lunes, 21 de enero de 2019

RÍO ANGUEIRA


     Curso fluvial mayormente portugués, cuya cabecera está en el término de la villa española de Alcañices. Al pasar por el casco urbano de la capital alistana se le designa con el nombre genérico de La Rivera, contando en nuestras tierras con un recorrido de sólo unos cinco kilómetros.

      Sus fuentes primeras se hallan junto a la carretera de San Vitero, en una suave pradera existente entre la citada localidad de Alcañices y el pueblo de San Juan del Rebollar, designada como Palazuelo. Justo antes de la frontera sus corrientes movieron las ruedas del que fuera importante Molino de la Raya, cuyas instalaciones todavía perduran, aunque sin uso.

Pero más arriba existieron otras diversas factorías harineras actualmente en ruinas. 
Los parajes por los que discurre están poblados de arboledas, formadas principalmente por alisos y chopos, cuyos retoños que han invadido fincas antes destinadas a huertos y prados.
Tales masas forestales forman un todo común con los pinares plantados en las laderas contiguas.

      A esta corriente fluvial se la denomina asimismo río de Palazuelo, por el enclave su nacimiento, o también rivera de Bozas. En territorio zamorano cuenta con un emisario importante que es el arroyo que baja desde Alcorcillo, siendo más modesto el arroyo de Violares y el de Urretalagua. Ya dentro de Portugal el Angueira se funde con el río Manzanas, del cual es afluente. Al fin los caudales de ambos llegan al Duero tras entregarse antes en el Sabor.

      Hay muchos motivos por los que visitar esta zona, a lo largo de la orilla del Río Angueira nos acompaña el Bosque de Ribera, conformado principalmente por las salgueras, sauces, alisos y fresnos…, los cuales, en algunos puntos se cierran hasta formar auténticas galerías vegetales. El ambiente umbrío y bucólico creado, traslada al viajero en el tiempo hasta tal punto que parecen oirse las carretas que otrora transitaban por el camino empredrado cargadas de grano o harina dependiendo de si iban o volvían de los molinos. El silencio del lugar, roto por momentos en el murmullo del agua y el tintineo de las hojas golpeadas por el viento, hacen pensar en seres mitológicos y de leyenda que se esconden entre la hojarasca y los troncos envejecidos… pero no, eso no ¿verdad?, todos sabemos que eso es imposible.

     Hablando con las gentes de Alcañices, recuerdan con nostalgia ir a por agua a la Fuente del Pingón, dónde, aunque no se han finalizado los trabajos de acondicionamiento de la misma, sus farallones ya han quedado al descubierto dejando ver al caminante, verdaderos mosaicos naturales conformados por la vegetación rupícola como las uñas de gato, el ombligo de Venus, los culantrillos o las doradillas… acompañadas de los líquenes que tiñen de un verde intenso la roca. A sus pies, junto al agua que “pinga” en la oquedad de la roca y que da nombre al lugar, cubren el suelo los enormes helechos y el cespitoso musgo. En ese mismo punto, emergen del lecho del río las raíces de un ejemplar de aliso cuyo majestuoso porte, implacable y lustroso, le hace parecer el “Guardián de la Fuente”.

Información extraída de:
- Enciclopedia de Zamora y su Provincia. Javier Saiz Saiz
- http://aytoalcanices.org/programa-mixto-de-formacion-y-empleo-2018/

Fotografía extraída y perteneciente a:
- Foto del Río Angueira. http://aytoalcanices.org/programa-mixto-de-formacion-y-empleo-2018/

CASTILLA Y LEÓN ES VIDA

domingo, 20 de enero de 2019

Alcañices, una villa historica



La fortaleza de Alcañices a través de los planos

La localidad fue una auténtica fortaleza entre el siglo XII y el XVI, las murallas comenzaron a desmocharse en 1845 para construir casas.



