojas,
blancas, moradas, amarillas y rosa, que eran una maravilla de colores al
observarlas con detenimiento.
Allá
lejos, muy lejos, en la Sierra la Culebra por las solanas en el recorrido
Noreste, tal vez en términos de Río Frío, Sarracín, Cabañas, San Pedro las
Herrerías y más arriba, de tanto en tanto empezaban a divisarse las humaredas
espesas y persistentes de los incendios del monte. Humaredas más frecuentes y
densas en los meses de Julio-septiembre de cada año.
(1).
NOTA: Estas amapolas, son de la misma familia, aunque silvestres e híbridas, de
las clásicas adormideras de donde derivan los opiáceos. Incluso las viejas
abuelas decían que sus infusiones, eran buenas para dormir y para los dolores
de muelas ¡El saber de la cultura popular, sin saber por qué...!
Como
todo este armado de ilusiones, surge de las benéficas
lluvias
de primavera, vamos a disfrutarlas:
En
primer lugar, voy a recordar mi afición y éxito en la pesca de cangrejos en el
Río Mena – del tipo langosta (mucho más pequeños, pero tan sabrosos), entre
verde y marrón obscuros - con las cangrejeras, una especie de garlito, que en
general comenzaba en el mes de abril y concluía en Julio. Después de Julio la
pesca del cangrejo había que hacerla a mano en las cuevas donde se metían en
forma colectiva, o con red embudo, dado que no acudían a los cebos de las
cangrejeras.
En
aquellos años, en todos los recodos del Río en el término de Tolilla se
pescaban cangrejos en abundancia, por el procedimiento señalado.
También
en el mismo Río, en término del vecino pueblo de Mellanes, a unos 3,5 km., de
distancia hacia el Suroeste, a partir del arroyo que desembocaba en el Mena en
la parte de abajo del Pueblo, muy rico en cangrejos, que venía de la sierra que
limitaba con Ceadea. Había unas pozas de cierta profundidad y longitud que eran
abundantes. La parte más honda, cerca de Mellanes, pues luego el caudal se
desperdigaba en brazos de poca profundidad y rápido recorrido de las aguas, no
aptas para las madrigueras refugio de los cangrejos.
A
través de la observación y la experiencia, había detectado en qué lugares se
pescaban más, y en qué lugares eran más grandes.
En
término de Tolilla, casi en la raya con Mellanes, había unas pozas y remansos,
en la parte de la ribera que se llamaba el Molino Tubal (por un antiguo molino
en el paraje). De ahí para abajo, había unas pozas profundas, con un dique
artesanal de piedras, que embalsaba las aguas que discurrían por el canal que
alimentaba al Molino (todavía existe, aunque sin uso), que cuando superaba el
nivel del dique, el agua pasaba por encima corriente abajo, hacia otro dique
menor cercano, también de piedra bien calzada, que en el verano se ajustaba
para el riego de las huertas, por acequias y regaderas.
Era
la primera azuda (azud) grande en el curso del Río, con praderas laterales de
encima la Azuda, en el margen derecho río abajo, enfrente, el otro margen con
la pradera del Ancho. Tales praderas, si bien abiertas para uso del ganado
comunal o colectivo, en parte del año, eran propiedades de minifundio
particulares, denominadas llameras.
Las
aguas de la Azuda, que recibían aguas de manantiales en profundidad eran
bastante frías, aún en pleno verano poco agradables para nadar. Había que tener
la precaución de no tirarse de golpe, por las diferencias de temperatura entre
el cuerpo y el agua, aunque por profundidad, anchura y longitud, eran ideales
para nadar en todas direcciones.
Las
aguas del Mena por Tolilla en general, eran bastante frías, pues aparte de esos
manantiales subterráneos, las tupidas arboledas de “alisos” emplazados en las
orillas, con el follaje en arco por encima del río, impedían que los rayos del
sol calentaran el agua profunda.
Tales
aguas frías, eran poco amigables para el hábitat de los cangrejos, hasta por lo
menos Julio-agosto, meses no aptos para la pesca con cangrejera, sobre todo agosto.
Sí había algunas pozas (pocas) y remansos bien irradiados por el sol de verano
que se podían disfrutar a “pata suelta”.
Más
abajo había otra azuda paralela al canal del molino, con el mismo tipo de dique
de piedra, con el propósito de embalsar el agua con otros fines, que no fueran
riego, como para que el ganado bebiera. También se utilizaba para poner en
remojo durante unos días, por el mes de septiembre de hace muchos años, los
manojos de las plantas de lino enteras (ya sin la linaza), para darle
elasticidad y firmeza a las hebras, sin que se rompieran cuando en los poyos de
piedra, situados en varios lugares del Pueblo (de los pueblos) el haz ya seco
se golpeaba con la “mayadera (2)” (majadera) para sacarle a puro golpe la paja
y dejarle la fibra (la estopa, la más basta que queda en el rastrillo. La de
lino era la fibra más fina y larga que luego se hilaba).
