jueves, 15 de marzo de 2018

LA COMARCA DE ALISTE SIN LLUVIAS DE PRIMAVERA, NO TENÍA VIDA. TOLILLA DE ALISTE, UNO DE LOS PUEBLOS DE SU PERTENENCIA, TAMPOCO.



-Relatos reales del ciclo agudo de sequía de los años 1942 a 1945, el 45 año de máxima.
-Solución imaginada y fantástica de aquella sequía con efecto retroactivo, de 66 a 63 años de ocurrida.
Decía mi abuela María –las otras abuelas también - ¡con pan y vino se anda el camino!  Lo que literalmente parecía decir, que con muy poco se podía ir por esos caminos de rodera, senderos más primarios, o campo travieso, a cumplir con las tareas cotidianas que imponían las duras obligaciones del sobrevivir en la Comarca de Aliste y sus Pueblos.
Y, ciertamente, ese” pan y ese vino” como alimentos simbólicos del cristianismo, eran, además – o por eso mismo - los nutrientes básicos de esas comarcas desheredadas por los gobiernos de todo signo a través de la Historia.
Proveían ni más ni menos, que el preciado combustible de hidratos de carbono, de rápida absorción, convertidos en energía para poner en marcha desde bien temprano, la voluntad de hacer y la disposición mecánica del cuerpo para cumplir el cometido.
Pero sin saberlo, esas expresiones, acuñadas como sentencia por la cultura del saber popular, querían decir además a todos los vecinos: “con deseos, voluntad y tenacidad, el hombre necesita sólo unos pocos medios bien elegidos para andar el camino en procura de los objetivos”. Sin importar si los caminos eran de rodera, de sendero, o de pisadas del momento para acortar el camino, con o sin barro; próximos o lejanos.
Como de caminos hablamos, en estos momentos voy a intentar trazar en mi mente, unos planos viales y canales ideales de recorrido con agua de lluvias, que desemboquen en las cabeceras de los manantiales de los ríos de Aliste:
El Río Aliste, el Amazonas de la Comarca que le da nombre, allá por las cercanías de Flechas-Boya y San Pedro las Herrerías; el Cebal en las cercanías de San Cristóbal; Río Frío, por los cercanos manantiales en la S. de la Culebra en proximidades de los términos de Cabañas y Sarracín; la media docena de arroyos de recorrido por una de las partes de Aliste más genuinas, que van a parar al Río Manzanas con caída de aguas hacia Portugal.
Pero en especial en los incipientes y modestos manantiales del término de Tola, donde nace el Río Mena, el que pasa por Tolilla de Aliste, mi pueblo de origen.
En todos los casos, las conexiones serían con el túnel del tiempo pasado, en los meses de abril, mayo y junio de 1942-43-44 y especialmente 1945, un ciclo angustioso de sequía que marcó mi vida para siempre.
Pero claro está, voy a usar para la descripción de las ilusiones, que no podrán nunca materializarse - pues ni siquiera llegan a la categoría de ideas posibles - las abundantes lluvias de estos mismos meses en este año 2008, para llenar los ríos, arroyos y fuentes de Aliste como se dijo, y compensar con efecto retroactivo, aquel casi lustro de sequía pertinaz que propinó desastres en bienes, personas y haciendas. Una especie de volver al pasado personal, con el deseo de modificarlo, a través del agua.
También voy a situarme en el Pueblo en esos mismos años, 1942-45, ahora con la imaginación convertidos en “lluviosos”, en compañía de todos los vecinos de esos años en las tareas cotidianas de la agricultura y la ganadería, cuando eran parte esencial de la Vida de los vecinos, pero con el trasvase (sin permisos de los gobiernos, central y comunitarios) a aquellos años de sequía.
Teniendo presente aquel pasado, donde huertas, campos, prados, cortinas, cultivos de cereales y ganadería estaban primorosamente cuidados, como elementos del “ser o no ser, del vivir o morir”; dejando de lado el estado actual de abandono que subsidia a matorrales, zarzales y malezas, aunque favorezcan al medio ambiente; estado visualizado en mis viajes a partir de los años 70 (S.XX). Años en los que el éxodo de vecinos de la comarca de Aliste y, de otras muchas de España, habían cruzado su Mar Rojo a partir de los años 60 en la búsqueda de su Tierra de Promisión (que hoy ni la lluvia podría remediar), en centros de trabajo donde se trazaba el progreso; unos en la misma España, otros en latitudes diferentes de la pujante Europa.
En cualquier caso, era inevitable la angustia del desarraigo, la pérdida de identidad sumergida en la nueva sociedad tumultuosa e indiferente, que sin intenciones podía engullirlos, cual culebra a la confiada rana entre las húmedas malezas.
Sin duda la juventud, con sueños, voluntad y tenacidad, quería dejar atrás tantos siglos de aislamiento y olvido. Querían ser actores, aunque en muchos casos fueran de reparto (extras secundarios); sabían que el” tren del progreso en marcha” había que abordarlo con decisión y optimismo
¡Era el momento!
Como es natural, no todos llegan a la Tierra Prometida; tampoco Moisés pudo llegar, solamente la alcanzó a ver desde una cima, a pesar que por lo menos en lo simbólico, lideró una de las grandes rebeliones triunfantes de un Pueblo “esclavo y sometido” empapado por las “aguas de la Libertad”.
Pero claro, en ese deambular por el desierto, los jóvenes también arrancaron a muchos mayores, que creían en ellos y los acompañaban con fidelidad. Era su propia Vida la que emigraba, y había que acompañarlos en ese nuevo Camino. Aunque intuían que el nuevo torbellino social, no los iba a hacer demasiado dichosos en la “Nueva Tierra”, y los haría extrañar, añorar o morriñar (del gallego) – muchos para siempre –, su “lar” y sus ancestros dejados atrás.