     Alcañices ha sido siempre la capital fronteriza por excelencia de Zamora. Más cercana a la frontera que Puebla y Bermillo, en su punto más próximo está a menos de cinco kilómetros de Portugal y se encuentra en el camino natural hacia Braganza. No en vano la capital alistana fue básicamente una fortaleza entre 1175 y 1541, cuando se empezó a poblar el arrabal con la construcción del convento franciscano, si bien tuvo un activo uso militar hasta 1817. Desde ella se defendió triplemente la línea fronteriza: la de León para frenar el regreso islámico (siglos XIlI-XIV), la de Castilla y León para fijar la frontera con Portugal (siglos XIV-XV) y la de España con Portugal (siglos XVI-XIX). En 1845 las murallas empezaron a desmocharse para utilizar su piedra en la construcción de las nuevas casas del citado arrabal, que creció al demolerse en aquel mismo año el antiguo Hospital de San Nicolás, del que quedaron restos hasta 1968.

     Un documento inédito para comprender la organización de la fortaleza lo constituye el dibujo idealizado que los funcionarios reales levantaron hacia 1750, incluido en las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada (1750-1754) que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Zamora. En el plano, pese a lo simbólico, se aprecian Cuatro elementos: la presencia completa de las murallas, las casas que hoy configuran el barrio Dentro la Villa, la parroquia (reedificada cien años antes) y la torre del homenaje, que aún subsistía. Su probable ubicación era el cuerpo central del gran edificio que preside la parte superior de la plaza Ferreras, lamentablemente demolido en los años 80; que aún conserva algunas piedras de cantería con marcas. El espacio, por los indicios, configuraba la plaza de Armas. A su frente se encontraba un alcaide. 

     
     El siguiente plano de la villa es el que se conserva en la Fundación Casa Ducal de Alburquerque, en Cuellar (Segovia), como depositaria del Archivo Histérico de la Casa Marquesal de Alcañices. Se trata de un documento único (ACDA 66, Leg 13, n° 42), ya conocido, que cabe situar en la segunda mitad del siglo XVIII, probablemente hacia 1775. Es casi idéntico a otro plano inédito, que ahora ve la luz pública por primera vez, conservado en Madrid (Ministerio de Cultura y Deporte, Archivo Histórico Nacional, Consejos, MPD.1 140). Es un plano de 1824, aún más detallado que el anterior, levantado con motivo del pleito entre el marqués de Alcañices, que hasta 1820 unía a su título el de alcaide del castillo-fortaleza de Alcañices, y los síndicos procuradores de la villa por la recaudación de impuestos. Aún estaba reciente el que en 1815 había mantenido el marqués con el notario local Manuel Antonio Fraile por retener la Real Cédula que le impedía tomar posesión del citado cargo militar, también conservado en el AHN (Consejos,32174, Exp.17). 

   
     El análisis de ambos documentos resulta muy significativo, máxime si realzamos la analogía con otras fortificaciones coetáneas. La fortaleza de Alcañices se levantó sobre un montículo delimitado entre la calzada real y la rivera de Bozas. Contaba con dos torreones y siete cubos, de los que en 1824 se mantenían cuatro cubos, que son los que aún existen (del Reloj, del Tío Cañona, de la Villa y del Trincherón), destacando entre ellos la Torre; curiosamente los torreones daban sobre la parte más escarpada, la de poniente. En su día tuvo hasta tres puertas, de que las qué en 1824 sólo persistían dos, levante (principal) y poniente, que son las que han llegado hasta nosotros. Más interesante resulta aún su análisis urbanístico. El monasterio templario había dado lugar al palacio marquesal (hoy residencias), junto a los cuales la primitiva capilla daría lugar a una iglesia que hoy en día es la parroquia, orientada de poniente a levante. Frente a ella, la plaza de la iglesia contenía dos grandes cuarteles que debían servir para albergar a la tropa. Al final de la plaza una casona esquinada debía servir para la comandancia militar. Detrás de cada cuartel se debían situar, hacia el rio, la parte de servicios (cuadras, herreros, etc.), con dos prados para caballos, mientras que hacia la entrada principal quedaba la torre del homenaje. Y frente a ella, en la actual plaza Ferreras, la plaza de Armas. Descendiendo hacia la puerta principal, una hilera de casas sobre la muralla destinada a trabajadores, primero de la fortaleza y luego del palacio, aun existentes. Cinco parcelas de cultivo, en la parte de atrás, abastecían la fortaleza, que son los actuales terrenos no edificados. En el momento de levantar los planos las murallas aún se conservaban, si bien el foso se había convertido en un lugar de escombros, sobre los que en la actualidad se levantan las casa que envuelven lo que hoy queda de muralla, como en su día Zamora.