El
lino (la planta) en remojo en manojos verticales cubiertos por el agua
estancada, traía aparejada la muerte de los peces, al impedir los taninos disueltos
en el agua la oxigenación de la misma. Aparecían muertos en la superficie
flotando, o dando desesperadas” boqueadas” antes de morir.
(2).
NOTA: La mayadera (majadera), era un cilindro de madera
(tronco,
en general alisado) de superficie bastante regular, de unos 30 centímetros de
largo, y un diámetro de 8 a 10 centímetros. En uno de sus extremos, en el
centro, tenía inserto un mango agarradera, de un diámetro de 03 a 04
centímetros, y la longitud de la palma de la mano, la que se aferraba al mango
y palo va y palo viene, y entre tanto las mayadoras (más) o el mayador (menos),
se entretienen.
De
esta mayadura (majadura) del lino y del proceso referido, yo fui testigo por
poco tiempo siendo muy niño, aunque lo recuerdo. Veo a mi abuelo paterno Francisco,
que murió el 04 de agosto de 1932, cuando yo tenía 03 años y 07 meses,
manipulando el rastrillo, las cardas y los peines con la lana y el lino. Y, a
mi abuela María, + Abril del 35, hilando el lino para usos propios con destino
principal a camisas, de hombres y mujeres, con puños, caladas y bordadas (la
tía Rosa Gelado era una artista); también para sayas interiores de mujeres
debajo de los manteos con ruedo y los viejos camisones. Eso sí, los usuarios
hombres y mujeres, eran de la vieja guardia, que revistaban por lo menos de
abuelos/bisabuelos.
Las
escenas artesanales relatadas de mis abuelos, sobre el lino, por lo menos
serían del otoño/invierno de 1931, o de 1930.
Al
seguir el curso del agua del río hacia la desembocadura, hacía la Puente del Pontón,
confluían dos cursos de agua: Uno de la azuda anterior, el otro el desagüe del
Molino por la compuerta, o cuando superaba ciertos niveles de la presa, pasaba
a un aliviadero lateral.
Después
de la Puente de Arriba (del Pontón), venía el pozo del mismo nombre, que en
verano aumentaba de nivel (cuando el agua era abundante), por la retención de
otra presa artesanal de piedra y panales de pradera, levantada en la llamada la
Caleja (Calleja), por donde baja uno de los brazos del río bordeando las huertas
llamadas del Prao Curato (Prado Curato) a las que regaba una acequia principal,
con regaderas derivadas en las cabeceras de cada una de las huertas.
La
acequia principal iba cerca de la Puente de Abajo, cruzando el camino de rodera
que iba a Flores de Aliste, para regar todo el grupo de huertas que llegaban
hasta el puente del Molino los Corderos (quedan vestigios unos 200 metros más
abajo), que empezaba con una huerta nuestra y otra del tío Aquilino, en lo que
había sido un prado de la abuela materna (la tía Paula) de mi tía Antonia
Gallego, y terminaba en la huerta del Cura y el huerto de la tía María Gelado.
En
la parte más cercana a la presa, que daba a las llamadas huertas del Pradote,
sí se pescaban cantidades de cangrejos en los meses de mayo y junio, también en
la poza de la Juncal, donde la cantidad era menor, pero más grandes; en las
pozas y remansos de la Puente de Abajo y en los pozos de los Linares también.
De
la Poza de la Juncal, se derivaba el otro brazo del río, que retorcido lateralizaba
la pradera llamada del Ejido, hacia otra poza que tocaba el camino de la
Calzada, que surtía por un lado a los llamados Llenaderos, donde vecinos de la
parte de abajo del Pueblo iban a llenar cántaros y cubos (herradas) para el
agua de consumo diario. De ahí salía otra acequia, que al costado de la Iglesia
se bifurcaba en dos: Una para el riego de las huertas de los Linares, que
empezaba en el prado del tío Juan González Salvador, para seguir paralela a la
Corredera, hasta el final. La otra, por la calzada hacia la Puente de Abajo por
el costado del prado citado del tío Juan González, hasta la punta del huerto
nuestro llamado el Huertín (con buenas matas de hortelana, te verde, azucenas y
perejil) muy apto para los pimientos morrones, seleccionados por mi madre, que
en pimientos y tomates era “una campeona”.