Tampoco faltaron algunos acompañantes mayores de la “diáspora” cargados de años, de trabajos y de penas, que pidieran a los suyos que al morir los dejaran volver a las raíces, para reunir su ADN inerte, con el de sus padres, mujeres, maridos y hermanos. Pero ese retorno, cada día más espaciado – ahora ya casi inexistente -, era a bordo de un furgón de funeraria para la despedida final, por el que las campanas de su pueblo y de su Iglesia, lanzaban al aire el lastimero tañido del individual sonido:
¡dinn-dannm... !, para cerrar, segundos después de cada serie, con el golpe conjunto y asociado de los badajos: el ¡driamm... ¡de retumbe lloroso desde el campanil en la atalaya del campanario y, escritura de sonidos en onomatopeya. 
Eran los sones de los tristes conciertos, que las campanas como medios primarios de comunicación a distancia por los siglos, anunciaban la muerte de algún vecino del pueblo. 
Uno de esos retornos, cumpliendo los hijos su voluntad, fue el de mi madre Balbina Álvarez. Ella murió en Zamora, donde residió cerca de 30 años, con mis hermanos Consuelo y Paco; pero era evidente que ella en el cementerio de Zamora no tenía en esos momentos ninguna raíz familiar. Pensaría con toda razón, que en esa eternidad se iba a encontrar alejada de los suyos, tanto de las transmisiones genéticas, cuanto del compañero elegido por voluntad y afecto, para fundar en forma conjunta la herencia de la nueva y propia Familia.
¡Las cosas que puede construir e idealizar la Mente...! Que, a sabiendas de la irrealidad, igual se disfruta, por lo menos en mi caso.
Puesta cada cosa en su sitio, ya veo casi en la entrada del verano 2008 (en el H. Norte) al río Mena caudaloso (pero de verdad), a las acequias de riego con sus regaderas secundarias llenas de agua (el árbol vascular del riego), a los patatales del: Alisón, Pradote, Prado Curato, Las Cruces, huertos de la Puente de abajo y Vegamolino, llenos de ramas frondas y flores. Las cortinas de tras las Casas, con las patatas de secano casi a punto para empezar a comerlas, las cortinas de la Clementa con garbanzos verdes henchidos, que de mañana eran portadores frutos y plantas, de una especie de rocío salobre, que al pasar entre las ramas escocía en las canillas de los rapaces llenas de arañazos y mataduras; la Cortinona con cebada en la parte de arriba y con muelas (almortas) en la parte de abajo, a veces mixturadas con guisantes; el Huerto de la Güera (Huera), lleno de lechugas y pimientos; la llata de las Fonticas del Castro (manantial seco por aquellas sequías del 45) con tomates incipientes entre las verdes y espesas ramas ( las que daban tomates con olor y sabor a tomates); berzas en la llata de la fuente y en parte del Alisón.
Dejo expresa constancia que a mí me encantaban los garbanzos, las muelas y los guisantes (menos) y los granos de cebada verdes y pelados, los propios y los ajenos, que no era el único que sin “querer queriendo” tiraba la mano de la tentación en forma disimulada, tal vez por aquellos dichos de que lo que hay en España es de los españoles.
Algo parecido solía suceder con los melones, sandías, peras, manzanas y uvas; donde el hurto parecía más sabroso que los frutos obtenidos por derecho propio. Esas tentaciones de los niños muchachos – a veces no tanto, que solían ser de mayor envergadura – que respondían al ejercicio natural de las travesuras, como a la necesidad de llevarse algo necesario, sabroso y apetecible a la boca, para satisfacer los deseos y el paladar, con el chasco frecuente de estar todavía verdes (no maduros) con secuela de retortijones dolores de tripas y diarreas.
Uno andaba metido por ahí en esas huertas y cortinas, en medio de las tentaciones al alcance de la mano, que le resultaba casi imposible echar la mano para atrás. Era un poco el dicho de mi abuela materna Juana (abuelastra o abuela putativa, pero abuela en el afecto):” El que está entre las tentaciones, el que administra y, el que la boca enjuaga: algo traga”. 
-- Sigamos por los Caminos:
El centeno bien avanzado y el trigo con sus penachos verdes y sus espigas bien preñadas de granos en maduración; cultivos que, en extensión vistos en perspectiva a la distancia, con la brisa del viento producían olas de espigas a lo largo del Sierro las Corzas, encima y debajo el Camino, el Campetón, las Perinquinas, el Ramajal, las laderas de la Cumbre y la Ladera propiamente dicha; las del Ñal de la Cigüeña y los Pradicos, el Cotorro y la Vasca; los Ferreros y algo del Cotorrón. Pero se daba un fenómeno añadido especial, en los trigales del llano en vaguada entre las Fontaninas y el socavón que desaguaba por la cañada de los Pradicos hacia la Peña el Campo; de mediados de mayo hasta finales de junio, florecían entre el trigo una cantidad y variedad de amapolas (1): rojas, blancas, moradas, amarillas y rosa, que eran una maravilla de colores al observarlas con detenimiento.
Allá lejos, muy lejos, en la Sierra la Culebra por las solanas en el recorrido Noreste, tal vez en términos de Río Frío, Sarracín, Cabañas, San Pedro las Herrerías y más arriba, de tanto en tanto empezaban a divisarse las humaredas espesas y persistentes de los incendios del monte. Humaredas más frecuentes y densas en los meses de Julio-septiembre de cada año.
(1). NOTA: Estas amapolas, son de la misma familia, aunque silvestres e híbridas, de las clásicas adormideras de donde derivan los opiáceos. Incluso las viejas abuelas decían que sus infusiones, eran buenas para dormir y para los dolores de muelas ¡El saber de la cultura popular, sin saber por qué...!