    La fortaleza fue donada a los Templarios por Alfonso 1X de León en 1211, quienes construyeron una primera iglesia; en 1255 Alfonso X el Sabio le concedió la recaudación de impuestos en la comarca, fecha que puede considerarse el inicio de la capitalidad comarcal de Aliste. Más tarde, en 1371, Enrique II de Castilla concedió el enclave a los Almansa (después Enríquez de Almansa) por su apoyo en la guerra contra su hermano Pedro I por el trono, señorío que en 1541 se transformaría en marquesado. A10 largo de su historia acogería dos capítulos provinciales de los Templarios (1210 y 1369) y la firma de un acuerdo de Estado (el tratado de Alcañices, en 1297, entre España y Portugal). 

   
Resultan igualmente interesantes el plano catastral de 1928 y la Vista área de 1972, realizados ambos por Hacienda con fines fiscales. El primero de ello lo conforman los catastrones que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Zamora, especialmente los que analizan el polígono 14, donde el casco urbano linda con el Camino de Tola y los parajes de Cortinona y la Nogal, así como el polígono 19 (la fábrica de harinas) y el 21-22. El segundo muestra el canto de cisne del Alcañices tradicional, inmediatamente después de la mecanización del campo que hizo descender la población de los 1.709 (1950) a los 1.413 (1970), cuando la arquitectura tradicional dominaba el tejido urbano. De aquella época fueron la demolición del hospital y el pósito.


     
     La consulta de los fondos sobre la fortaleza y encomienda templaría de Alcañices existentes en diversos archivos de España, así como los militares del Archivo General del Ejército y los de la desamortización en el Archivo de Diputación de Zamora, nos tienen que dar todavía algunos detalles adicionales sobre la antigua fortaleza de Alcañices, único pueblo de Aliste con pasado fortificado. Pero la capital alistana tiene en su conjunto histórico, declarado Bien de Interés Cultural en 2008, un elemento central de su patrimonio. Ponerlo en valor o no depende ahora de los alcañizanos.

Sergio Rogríguez López-Ros
DIRECTOR DEL INSTITUTO
CERVANTES EN MILÁN

DOMINICAL DE LA OPINIÓN DE ZAMORA DEL DÍA 20 DE ENERO DE 2019

jueves, 10 de enero de 2019

Sobre el Cine Avenida de Alcañices

Extracto sobre el Cine Avenida de Alcañices sacados de la Tesis Doctoral.

Se puede acceder a todo su contenido en:



6.1.  Aliste, Tábara y Alba

6.1.1.  Alcañices
Con una población de 1.749 habitantes961 el Cine Avenida –primera sala estable de Alcañices– se inauguraría en plena República, el 10 de abril de 1933. Se tiene constancia de que ya unos años antes, se habían ofrecido proyecciones al aire libre en la villa aprovechando las fiestas en honor a la Virgen de la Asunción y San Roque962. Durante los años treinta y cuarenta, los promotores del local fueron Tomás Turiel y José Araujo, siendo más tarde –en los cincuenta– Manuel Lorenzo Calvo el que se haría cargo del mismo. El local elegido fue uno situado en plena calle de la Iglesia y cuya propiedad era de Miguel Osorio y Martos, Marqués de Alcañices. No se conservan planos ni memoria del proyecto, aunque gracias a testimonios de fuentes orales de vecinos de la Villa y a las informaciones recogidas en los Anuarios de Cine de la Filmoteca Nacional, se pueden enumerar las características que poseía la sala de proyección. También son de gran importancia las palabras escritas por Jesús Barros en su obra (2005, p. 163) donde muestra cómo era la distribución del cine:
Disponía de un patio, dotado de suficientes y buenas butacas de madera, y de un “gallinero” formado por amplios escalones, también de madera, en el que nos aposentábamos los pequeños, quienes, algunas veces, en invierno, nos colábamos escondidos debajo del abrigo de un mayor, y los que no disponían del dinero suficiente para ir a butaca. El gallinero era el sitio donde se aplaudía, pateaba, silbaba o desde el que salían las voces de protesta cuando había algún fallo en la película o se suponía que la pareja protagonista se iba a dar un beso y cortaban la escena.