Por
el costado del Huertín al lado de las paredes de las huertas, iba la acequia,
que recién era útil en el riego por inundación de los surcos, en la huerta del
tío Mariano Sutil de Lober, el huerto de la Puente nuestro y, el del mismo
nombre de la tía María Gelado (la Colorada, por el color del pelo). Luego mi
Familia, algún año después de emigrar yo a la Argentina, por compra unificaron
en una unidad las huertas adyacentes: La de la tía María Gelado y la del tío
Mariano Sutil.
En
esa poza previa a los Llenaderos, en su
parte de arriba sobre la calzada, a la altura de una cortina nuestra, que tenía
abundantes negrillos (todos los negrillos desaparecieron por enfermedad), en un
trecho de 10-12 metros se pescaban cantidades de cangrejos, pues los huecos de las
paredes que sostenían la calzada, eran refugio muy adecuado para ellos; además
el espejo del agua estaba muy irradiado por el sol, de manera que la
temperatura de Abril - Mayo y Junio (parcial) era muy adecuada, y como estaba
lleno de ranas, abundaban los renacuajos que eran un buen alimento.
Río
abajo, vamos a parar al punto final de la abundante pesca del cangrejo, se
trata de una poza, en un paraje del Molino los Corderos, que casi coincide con
la cabecera de una huerta del tío Benito Martín.
Esta
porción de río, con la del Molino Tubal y la poza del Pradote, eran los lugares
ideales y seguros para pescar muchos cangrejos en poco tiempo, sobre todo
cuando en el mes de mayo abundaban las lluvias tormentosas, pues con las
tormentas los cangrejos salían desesperados en busca de la comida de los cebos
de las cangrejeras.
Con
frecuencia, con espera escasa de una hora desde que la cangrejera era tirada al
río, se pescaban por cada unidad grande entre 10 a 15 cangrejos; como la
batería era de unas 10 cangrejeras, una tarde de pesca podía rendir unas 20
docenas de cangrejos. Toda una cesta - de mimbre - llena, que en su parte alta
eran tapados por las toscas algas (rumiacos) húmedas, para que los cangrejos no
se salieran de la cesta y se mantuvieran húmedos y vivos por lo menos por 48
horas.
El
más apetitoso de los cebos para los cangrejos: “Sin duda las ranas peladas,
enteras y sin tripas”. Esas cosas que no se enseñan, se van aprendiendo con las
observaciones de los intentos que producen los mejores resultados.
Yo
había probado, por haberlo escuchado a varios aficionados a esta pesca, con
carne de lagarto, sardas, escallos y con carne de oveja muerta, pero no
funcionaba bien. Como era buen pescador de ranas en el Río con bolita (primero
de trapo colorado y luego de pescar la primera rana con su piel), se me ocurrió
poner la rana pelada (sin pelar tampoco atraía a los cangrejos) como cebo.
Quizá más que ocurrencia, fuera el cebo más fácil de conseguir, sin tener que
ir a cazar lagartos, pescar sardas o escallos, ni esperar que se muriera alguna
oveja o similar. El caso que la rana pelada para mí fue la solución.
También
se decía que los cebos para los cangrejos tenían que tener olor fuerte (la
descomposición de las proteínas). Prueba que hice con malos resultados; a las
ranas con olor los cangrejos casi ni se arrimaban. Sí les gustaban las ranas
peladas, y cuanto ¡más frescas mejor...!
De
manera que sí, en la casa comíamos muchos cangrejos, después de cocerlos:
“Mojados en salsa de vinagre y aceite, vinagreta, en tortilla o untados con
salsa mayonesa (casera)”. Una excelente manera de satisfacer al paladar, y
regalar a nuestra biología, medio cansada de la abstinencia y el ayuno de sus
largas cuaresmas, magníficos nutrientes con un contenido proteico de alta calidad.
Con
el tiempo los más grandes los seleccionábamos y los vendíamos en Alcañices a
buen precio, en general a los muchos clientes de mi madre, que los proveía de
plantas de almáciga de pimientos morrones y tomates todos los años.
Concluida
la pesca de cangrejos y la posterior degustación en sus varias presentaciones y
salsas, volvemos al riego de las patatas y anexos:
Voy
a tomar como muestra dos huertas. Primero la del Alisón; luego la más
importante, la del Pradote.
La
primera se regaba con el agua que pasaba por arriba del dique de la presa del
Molino (entre la Azuda y el Ancho), para formar otro diquecito metros más
abajo, también de piedra, que para evitar pérdidas de agua por entre la pared
de piedra en la parte de abajo, se tapizaba hasta la altura conveniente con los
llamados panes de hierba con la parte de la tierra sostenida por las raíces;
panes que se cortaban en las praderas contiguas con el canto de una pala, o el
corte de la azada.