Como todo este armado de ilusiones, surge de las benéficas
lluvias de primavera, vamos a disfrutarlas:
En primer lugar, voy a recordar mi afición y éxito en la pesca de cangrejos en el Río Mena – del tipo langosta (mucho más pequeños, pero tan sabrosos), entre verde y marrón obscuros - con las cangrejeras, una especie de garlito, que en general comenzaba en el mes de abril y concluía en Julio. Después de Julio la pesca del cangrejo había que hacerla a mano en las cuevas donde se metían en forma colectiva, o con red embudo, dado que no acudían a los cebos de las cangrejeras.
En aquellos años, en todos los recodos del Río en el término de Tolilla se pescaban cangrejos en abundancia, por el procedimiento señalado.
También en el mismo Río, en término del vecino pueblo de Mellanes, a unos 3,5 km., de distancia hacia el Suroeste, a partir del arroyo que desembocaba en el Mena en la parte de abajo del Pueblo, muy rico en cangrejos, que venía de la sierra que limitaba con Ceadea. Había unas pozas de cierta profundidad y longitud que eran abundantes. La parte más honda, cerca de Mellanes, pues luego el caudal se desperdigaba en brazos de poca profundidad y rápido recorrido de las aguas, no aptas para las madrigueras refugio de los cangrejos.
A través de la observación y la experiencia, había detectado en qué lugares se pescaban más, y en qué lugares eran más grandes.
En término de Tolilla, casi en la raya con Mellanes, había unas pozas y remansos, en la parte de la ribera que se llamaba el Molino Tubal (por un antiguo molino en el paraje). De ahí para abajo, había unas pozas profundas, con un dique artesanal de piedras, que embalsaba las aguas que discurrían por el canal que alimentaba al Molino (todavía existe, aunque sin uso), que cuando superaba el nivel del dique, el agua pasaba por encima corriente abajo, hacia otro dique menor cercano, también de piedra bien calzada, que en el verano se ajustaba para el riego de las huertas, por acequias y regaderas.
Era la primera azuda (azud) grande en el curso del Río, con praderas laterales de encima la Azuda, en el margen derecho río abajo, enfrente, el otro margen con la pradera del Ancho. Tales praderas, si bien abiertas para uso del ganado comunal o colectivo, en parte del año, eran propiedades de minifundio particulares, denominadas llameras.
Las aguas de la Azuda, que recibían aguas de manantiales en profundidad eran bastante frías, aún en pleno verano poco agradables para nadar. Había que tener la precaución de no tirarse de golpe, por las diferencias de temperatura entre el cuerpo y el agua, aunque por profundidad, anchura y longitud, eran ideales para nadar en todas direcciones.
Las aguas del Mena por Tolilla en general, eran bastante frías, pues aparte de esos manantiales subterráneos, las tupidas arboledas de “alisos” emplazados en las orillas, con el follaje en arco por encima del río, impedían que los rayos del sol calentaran el agua profunda.
Tales aguas frías, eran poco amigables para el hábitat de los cangrejos, hasta por lo menos Julio-agosto, meses no aptos para la pesca con cangrejera, sobre todo agosto. Sí había algunas pozas (pocas) y remansos bien irradiados por el sol de verano que se podían disfrutar a “pata suelta”.
Más abajo había otra azuda paralela al canal del molino, con el mismo tipo de dique de piedra, con el propósito de embalsar el agua con otros fines, que no fueran riego, como para que el ganado bebiera. También se utilizaba para poner en remojo durante unos días, por el mes de septiembre de hace muchos años, los manojos de las plantas de lino enteras (ya sin la linaza), para darle elasticidad y firmeza a las hebras, sin que se rompieran cuando en los poyos de piedra, situados en varios lugares del Pueblo (de los pueblos) el haz ya seco se golpeaba con la “mayadera (2)” (majadera) para sacarle a puro golpe la paja y dejarle la fibra (la estopa, la más basta que queda en el rastrillo. La de lino era la fibra más fina y larga que luego se hilaba).
El lino (la planta) en remojo en manojos verticales cubiertos por el agua estancada, traía aparejada la muerte de los peces, al impedir los taninos disueltos en el agua la oxigenación de la misma. Aparecían muertos en la superficie flotando, o dando desesperadas” boqueadas” antes de morir.
(2). NOTA: La mayadera (majadera), era un cilindro de madera
(tronco, en general alisado) de superficie bastante regular, de unos 30 centímetros de largo, y un diámetro de 8 a 10 centímetros. En uno de sus extremos, en el centro, tenía inserto un mango agarradera, de un diámetro de 03 a 04 centímetros, y la longitud de la palma de la mano, la que se aferraba al mango y palo va y palo viene, y entre tanto las mayadoras (más) o el mayador (menos), se entretienen.
De esta mayadura (majadura) del lino y del proceso referido, yo fui testigo por poco tiempo siendo muy niño, aunque lo recuerdo. Veo a mi abuelo paterno Francisco, que murió el 04 de agosto de 1932, cuando yo tenía 03 años y 07 meses, manipulando el rastrillo, las cardas y los peines con la lana y el lino. Y, a mi abuela María, + Abril del 35, hilando el lino para usos propios con destino principal a camisas, de hombres y mujeres, con puños, caladas y bordadas (la tía Rosa Gelado era una artista); también para sayas interiores de mujeres debajo de los manteos con ruedo y los viejos camisones. Eso sí, los usuarios hombres y mujeres, eran de la vieja guardia, que revistaban por lo menos de abuelos/bisabuelos.
Las escenas artesanales relatadas de mis abuelos, sobre el lino, por lo menos serían del otoño/invierno de 1931, o de 1930.
Al seguir el curso del agua del río hacia la desembocadura, hacía la Puente del Pontón, confluían dos cursos de agua: Uno de la azuda anterior, el otro el desagüe del Molino por la compuerta, o cuando superaba ciertos niveles de la presa, pasaba a un aliviadero lateral.