Según el Anuario Hispanoamericano de 1950, el Cine Avenida contaba con 342 localidades repartidas en 192 butacas de patio y 150 en general963. También la cabina de proyección poseía una máquina de la marca A.E.G. modelo T-3, bastante moderna para la época. Aunque carecía de baños por no haber alcantarillado en el pueblo, el local sí contaba con ambigú,      lo que hacía más llevaderas las esperas de los espectadores por los cambios entre rollo y  rollo. Los asientos eran butacas de madera numeradas que se apilaban en las orillas del local durante los bailes y otras celebraciones.
Los noventa años de los que goza la vecina Asunción González Bermúdez, no han hecho que olvide los filmes más significativos que pasaron por el Cine Avenida: las cintas de El Gordo y El Flaco, de Chaplin o de Marisol, así como La pantera rosa, La canción de Bernadette, Inés de Castro, Marcelino pan y vino, Nobleza baturra, Alba de América, Jeromín, Balarrasa, La Lola se va a los puertos, El pequeño ruiseñor, Los ladrones somos gente honrada, La aldea maldita o Los últimos de Filipinas. La nonagenaria –que en su juventud fue taquillera del cine– también relata cómo, en ocasiones, este se encontraba abarrotado de gentes –muy bien arregladas– llegadas de poblaciones cercanas. Para ello utilizaban medios tan rústicos como las caballerizas o los carros; e incluso algunos forasteros llegarían a la Villa por su propio pie. Acudir a una sesión de cine los domingos, era la costumbre después de misa, sobre todo  si eran películas religiosas como La mies es mucha, a cuya asistencia se encargaba de que fuera obligatoria el señor párroco, pasando lista. Además, el NO-DO disfrutaba de un gran respeto entre los espectadores, guardando estos un silencio sepulcral en cuanto comenzaba    su sintonía de cabecera. Los precios variaban según el tipo de película, aunque generalmente oscilaban entre la una y las dos pesetas.

Figura 109. Cine Avenida, ya clausurado, en la plaza de la Iglesia. Circa 1970.


Fuente: Antigua postal. Colección del A.H.P.Za.


Los films se anunciaban en los soportales de la Plaza Mayor y en la plaza de la Iglesia, a través de un tablón de madera reforzado con tela metálica, donde se situaban los fotocromos y/o carteles de los próximos estrenos964. Las latas que contenían las películas llegaban los sábados y vísperas de fiesta en un coche de línea de la empresa La Alistana dentro de un saco de arpillera, listas para ser proyectadas los domingos y festivos. En muchas ocasiones, las proyecciones fueron canceladas porque la cinta llegaba muy tarde o porque el operador –que entonces venía de la capital– perdía el medio de transporte que lo trasladaba hasta Alcañices. Miguel Rostán (2007, pp. 117-126) destaca que –en muchas ocasiones– las películas llegaban con defectos por culpa del desgaste, proyectándose imágenes dañadas e intercaladas con números.
Asunción González cuenta también el gran peso censor que tenía la iglesia en la  posguerra. Claro ejemplo fue el de Manuel Palacios, a la sazón párroco de la Villa y natural de Monfarracinos, que se convertiría en el brazo ejecutor de la censura más recalcitrante. Este vigilaba celosamente desde su ventana –cercana a la taquilla del cine– verificando quien o quienes eran las personas que entraban en él965.
El semanario S.I.P.E. siguió llevando a cabo una auténtica cruzada contra lo que denominaba «cine que hace daño». Un cine que debía ser combatido por tres frentes. Desde la censura oficial, la censura de los órganos privados y, sobre todo, desde la taquilla, no acudiendo a ella. (Martínez-Bretón, 1987, p. 75).


Eran muchos los vecinos que para acudir a una proyección –evitaban pasar por la puerta del cura– dando para ello un rodeo por calles aledañas.
Hubo casos en que, a chicas que pertenecían a la Congregación de Hijas de María,  las expulsaron de la asociación por haber ido a ver películas que el sacerdote no consideraba edificantes. Incluso se dejaba de dar raciones de comida en Auxilio Social a quienes habían ido a ver películas no especialmente recomendadas. (Barros, 2005,  p. 164).