Esa
relativa impermeabilidad del dique, siempre había alguna pérdida de agua, pero
en la parte más alta, permitía elevar el agua embalsada hasta el nivel adecuado
para que la presión hidráulica cumpliera el cometido.
Antes
de la temporada de riego, todas las acequias troncales se limpiaban de zarzas y
malezas acumuladas desde el año anterior, para ponerlas a punto. Estas tareas
eran colectivas y de prestación gratuita y obligatoria (salvo caso de
imposibilidad) por todos los vecinos del Pueblo o propietarios de las huertas
del tramo a regar. Las secundarias o regaderas interiores, quedaban a cargo de
los propietarios de las fincas o huertas.
De
la troncal alimentada por el diquecito del ultimo referido, se nutrían las
acequias/regaderas del complejo de huertas del Alisón y del complejo de la
Juncal, con algunos intermedios de bombeo manual con herrada, por tener un
nivel más alto al que no llegaba la presión hidráulica.
El
riego simultáneo (Alisón y Juncal) era incompatible, dado que la acequia Juncal
tenía un mayor desnivel, y por ley de gravedad sustraía todo el caudal de agua.
De manera que había que pactar los turnos para el riego, que en el Alisón en
general eran de tarde y primeras horas de la noche.
La
regadera del Alisón, entraba en diagonal por la cortina de Marciano Álvarez y
Hermanos, llamada la cortina de los Corredíos (creo) por desembocar en sus
orillas el arroyo del mismo nombre. De ahí se extendía hasta el final del
complejo, que llegaba hasta el entonces camino de rodera de Tolilla a
Rabanales.
Si
bien las plantaciones de patatas, los patatales, tenían surcos en la tierra, se
puede decir que el riego era por inundación, dirigida por sectores que
abarcaran una cantidad de surcos hasta completar el riego total. Riego que de
noche era más beneficioso, y quizá algo más rápido, al no estar presente el calor
del día que producía evaporación. De cualquier manera, demandaba un buen rato.
Era
una maravilla oler la tierra mojada y escuchar el tenue ruido de las burbujas
de gases orgánicos al penetrar el agua en las raíces y en las nuevas patatas en
crecimiento debajo de la tierra. Uno que era parte de todo eso, disfrutaba y
respiraba aliviado, como si después de horas sin beber soportando el calor, se
sentara en las orillas de la Fuente el Campo de Tolilla, para beber a presión
sus inigualables aguas frescas y ferruginosas. Lober también tiene su Fuente
Ferrada, que es posible sea del mismo origen la corriente subterránea del
manantial.
En
algunas de esas tempranas noches de años ha, nos encontramos en las mismas
tareas de riego, Teodora, Brígida y yo, dado que teníamos huertas colindantes.
De esta manera, con la compañía, el riego era más placentero y entretenido,
para una vez terminado, rumbear hacia el Pueblo, por la cuesta las Cortinonas
arriba. Ellas vivían en la parte de Arriba el Pueblo, yo en la de Abajo, pero
era un deber y un gusto acompañarlas.
Ahora
vamos al riego de la huerta del Pradote. Pero eso tiene otra historia:
En
su día era un prado, que dado su nivel y proximidad con el nivel de la azuda de
enfrente no necesitaba riego. Eso decían mi padre y los otros vecinos de
huertas sucesivas, cuando roturaron las praderas para convertirlas en huertas.
De hecho, la conversión de praderas a huertas, creo que la hicieron allá por
1910, cuando mi padre tenía 10 años.
Por las
causas señaladas, el trazado/ejecución de la acequia de riego a la Juncal, no
había considerado las praderas luego devenidas en huertas; la nuestra y las
otras sucesivas del mismo origen y de otros vecinos, también con cultivos de
patatas, que se daban muy bien. Para nosotros era de lejos la finca de mayor
producción.
Hay
que recalcar que las patatas eran de consumo esencial, intenso y diario en toda
la Comarca. No en vano se comentaba ¿cómo era la variedad de las comidas?:”Por
la mañana patatas, al mediodía patatolas y, por la noche patatas solas”.
Respecto
a esos comentarios: El Pradote no necesita riego, opinión general, yo tenía
serias dudas a partir más o menos de los 12 años.
Tenía
dudas, en razón de que, si la tierra tenía suficiente humedad, las ramas de las
patatas en Julio y Agosto (los de más calor), no tenían que estar mustias
(marchitas) como a veces estaban. Tenían que tener la misma vitalidad y
lozanía, que las de otras huertas que recibían riego regular.