Después de la Puente de Arriba (del Pontón), venía el pozo del mismo nombre, que en verano aumentaba de nivel (cuando el agua era abundante), por la retención de otra presa artesanal de piedra y panales de pradera, levantada en la llamada la Caleja (Calleja), por donde baja uno de los brazos del río bordeando las huertas llamadas del Prao Curato (Prado Curato) a las que regaba una acequia principal, con regaderas derivadas en las cabeceras de cada una de las huertas.
La acequia principal iba cerca de la Puente de Abajo, cruzando el camino de rodera que iba a Flores de Aliste, para regar todo el grupo de huertas que llegaban hasta el puente del Molino los Corderos (quedan vestigios unos 200 metros más abajo), que empezaba con una huerta nuestra y otra del tío Aquilino, en lo que había sido un prado de la abuela materna (la tía Paula) de mi tía Antonia Gallego, y terminaba en la huerta del Cura y el huerto de la tía María Gelado.
En la parte más cercana a la presa, que daba a las llamadas huertas del Pradote, sí se pescaban cantidades de cangrejos en los meses de mayo y junio, también en la poza de la Juncal, donde la cantidad era menor, pero más grandes; en las pozas y remansos de la Puente de Abajo y en los pozos de los Linares también.

De la Poza de la Juncal, se derivaba el otro brazo del río, que retorcido lateralizaba la pradera llamada del Ejido, hacia otra poza que tocaba el camino de la Calzada, que surtía por un lado a los llamados Llenaderos, donde vecinos de la parte de abajo del Pueblo iban a llenar cántaros y cubos (herradas) para el agua de consumo diario. De ahí salía otra acequia, que al costado de la Iglesia se bifurcaba en dos: Una para el riego de las huertas de los Linares, que empezaba en el prado del tío Juan González Salvador, para seguir paralela a la Corredera, hasta el final. La otra, por la calzada hacia la Puente de Abajo por el costado del prado citado del tío Juan González, hasta la punta del huerto nuestro llamado el Huertín (con buenas matas de hortelana, te verde, azucenas y perejil) muy apto para los pimientos morrones, seleccionados por mi madre, que en pimientos y tomates era “una campeona”.
Por el costado del Huertín al lado de las paredes de las huertas, iba la acequia, que recién era útil en el riego por inundación de los surcos, en la huerta del tío Mariano Sutil de Lober, el huerto de la Puente nuestro y, el del mismo nombre de la tía María Gelado (la Colorada, por el color del pelo). Luego mi Familia, algún año después de emigrar yo a la Argentina, por compra unificaron en una unidad las huertas adyacentes: La de la tía María Gelado y la del tío Mariano Sutil.
En esa poza  previa a los Llenaderos, en su parte de arriba sobre la calzada, a la altura de una cortina nuestra, que tenía abundantes negrillos (todos los negrillos desaparecieron por enfermedad), en un trecho de 10-12 metros se pescaban cantidades de cangrejos, pues los huecos de las paredes que sostenían la calzada, eran refugio muy adecuado para ellos; además el espejo del agua estaba muy irradiado por el sol, de manera que la temperatura de Abril - Mayo y Junio (parcial) era muy adecuada, y como estaba lleno de ranas, abundaban los renacuajos que eran un buen alimento.
Río abajo, vamos a parar al punto final de la abundante pesca del cangrejo, se trata de una poza, en un paraje del Molino los Corderos, que casi coincide con la cabecera de una huerta del tío Benito Martín.
Esta porción de río, con la del Molino Tubal y la poza del Pradote, eran los lugares ideales y seguros para pescar muchos cangrejos en poco tiempo, sobre todo cuando en el mes de mayo abundaban las lluvias tormentosas, pues con las tormentas los cangrejos salían desesperados en busca de la comida de los cebos de las cangrejeras.
Con frecuencia, con espera escasa de una hora desde que la cangrejera era tirada al río, se pescaban por cada unidad grande entre 10 a 15 cangrejos; como la batería era de unas 10 cangrejeras, una tarde de pesca podía rendir unas 20 docenas de cangrejos. Toda una cesta - de mimbre - llena, que en su parte alta eran tapados por las toscas algas (rumiacos) húmedas, para que los cangrejos no se salieran de la cesta y se mantuvieran húmedos y vivos por lo menos por 48 horas.
El más apetitoso de los cebos para los cangrejos: “Sin duda las ranas peladas, enteras y sin tripas”. Esas cosas que no se enseñan, se van aprendiendo con las observaciones de los intentos que producen los mejores resultados.
Yo había probado, por haberlo escuchado a varios aficionados a esta pesca, con carne de lagarto, sardas, escallos y con carne de oveja muerta, pero no funcionaba bien. Como era buen pescador de ranas en el Río con bolita (primero de trapo colorado y luego de pescar la primera rana con su piel), se me ocurrió poner la rana pelada (sin pelar tampoco atraía a los cangrejos) como cebo. Quizá más que ocurrencia, fuera el cebo más fácil de conseguir, sin tener que ir a cazar lagartos, pescar sardas o escallos, ni esperar que se muriera alguna oveja o similar. El caso que la rana pelada para mí fue la solución.
También se decía que los cebos para los cangrejos tenían que tener olor fuerte (la descomposición de las proteínas). Prueba que hice con malos resultados; a las ranas con olor los cangrejos casi ni se arrimaban. Sí les gustaban las ranas peladas, y cuanto ¡más frescas mejor...!
De manera que sí, en la casa comíamos muchos cangrejos, después de cocerlos: “Mojados en salsa de vinagre y aceite, vinagreta, en tortilla o untados con salsa mayonesa (casera)”. Una excelente manera de satisfacer al paladar, y regalar a nuestra biología, medio cansada de la abstinencia y el ayuno de sus largas cuaresmas, magníficos nutrientes con un contenido proteico de alta calidad.