Estas
reflexiones se las hice a mi padre cuando yo tendría 14 años, con la sugerencia
que fuera al Alisón a ver el patatal regado la noche anterior, y comparara las
ramas erguidas, de verde oscuro brillante, con las ramas un tanto lánguidas del
Pradote. La diferencia no podía ser otra que el grado de humedad en los
primeros 25-40 centímetros bajo tierra. Hizo la comparación a la misma hora,
alrededor de las 18 horas y, sí notó la diferencia.
La
solución estaba en el riego del Pradote, idea que desde el principio también
sostenía mi hermano Paco. Pero ¿Cómo?
-
Pues fue así:
Con
mi hermano (Paco) en el taller de mi abuelo Simón hicimos un tinglado de
madera, para meter en el agua de la azuda, que eran unas tablas (dos), clavadas
a un metro de distancia en dos caballetes insertos con sus patas en el fango de
la orilla, que asentaban en el fondo firme, más o menos a nivel. A derecha e
izquierda, encima de cada caballete, dos trozos de tabla clavados, que formaban
cuadro con las primeras, donde se afirmaban los pies del operador acuático (yo,
que tenía más fuerza y vitalidad) en forma firme con las piernas semiabiertas.
Los pies encima de las tablas y debajo del agua unos 15 centímetros; en las
manos una herrada (cubo) de las de latón o cinc agarrada (cogida) por el asa,
que en forma acompasada con flexión en la cintura, la herrada se metía en el
agua y se levantaba unos 20 centímetros, para volcarla al instante sobre unos
panes de pradera, a modo de colchón amortiguado, en la cabecera de una
regadera hecha en la pradera con pala y
azada, que pasaba por un portillo de la pared de la huerta, hasta la regadera
hecha al efecto en la parte interna o cabecera de la misma ( la huerta ).
De
la distribución y administración del agua, por sectores reducidos para que no
perdiera potencia hidráulica en el ligero plano inclinado, por los
4-6 surcos
elegidos por sector longitudinal, eran responsables nuestra madre Balbina y
nuestro padre Pablo.
El
período normal del riego era desde más o menos el 15 de junio al 15 de agosto.
La frecuencia del orden de 10 días; a veces del 15 de Julio al 15 de agosto, lo
más caluroso de verano, requerían riego cada 6 a 8 días.
Eso
sí, para poder cumplir con el cometido, era de necesidad que la azuda tuviera
buen nivel de agua embalsada. Caso contrario todo el “negocio metido en el
pozo”. Pero ya dijimos que las azudas las imaginamos llenas, con las conexiones
mentales de las lluvias reales de mayo y lo que va de junio de este año 2008.
Eso
demandaba unas 3 horas de tareas efectivas, del uno, dos; uno, dos...cargando y
descargando la herrada (capacidad mediana) de unos
6-7
litros por vez, con una frecuencia de unos 15 impulsos por minuto. Yo bombeaba
una hora, le daba la posta a mi hermano Paco por media hora, y así hasta
terminar el riego.
Todo
a ritmo sostenido, arriba y abajo, arriba y abajo con flexiones del espinazo,
en la zona renal-lumbar, pues de lo contrario disminuía el caudal de agua y se
lo tragaba la tierra sedienta en la cabecera de la huerta. En tal caso, el
tiempo hubiera sido mucho más, con más esfuerzo y peores resultados en el riego
total, bien empapado, de la huerta.
A
mano alzada, ese motor con combustible a sangre y acción muscular en cuanto a
esfuerzo, se puede calcular así:
03
horas reales X 60 minutos X 15 impulsos de cabeza, corazón, brazos, piernas,
columna vertebral curvada con los músculos y nervios radiados para agacharse y
levantarse en forma coordinada X 6 litros de carga en la herrada de cinc: ““03
Hrs. X 60 min. = 180 mín. 15 impulsos= 2.700 golpes de herrada X 6 litros cada
golpe de herrada o impulso: Total de 16.200 litros"".
Eso
sí, como el gasto de calorías era grande, reponerlas requería del pan de una
buena hogaza, masticado con mezclas de jamón y, algo de chorizo. Para matizar:
Unos buenos tragos de vino. Eran los tiempos que deseaban comida; para comer
sin culpa, sin miedo al desconocido colesterol y, menos aún, al síndrome
metabólico moderno que era desconocido.
Sí
se conocía bien, más por la gente de la Comarca que por los médicos, el
Síndrome de Abstinencia Nutricional. El que permitía jugar a sólo media docena
de glóbulos rojos (eritrocitos) por persona en campeonatos de tajuela, que se
quedaba (la Tajuela) a mitad del camino del chito por falta de hemoglobina y
energía.
¿Qué
mejor hubiera sido una bomba mecánica, con motor de combustión o eléctrico (¿no
había corriente eléctrica, ni mucho menos...? -Claro que sí. Pero era
imposible. Una utopía económica casi inimaginable en esos remotos tiempos.
¡Ah!
- La idea del riego aplicada a la huerta en cuestión, tanto en cantidad como en
volumen unitario y calidad, se puede considerar a “grosso modo”, que aumentó la
producción entre el 30-40% ¡Sí valió la pena...!
De
momento seguimos pensando en las lluvias, en los prados, en los pastos, en las
praderas, en la hierba y en los campos de Aliste.
Como
sobre la siega de la hierba con guadaña y, la de cereales: trigo, centeno y
cebada con hoz (de las que participé a pleno), ya escribí en artículos
anteriores publicados en www.aliste/info/..., voy a referirme a dos recuerdos
especiales, que he elegido de los muchos, vinculados a ambas siegas:
El
primero sería allá por fin de junio o principios de Julio de 1937, todavía en
la siega del centeno.
Era
en la tierra de mi abuelo Simón, llamada la de la encina de Pielamula, por
estar lindando con la pradera comunal del mismo nombre.
Como
es sabido, los aprestos para la siega, cuyo elemento esencial era la hoz,
tomaban posiciones con el toque de campanas para la salida de las vacas a la
Vacada, que justamente la pradera mencionada era la que brindaba el pasto
principal del verano al rebaño de vacas de los vecinos, que cada día iban
cuidando dos de ellos con la asistencia de dos escuderos, rapaces entre 7-9
años, de cuya escuadra escuderil formaba parte con frecuencia: Con la tía Maria
Gelado; con mi tío Simón Casas; Cándida Álvarez; el abuelo Simón; por nosotros;
con Celedonio; y, con el tío Santos Casas: Siete veces por cada roda (de rueda)
completa de todos los vecinos propietarios de vacas. La Vacada comenzaba en mayo
y concluía cuando empezaba la trilla.
Como
tenía 8 años, no participaba en la siega, con otra función que no fuera la de
aguatero: Ir con las barrilas a buscar agua a las fuentes, con burra y
alforjas, para la cuadrilla de la siega. En el caso, por cercanía, sería la
fuente de Urrieta los Chiqueros, manantial que desapareció al final con la
sequía de 1945.
Bien.
Por el mañana temprano, en general se salía de casa a esa hora temprana sin
probar bocado, por falta de presupuesto para café. Pero a eso de las siete ocho
de la mañana, hora solar, las amas de casa en cada caso, se presentaban con el
almuerzo caliente.
Esa
mañana de día y mes indeterminado (sí acotado) del 37, se presentó en la siega
mi madre con el menú del almuerzo, que desplegó encima de un paño de género,
que oficiaba de mantel pequeño, luego de darle un par de patadas a los surcos
con las cholas para emparejarlos. Encima de los surcos emparejados una gavilla
de centeno para poner el paño o mantel arriba.
Las
ollas o similares con la comida eran colectivas, es decir, toda la cuadrilla
metía a su turno la cuchara, para ir sacando su cuota parte, hasta agotar el
contenido. En caso de residual de caldo, si era poco, tenía preferencia el
patriarca de la familia. Si era cantidad, a sorberlo por roda del mismo
recipiente hasta el final.
El
menú en cuestión, todavía bien recordado, era de entrada un guiso de patatas
nuevas de la cortina de atrás de la Casa: “La Cortina de Tras”, con abundantes
raspas de bacalao, un arroz a punto que no sé de donde salió (plena guerra en
España), unos trocitos de tocino fritos con cuero, y un caldo al pimentón
saturado de los componentes para deleite del paladar, que se acabó antes de lo
deseado.
Luego
una tortilla de patatas nuevas de la misma cortina, con un poco de cebolla bien
picada, que hacía bailar una alegre “muñeira” a las papilas gustativas. Una
parte de la tortilla, pues la otra parte estaba destinada a las 10, así llamada
por la hora aproximada de reponer energías.
Mentiría
si al escribir esto, no me pareciera estar disfrutando las sensaciones de ese
almuerzo maravilloso, de aquella mañana de junio o Julio del 37, a casi 71 años
de distancia en mi Vida.
También
caigo en la cuenta, que de toda la cuadrilla allí reunida: El abuelo Simón, mi
padre, mi madre, mi tía Victorina, mi tío Agustino y yo (Paco, mi hermano
fallecido y, Consuelo, la mayor de las hermanas, a la sazón con 15 meses se
habían quedado en Casa de Cándida), el único supérstite es el suscripto.
El
recuerdo del almuerzo, es sumamente agradable; el de los comensales ya
desaparecidos, recordarlos como eran es honrarlos, pero con inevitable
tristeza, al llevar en mayor o menor medida parte del ADN de todos ellos.