Con el tiempo los más grandes los seleccionábamos y los vendíamos en Alcañices a buen precio, en general a los muchos clientes de mi madre, que los proveía de plantas de almáciga de pimientos morrones y tomates todos los años.
Concluida la pesca de cangrejos y la posterior degustación en sus varias presentaciones y salsas, volvemos al riego de las patatas y anexos:
Voy a tomar como muestra dos huertas. Primero la del Alisón; luego la más importante, la del Pradote.
La primera se regaba con el agua que pasaba por arriba del dique de la presa del Molino (entre la Azuda y el Ancho), para formar otro diquecito metros más abajo, también de piedra, que para evitar pérdidas de agua por entre la pared de piedra en la parte de abajo, se tapizaba hasta la altura conveniente con los llamados panes de hierba con la parte de la tierra sostenida por las raíces; panes que se cortaban en las praderas contiguas con el canto de una pala, o el corte de la azada.
Esa relativa impermeabilidad del dique, siempre había alguna pérdida de agua, pero en la parte más alta, permitía elevar el agua embalsada hasta el nivel adecuado para que la presión hidráulica cumpliera el cometido.
Antes de la temporada de riego, todas las acequias troncales se limpiaban de zarzas y malezas acumuladas desde el año anterior, para ponerlas a punto. Estas tareas eran colectivas y de prestación gratuita y obligatoria (salvo caso de imposibilidad) por todos los vecinos del Pueblo o propietarios de las huertas del tramo a regar. Las secundarias o regaderas interiores, quedaban a cargo de los propietarios de las fincas o huertas.
De la troncal alimentada por el diquecito del ultimo referido, se nutrían las acequias/regaderas del complejo de huertas del Alisón y del complejo de la Juncal, con algunos intermedios de bombeo manual con herrada, por tener un nivel más alto al que no llegaba la presión hidráulica.
El riego simultáneo (Alisón y Juncal) era incompatible, dado que la acequia Juncal tenía un mayor desnivel, y por ley de gravedad sustraía todo el caudal de agua. De manera que había que pactar los turnos para el riego, que en el Alisón en general eran de tarde y primeras horas de la noche.
La regadera del Alisón, entraba en diagonal por la cortina de Marciano Álvarez y Hermanos, llamada la cortina de los Corredíos (creo) por desembocar en sus orillas el arroyo del mismo nombre. De ahí se extendía hasta el final del complejo, que llegaba hasta el entonces camino de rodera de Tolilla a Rabanales.
Si bien las plantaciones de patatas, los patatales, tenían surcos en la tierra, se puede decir que el riego era por inundación, dirigida por sectores que abarcaran una cantidad de surcos hasta completar el riego total. Riego que de noche era más beneficioso, y quizá algo más rápido, al no estar presente el calor del día que producía evaporación. De cualquier manera, demandaba un buen rato.
Era una maravilla oler la tierra mojada y escuchar el tenue ruido de las burbujas de gases orgánicos al penetrar el agua en las raíces y en las nuevas patatas en crecimiento debajo de la tierra. Uno que era parte de todo eso, disfrutaba y respiraba aliviado, como si después de horas sin beber soportando el calor, se sentara en las orillas de la Fuente el Campo de Tolilla, para beber a presión sus inigualables aguas frescas y ferruginosas. Lober también tiene su Fuente Ferrada, que es posible sea del mismo origen la corriente subterránea del manantial.
En algunas de esas tempranas noches de años ha, nos encontramos en las mismas tareas de riego, Teodora, Brígida y yo, dado que teníamos huertas colindantes. De esta manera, con la compañía, el riego era más placentero y entretenido, para una vez terminado, rumbear hacia el Pueblo, por la cuesta las Cortinonas arriba. Ellas vivían en la parte de Arriba el Pueblo, yo en la de Abajo, pero era un deber y un gusto acompañarlas.
Ahora vamos al riego de la huerta del Pradote. Pero eso tiene otra historia:
En su día era un prado, que dado su nivel y proximidad con el nivel de la azuda de enfrente no necesitaba riego. Eso decían mi padre y los otros vecinos de huertas sucesivas, cuando roturaron las praderas para convertirlas en huertas. De hecho, la conversión de praderas a huertas, creo que la hicieron allá por 1910, cuando mi padre tenía 10 años.
Por las causas señaladas, el trazado/ejecución de la acequia de riego a la Juncal, no había considerado las praderas luego devenidas en huertas; la nuestra y las otras sucesivas del mismo origen y de otros vecinos, también con cultivos de patatas, que se daban muy bien. Para nosotros era de lejos la finca de mayor producción.
Hay que recalcar que las patatas eran de consumo esencial, intenso y diario en toda la Comarca. No en vano se comentaba ¿cómo era la variedad de las comidas?:”Por la mañana patatas, al mediodía patatolas y, por la noche patatas solas”.
Respecto a esos comentarios: El Pradote no necesita riego, opinión general, yo tenía serias dudas a partir más o menos de los 12 años.
Tenía dudas, en razón de que, si la tierra tenía suficiente humedad, las ramas de las patatas en Julio y Agosto (los de más calor), no tenían que estar mustias (marchitas) como a veces estaban. Tenían que tener la misma vitalidad y lozanía, que las de otras huertas que recibían riego regular.
Estas reflexiones se las hice a mi padre cuando yo tendría 14 años, con la sugerencia que fuera al Alisón a ver el patatal regado la noche anterior, y comparara las ramas erguidas, de verde oscuro brillante, con las ramas un tanto lánguidas del Pradote. La diferencia no podía ser otra que el grado de humedad en los primeros 25-40 centímetros bajo tierra. Hizo la comparación a la misma hora, alrededor de las 18 horas y, sí notó la diferencia.
La solución estaba en el riego del Pradote, idea que desde el principio también sostenía mi hermano Paco. Pero ¿Cómo?