El
otro recuerdo “desinsaculado” (3) de la memoria, a imitación del dicho del
Presidente del Congreso de España señor Bono, el día que se eligió Presidente
del Gobierno, J.L.R. Z, para el período 2008-2012, se remite a un paraje de
Tolilla de Aliste que nada tiene que ver con las majestades de Madrid, ni del
Congreso y su Recinto, con las expresiones Sí (la mayoría) y No (la minoría).
Pero para mí, en el recuerdo, seguro más importante:
(3).
NOTA: Con la expresión de Bono, hubo una carcajada en el recinto, pero él
además confundió el término llamando desinsacular (sacar del saco) a meter las
bolitas en la bolsa, que es insacular (poner en saco). Algo que suele pasar en
el ejercicio de esos cargos, en momentos de alta solemnidad y concurrencia.
El
recuerdo Nº Dos, luego de leída la Nota (3), que es de comentario relacional
fuera de contexto, ocurrió en el prado de nuestra propiedad llamado de
Valdesanabria, porque la pradera comunal que lo rodea se llama así. Era una
mañana también de junio, pero de 1941(camino de mis 13 años), donde con mi
padre habíamos concurrido temprano a segar la hierba guadaña al hombro, tareas
que había practicado el año anterior un poco en juego, de manera que ya me las
arreglaba bien para el manejo de la guadaña como aprendiz, y aguantaba bastante
bien el esfuerzo y la regulación de energías que la acción demandaba. También
en el ritual de las 10, con más de 3 horas de rotaciones del tronco hacia atrás
y de derecha a izquierda empujando la guadaña, era necesario reponer energías
gastadas.
Mi
padre (ex Alcalde por el Socialismo en la República), que después de 4 años de
ausencia forzosa, había recuperado la libertad condicional el 14 de mayo del
41, tuvo la idea de comprar un par de quesos de oveja, de los buenos quesos
zamoranos, con destino parcial a la siega de la hierba.
Como
el queso para su mejor conservación, se iba cortando en pequeñas porciones
(como dosis de medicinas homeopáticas para estirar la duración) en forma de
cuña, esa mañana en el yantar de las 10, iniciamos con navaja filosa la
circuncisión del queso.
Por
imperio de la guerra civil, por costo (coste), por falta de hábito; pero más
por falta de recursos para aplicar a la compra de un producto selecto y caro,
calificado de prescindible para los niveles de los pueblos de la Comarca, yo
hasta ese día no recordaba haber comido nunca queso de oveja.
De
más está decir que la iniciación resultó impactante al paladar, a la lengua y a
toda la superficie de la boca sensible a los sabores gustosos. Tanto es así,
que en los 57 años que resido en Argentina (cumplidos el 09-06-2008), de
cantidad y variedad de quesos, incluidos los de oveja y cabra, los he comido
con cierta frecuencia en muchas ocasiones olvidadas. Pero no he olvidado, ni
olvidaré en condiciones de memoria saludable (sana), ese alto de la siega con
guadaña, de ese ritual necesario de las 10 de la mañana, para reponer energías,
en el prado de Valdesanabria, las pequeñas incisiones con la delicadeza de
cirujano en el cuerpo de mi “primer queso de oveja zamorano”, que en compañía
de mi padre masticamos con lentitud y fruición ese manjar artesanal de la leche
de ovejas, con marca zamorana.
Y si
bien en esos lustros (y todavía hoy) los quesos zamoranos, como otros muchos
frutos y productos, que podrían superar a otras marcas en la relación calidad/precio:
Manchego, de Burgos, Cabrales, etc., en los centros urbanos de alto consumo, se
imponían las marcas, conocidas por la logística de distribución.
Luego
de las comidas, cuando arreciaba el canto de la chicharra por el calor, se
impone una siesta de descanso digestivo, bajo la sombra saludable de cualquier
cercana encina (puede ser roble; nunca en la de alisos, chopos o sauces),
conforme a las acciones y comidas recordadas; si bien todavía no llegamos a la
mitad de Junio de 2008, y los recorridos mentales parten desde una distancia
del orden de los 10.000 kilómetros, que por añadidura es el Hemisferio Sur a
punto de entrar el Invierno 2008, no parecerán estas elucubraciones demasiado
lógicas, más allá de las alianzas de ciertas fantasías de pensamiento, con
situaciones reales que dispara la memoria para engendrar el deseo. Ese recordar
para volver a vivir en la intimidad, que todavía parece es de exclusiva
pertenencia al pensamiento humano.
Prometo
en futuro artículo, si a los lectores le interesa, hacer un recorrido por todo
Aliste en compañía de mi nieta Paula Jimena, de 02 años, 01 mes y pronto 20
días; usando como transporte amigo del medio ambiente, un proyectil mental, que
carga como energía el combustible provisto por las neuronas sin CO2, que no
atasca las carreteras, ni puede ser detenido por los piquetes de los
camioneros, de aquí y de allá. Tampoco necesita protección de las fuerzas de
seguridad,” ni pide tarifa mínima asegurada”, dado que en épocas de bonanza
nunca invoca el principio “que el mercado se regula sólo sin la intervención
del estado”.
Ese
pensamiento que toma forma de cohete, sale de las calles de Hipólito Yrigoyen
(Barrio de Boedo) o Bartolomé Mitre (Barrio de Almagro), de la ciudad de Buenos
Aires (Argentina), que distan entre sí 300 metros, con la Avda. Rivadavia, como
divisoria barrial por medio.
La
llegada y salida de Aliste, es el Cosmódromo de los Carrascones, en la pradera
del Campo de Tolilla.
Y
antes de partir para Buenos Aires, les deseo a los de Tolilla, a los de Lober
y, a todos lo alistanos: originarios, derivados o asociados, un saludable
descanso vacacional 2008, por tenerlo bien merecido.
Antes
de esta despedida, en honor de los promotores, ejecutores y circunstantes de
los años 40 (muchos en el recuerdo) vamos a honrar a los mozos y dulzaineros de
Lober, que en aquellas noches estivales aparecían a deshora con los
estrepitosos acordes de la puntera, el redoblante y el bombo, acompañados por
el coro alegre de las juventudes loberas, que se escuchaban bien desde las eras
de Tolilla.
Voy
a recordar algunas de las canciones de moda que entonaban a voz en cuello, en
alguna de las varias noches veraniegas:
01).
Una mañana temprana/cogí mi caballo y me fui a pasear/tengo que cruzar la ría/de
Villagarcía/que es puerto de mar.
Yo
te daré/te daré niña hermosa/te daré una cosa/una cosa que empieza con C.Café.
02).
Un albañil se cayó/de la torre de una iglesia/en los pies no se hizo
nada/porque cayó de cabeza/. Se va por la Barranquilla/ se va el caimán/se va
el caimán/se va por la Barranquilla (ciudad colombiana).
03).
Una vieja se comió/kilo y medio de mondongo/ y toda la noche anduvo/ con el
orinal al hombro/. Se va por la Barranquilla/se va el caimán/se va el caimán/se
va por la Barranqulla.
04).
Pobrecitos los borrachos que están en el Camposanto/ que Dios los tenga en la
gloria/por haber bebido tanto. / ¡Ay! Mari Luz apaga, apaga luz/los borrachos
en el cementerio /juegan al mus...
Y.…muchas
más. Pues las juventudes de Lober eran bien alegres y no perdían ocasión de
demostrarlo.
Cuando
se juntaban en grupo, en son de diversión, aparentaban un poco de petulancia y
fanfarronería. Propio de la psicología grupal, donde el individuo potencia su
autoestima, por la presunta seguridad que percibe del grupo.
Esa
tradicional expresión que “todos juntos somos más”.
Un
abrazo, desde este cercano invierno en Argentina.
Buenos
Aires, Domingo (Día del Padre, por aquí) 15 de junio de 2008.
Simón
Katón.
NOTA:
Felicito a los articulistas, relatores costumbristas y poetas, que escriben en
Internet para publicarlo en ww.aliste.info/pueblos...sobre el vecino pueblo de
Lober de Aliste: Marina Gallego, Jeijo , Gúmaro y los por llegar. Es una forma
testimonial de dejar huellas escritas de la “cultura alistana”, con las particularidades
descriptivas propias de cada pueblo, incluso de cada familia. Dado que con la
despoblación por la “diáspora voluntaria hacia el progreso”, se podrían borrar
con los años las huellas del pasado.
Y no
es bueno desconocer el pasado por los herederos que llevan el mismo ADN en cada
presente, habida cuenta, que las herencias forzosas genéticas, aunque mezcladas
con otras, son las huellas indelebles de la vida anterior hacia el futuro.
OTRA
NOTA:
Por
fin en directo, a pesar de la distancia, he visto ganar a la Selección Española
de Fútbol la Copa de Europa.
Ahora
queda pendiente la Mundial, que España, a pesar de ser una de las fundadoras de
la FIFA tiene todo el siglo XX en blanco más dos campeonatos del XXI.
También
espero que el próximo domingo 06-07-2008 Nadal gane en Wimbledon, y de una vez
pueda ser el Nº Uno del Tenis.