- Pues fue así:
Con mi hermano (Paco) en el taller de mi abuelo Simón hicimos un tinglado de madera, para meter en el agua de la azuda, que eran unas tablas (dos), clavadas a un metro de distancia en dos caballetes insertos con sus patas en el fango de la orilla, que asentaban en el fondo firme, más o menos a nivel. A derecha e izquierda, encima de cada caballete, dos trozos de tabla clavados, que formaban cuadro con las primeras, donde se afirmaban los pies del operador acuático (yo, que tenía más fuerza y vitalidad) en forma firme con las piernas semiabiertas. Los pies encima de las tablas y debajo del agua unos 15 centímetros; en las manos una herrada (cubo) de las de latón o cinc agarrada (cogida) por el asa, que en forma acompasada con flexión en la cintura, la herrada se metía en el agua y se levantaba unos 20 centímetros, para volcarla al instante sobre unos panes de pradera, a modo de colchón amortiguado, en la cabecera de una regadera  hecha en la pradera con pala y azada, que pasaba por un portillo de la pared de la huerta, hasta la regadera hecha al efecto en la parte interna o cabecera de la misma ( la huerta ).
De la distribución y administración del agua, por sectores reducidos para que no perdiera potencia hidráulica en el ligero plano inclinado, por los
4-6 surcos elegidos por sector longitudinal, eran responsables nuestra madre Balbina y nuestro padre Pablo.
El período normal del riego era desde más o menos el 15 de junio al 15 de agosto. La frecuencia del orden de 10 días; a veces del 15 de Julio al 15 de agosto, lo más caluroso de verano, requerían riego cada 6 a 8 días.
Eso sí, para poder cumplir con el cometido, era de necesidad que la azuda tuviera buen nivel de agua embalsada. Caso contrario todo el “negocio metido en el pozo”. Pero ya dijimos que las azudas las imaginamos llenas, con las conexiones mentales de las lluvias reales de mayo y lo que va de junio de este año 2008.
Eso demandaba unas 3 horas de tareas efectivas, del uno, dos; uno, dos...cargando y descargando la herrada (capacidad mediana) de unos
6-7 litros por vez, con una frecuencia de unos 15 impulsos por minuto. Yo bombeaba una hora, le daba la posta a mi hermano Paco por media hora, y así hasta terminar el riego.
Todo a ritmo sostenido, arriba y abajo, arriba y abajo con flexiones del espinazo, en la zona renal-lumbar, pues de lo contrario disminuía el caudal de agua y se lo tragaba la tierra sedienta en la cabecera de la huerta. En tal caso, el tiempo hubiera sido mucho más, con más esfuerzo y peores resultados en el riego total, bien empapado, de la huerta.
A mano alzada, ese motor con combustible a sangre y acción muscular en cuanto a esfuerzo, se puede calcular así:
03 horas reales X 60 minutos X 15 impulsos de cabeza, corazón, brazos, piernas, columna vertebral curvada con los músculos y nervios radiados para agacharse y levantarse en forma coordinada X 6 litros de carga en la herrada de cinc: ““03 Hrs. X 60 min. = 180 mín. 15 impulsos= 2.700 golpes de herrada X 6 litros cada golpe de herrada o impulso: Total de 16.200 litros"".
Eso sí, como el gasto de calorías era grande, reponerlas requería del pan de una buena hogaza, masticado con mezclas de jamón y, algo de chorizo. Para matizar: Unos buenos tragos de vino. Eran los tiempos que deseaban comida; para comer sin culpa, sin miedo al desconocido colesterol y, menos aún, al síndrome metabólico moderno que era desconocido.
Sí se conocía bien, más por la gente de la Comarca que por los médicos, el Síndrome de Abstinencia Nutricional. El que permitía jugar a sólo media docena de glóbulos rojos (eritrocitos) por persona en campeonatos de tajuela, que se quedaba (la Tajuela) a mitad del camino del chito por falta de hemoglobina y energía.
¿Qué mejor hubiera sido una bomba mecánica, con motor de combustión o eléctrico (¿no había corriente eléctrica, ni mucho menos...? -Claro que sí. Pero era imposible. Una utopía económica casi inimaginable en esos remotos tiempos.
¡Ah! - La idea del riego aplicada a la huerta en cuestión, tanto en cantidad como en volumen unitario y calidad, se puede considerar a “grosso modo”, que aumentó la producción entre el 30-40% ¡Sí valió la pena...!
De momento seguimos pensando en las lluvias, en los prados, en los pastos, en las praderas, en la hierba y en los campos de Aliste.
Como sobre la siega de la hierba con guadaña y, la de cereales: trigo, centeno y cebada con hoz (de las que participé a pleno), ya escribí en artículos anteriores publicados en www.aliste/info/..., voy a referirme a dos recuerdos especiales, que he elegido de los muchos, vinculados a ambas siegas:
El primero sería allá por fin de junio o principios de Julio de 1937, todavía en la siega del centeno.
Era en la tierra de mi abuelo Simón, llamada la de la encina de Pielamula, por estar lindando con la pradera comunal del mismo nombre.
Como es sabido, los aprestos para la siega, cuyo elemento esencial era la hoz, tomaban posiciones con el toque de campanas para la salida de las vacas a la Vacada, que justamente la pradera mencionada era la que brindaba el pasto principal del verano al rebaño de vacas de los vecinos, que cada día iban cuidando dos de ellos con la asistencia de dos escuderos, rapaces entre 7-9 años, de cuya escuadra escuderil formaba parte con frecuencia: Con la tía Maria Gelado; con mi tío Simón Casas; Cándida Álvarez; el abuelo Simón; por nosotros; con Celedonio; y, con el tío Santos Casas: Siete veces por cada roda (de rueda) completa de todos los vecinos propietarios de vacas. La Vacada comenzaba en mayo y concluía cuando empezaba la trilla.
Como tenía 8 años, no participaba en la siega, con otra función que no fuera la de aguatero: Ir con las barrilas a buscar agua a las fuentes, con burra y alforjas, para la cuadrilla de la siega. En el caso, por cercanía, sería la fuente de Urrieta los Chiqueros, manantial que desapareció al final con la sequía de 1945.
Bien. Por el mañana temprano, en general se salía de casa a esa hora temprana sin probar bocado, por falta de presupuesto para café. Pero a eso de las siete ocho de la mañana, hora solar, las amas de casa en cada caso, se presentaban con el almuerzo caliente.
Esa mañana de día y mes indeterminado (sí acotado) del 37, se presentó en la siega mi madre con el menú del almuerzo, que desplegó encima de un paño de género, que oficiaba de mantel pequeño, luego de darle un par de patadas a los surcos con las cholas para emparejarlos. Encima de los surcos emparejados una gavilla de centeno para poner el paño o mantel arriba.
Las ollas o similares con la comida eran colectivas, es decir, toda la cuadrilla metía a su turno la cuchara, para ir sacando su cuota parte, hasta agotar el contenido. En caso de residual de caldo, si era poco, tenía preferencia el patriarca de la familia. Si era cantidad, a sorberlo por roda del mismo recipiente hasta el final.
El menú en cuestión, todavía bien recordado, era de entrada un guiso de patatas nuevas de la cortina de atrás de la Casa: “La Cortina de Tras”, con abundantes raspas de bacalao, un arroz a punto que no sé de donde salió (plena guerra en España), unos trocitos de tocino fritos con cuero, y un caldo al pimentón saturado de los componentes para deleite del paladar, que se acabó antes de lo deseado.
Luego una tortilla de patatas nuevas de la misma cortina, con un poco de cebolla bien picada, que hacía bailar una alegre “muñeira” a las papilas gustativas. Una parte de la tortilla, pues la otra parte estaba destinada a las 10, así llamada por la hora aproximada de reponer energías.
Mentiría si al escribir esto, no me pareciera estar disfrutando las sensaciones de ese almuerzo maravilloso, de aquella mañana de junio o Julio del 37, a casi 71 años de distancia en mi Vida.
También caigo en la cuenta, que de toda la cuadrilla allí reunida: El abuelo Simón, mi padre, mi madre, mi tía Victorina, mi tío Agustino y yo (Paco, mi hermano fallecido y, Consuelo, la mayor de las hermanas, a la sazón con 15 meses se habían quedado en Casa de Cándida), el único supérstite es el suscripto.
El recuerdo del almuerzo, es sumamente agradable; el de los comensales ya desaparecidos, recordarlos como eran es honrarlos, pero con inevitable tristeza, al llevar en mayor o menor medida parte del ADN de todos ellos.
El otro recuerdo “desinsaculado” (3) de la memoria, a imitación del dicho del Presidente del Congreso de España señor Bono, el día que se eligió Presidente del Gobierno, J.L.R. Z, para el período 2008-2012, se remite a un paraje de Tolilla de Aliste que nada tiene que ver con las majestades de Madrid, ni del Congreso y su Recinto, con las expresiones Sí (la mayoría) y No (la minoría). Pero para mí, en el recuerdo, seguro más importante:
(3). NOTA: Con la expresión de Bono, hubo una carcajada en el recinto, pero él además confundió el término llamando desinsacular (sacar del saco) a meter las bolitas en la bolsa, que es insacular (poner en saco). Algo que suele pasar en el ejercicio de esos cargos, en momentos de alta solemnidad y concurrencia.
El recuerdo Nº Dos, luego de leída la Nota (3), que es de comentario relacional fuera de contexto, ocurrió en el prado de nuestra propiedad llamado de Valdesanabria, porque la pradera comunal que lo rodea se llama así. Era una mañana también de junio, pero de 1941(camino de mis 13 años), donde con mi padre habíamos concurrido temprano a segar la hierba guadaña al hombro, tareas que había practicado el año anterior un poco en juego, de manera que ya me las arreglaba bien para el manejo de la guadaña como aprendiz, y aguantaba bastante bien el esfuerzo y la regulación de energías que la acción demandaba. También en el ritual de las 10, con más de 3 horas de rotaciones del tronco hacia atrás y de derecha a izquierda empujando la guadaña, era necesario reponer energías gastadas.
Mi padre (ex Alcalde por el Socialismo en la República), que después de 4 años de ausencia forzosa, había recuperado la libertad condicional el 14 de mayo del 41, tuvo la idea de comprar un par de quesos de oveja, de los buenos quesos zamoranos, con destino parcial a la siega de la hierba.
Como el queso para su mejor conservación, se iba cortando en pequeñas porciones (como dosis de medicinas homeopáticas para estirar la duración) en forma de cuña, esa mañana en el yantar de las 10, iniciamos con navaja filosa la circuncisión del queso.
Por imperio de la guerra civil, por costo (coste), por falta de hábito; pero más por falta de recursos para aplicar a la compra de un producto selecto y caro, calificado de prescindible para los niveles de los pueblos de la Comarca, yo hasta ese día no recordaba haber comido nunca queso de oveja.
De más está decir que la iniciación resultó impactante al paladar, a la lengua y a toda la superficie de la boca sensible a los sabores gustosos. Tanto es así, que en los 57 años que resido en Argentina (cumplidos el 09-06-2008), de cantidad y variedad de quesos, incluidos los de oveja y cabra, los he comido con cierta frecuencia en muchas ocasiones olvidadas. Pero no he olvidado, ni olvidaré en condiciones de memoria saludable (sana), ese alto de la siega con guadaña, de ese ritual necesario de las 10 de la mañana, para reponer energías, en el prado de Valdesanabria, las pequeñas incisiones con la delicadeza de cirujano en el cuerpo de mi “primer queso de oveja zamorano”, que en compañía de mi padre masticamos con lentitud y fruición ese manjar artesanal de la leche de ovejas, con marca zamorana. 
Y si bien en esos lustros (y todavía hoy) los quesos zamoranos, como otros muchos frutos y productos, que podrían superar a otras marcas en la relación calidad/precio: Manchego, de Burgos, Cabrales, etc., en los centros urbanos de alto consumo, se imponían las marcas, conocidas por la logística de distribución.
Luego de las comidas, cuando arreciaba el canto de la chicharra por el calor, se impone una siesta de descanso digestivo, bajo la sombra saludable de cualquier cercana encina (puede ser roble; nunca en la de alisos, chopos o sauces), conforme a las acciones y comidas recordadas; si bien todavía no llegamos a la mitad de Junio de 2008, y los recorridos mentales parten desde una distancia del orden de los 10.000 kilómetros, que por añadidura es el Hemisferio Sur a punto de entrar el Invierno 2008, no parecerán estas elucubraciones demasiado lógicas, más allá de las alianzas de ciertas fantasías de pensamiento, con situaciones reales que dispara la memoria para engendrar el deseo. Ese recordar para volver a vivir en la intimidad, que todavía parece es de exclusiva pertenencia al pensamiento humano.
Prometo en futuro artículo, si a los lectores le interesa, hacer un recorrido por todo Aliste en compañía de mi nieta Paula Jimena, de 02 años, 01 mes y pronto 20 días; usando como transporte amigo del medio ambiente, un proyectil mental, que carga como energía el combustible provisto por las neuronas sin CO2, que no atasca las carreteras, ni puede ser detenido por los piquetes de los camioneros, de aquí y de allá. Tampoco necesita protección de las fuerzas de seguridad,” ni pide tarifa mínima asegurada”, dado que en épocas de bonanza nunca invoca el principio “que el mercado se regula sólo sin la intervención del estado”. 
Ese pensamiento que toma forma de cohete, sale de las calles de Hipólito Yrigoyen (Barrio de Boedo) o Bartolomé Mitre (Barrio de Almagro), de la ciudad de Buenos Aires (Argentina), que distan entre sí 300 metros, con la Avda. Rivadavia, como divisoria barrial por medio.
La llegada y salida de Aliste, es el Cosmódromo de los Carrascones, en la pradera del Campo de Tolilla.
Y antes de partir para Buenos Aires, les deseo a los de Tolilla, a los de Lober y, a todos lo alistanos: originarios, derivados o asociados, un saludable descanso vacacional 2008, por tenerlo bien merecido.
Antes de esta despedida, en honor de los promotores, ejecutores y circunstantes de los años 40 (muchos en el recuerdo) vamos a honrar a los mozos y dulzaineros de Lober, que en aquellas noches estivales aparecían a deshora con los estrepitosos acordes de la puntera, el redoblante y el bombo, acompañados por el coro alegre de las juventudes loberas, que se escuchaban bien desde las eras de Tolilla.
Voy a recordar algunas de las canciones de moda que entonaban a voz en cuello, en alguna de las varias noches veraniegas:
01). Una mañana temprana/cogí mi caballo y me fui a pasear/tengo que cruzar la ría/de Villagarcía/que es puerto de mar.
Yo te daré/te daré niña hermosa/te daré una cosa/una cosa que empieza con C.Café.
02). Un albañil se cayó/de la torre de una iglesia/en los pies no se hizo nada/porque cayó de cabeza/. Se va por la Barranquilla/ se va el caimán/se va el caimán/se va por la Barranquilla (ciudad colombiana).
03). Una vieja se comió/kilo y medio de mondongo/ y toda la noche anduvo/ con el orinal al hombro/. Se va por la Barranquilla/se va el caimán/se va el caimán/se va por la Barranqulla.
04). Pobrecitos los borrachos que están en el Camposanto/ que Dios los tenga en la gloria/por haber bebido tanto. / ¡Ay! Mari Luz apaga, apaga luz/los borrachos en el cementerio /juegan al mus...
Y.…muchas más. Pues las juventudes de Lober eran bien alegres y no perdían ocasión de demostrarlo.
Cuando se juntaban en grupo, en son de diversión, aparentaban un poco de petulancia y fanfarronería. Propio de la psicología grupal, donde el individuo potencia su autoestima, por la presunta seguridad que percibe del grupo.
Esa tradicional expresión que “todos juntos somos más”.

Un abrazo, desde este cercano invierno en Argentina.

Buenos Aires, Domingo (Día del Padre, por aquí) 15 de junio de 2008.


Simón Katón.

NOTA: Felicito a los articulistas, relatores costumbristas y poetas, que escriben en Internet para publicarlo en ww.aliste.info/pueblos...sobre el vecino pueblo de Lober de Aliste: Marina Gallego, Jeijo , Gúmaro y los por llegar. Es una forma testimonial de dejar huellas escritas de la “cultura alistana”, con las particularidades descriptivas propias de cada pueblo, incluso de cada familia. Dado que con la despoblación por la “diáspora voluntaria hacia el progreso”, se podrían borrar con los años las huellas del pasado.
Y no es bueno desconocer el pasado por los herederos que llevan el mismo ADN en cada presente, habida cuenta, que las herencias forzosas genéticas, aunque mezcladas con otras, son las huellas indelebles de la vida anterior hacia el futuro.

OTRA NOTA:
Por fin en directo, a pesar de la distancia, he visto ganar a la Selección Española de Fútbol la Copa de Europa.
Ahora queda pendiente la Mundial, que España, a pesar de ser una de las fundadoras de la FIFA tiene todo el siglo XX en blanco más dos campeonatos del XXI.
También espero que el próximo domingo 06-07-2008 Nadal gane en Wimbledon, y de una vez pueda ser el Nº Uno del Tenis.