También, los carteles de la época desaparecían del tablón anunciador por culpa  del  sucesor de Palacios al frente de la parroquia alcañizana. Con una desfasada mentalidad, Félix Manteca, cada vez que se topaba con estas carátulas en las que se mostraban besos de la pareja protagonista, este las arrancaba sin piedad porque, según sus principios, no eran dignos de ser contemplados.
La Iglesia y sus pastores eran muy conscientes del poder configurador de mentalidades que tenía el cine. Los jóvenes podían aprender, sólo por el hecho de ir al cine, muchas conductas y actitudes consideradas pecaminosas, y sentirse atraídos por ellas. (Orellana, 2007, pp. 185-186).


Sin duda, Alcañices era un claro ejemplo de la doble censura que existía durante la posguerra en España. Por un lado, las cintas que llegaban al circuito de exhibición se encontraban plagadas de cortes y empalmes. Y por otro, la iglesia, que ejecutaba su propia censura, prohibiendo ciertas películas por sus ilícitos argumentos966. Ese fue el caso del estreno de     La malquerida, cuyo guion contaba la historia de un hombre locamente enamorado de su joven hijastra, mostrando como un amor prohibido, podía generar comportamientos torcidos. Debido a ello y tras su visionado, el sacerdote de la Villa prohibiría a las vecinas más jóvenes acudir a la proyección de la cinta967. “El hecho de que el cine presentara como alternativas atractivas al divorcio, el amor libre, el sexo desinhibido, el aborto… no sólo era una amenaza contra las recomendaciones morales de la Iglesia, sino también contra la cohesión social” (Orellana, 2007, p. 186).
A mediados de los años cincuenta llegaría el color y con él la exhibición de cintas americanas, sobre todo, las del oeste. De hecho, la primera película en color exhibida en la villa fue Dodge, ciudad sin ley968. Ese periodo fue el principio del fin para el Cine Avenida. La cantidad de impuestos a los que tenía que hacer frente Manuel Lorenzo, junto al alquiler del local; y las pocas ganancias obtenidas en la recaudación, harían que la empresa no fuera rentable969. Sea como fuere, lo que está claro es que la llegada de la televisión no fue el problema. Según Barros (2005, p. 167) el declive del Cine Avenida fue las malas intenciones de ciertas personas de poder que veían en el espectáculo cinematográfico un medio libertino:
Varias generaciones de hijos de la Villa disfrutaron de aquel espacio de cultura y diversión. Con él no acabó la caja tonta, que aún no había aparecido, sino que acabaron las mentes retorcidas y enfermizas que ven el conocimiento un mal social.


Manuel Lorenzo clausuraría el cine entre los años 1957 y 1958970, vendiendo el proyector  y parte de las butacas a Serafín Baladrón Antón, a la sazón empresario del cine de Tábara.
Aun así, el espectáculo audiovisual seguiría estando presente en la villa, ya que en esos años se tiene constancia, por los vecinos, de proyecciones celebradas en unos garajes situados en la calle de San Francisco, lugar donde se encuentra Caja Rural en la actualidad971. Este cinematógrafo evocaba a los pioneros que habían recorrido las grandes localidades españolas a principios del siglo xx. Su carácter ambulante lo calificaba de original y distinto al cine permanente, ya que el empresario solo ponía la maquinaria y acordaba un local para su exhibición. Mientras, los espectadores, aportaban su asiento y el pago de la entrada, para completar el rito cinematográfico.

961  Fuente: Fondo Documental del INE. Censo de población de 1930. Provincia de Zamora. Recuperado de: http://www.ine.es/inebaseweb/treeNavigation.do?tn=92530&tns=98274#98274
962  Anuario del Cinematografista de 1930, (p. 232).
963  Cotejando varios Anuarios en la Filmoteca Española, se puede comprobar cómo los datos sobre aforos suelen fluctuar o no ser fijos. En el caso de Alcañices para la publicación: España Cinematográfica. Anuario 1943.
A. Valero de Bernabé. Madrid; el Cine Avenida poseía 312 localidades, mientras que para el Índice cinematográfico de España 1942-1943. Ediciones Marisal. Madrid; serían similares al Anuario Hispanoamericano de 1950. Por su parte, el Anuario del Espectáculo 1944-45. Tomo I. Sindicato Nacional del Espectáculo. Madrid; especifica que el aforo del Cine Avenida era de 362 localidades. Sea como fuere, este local contaba con más de 300 localidades, todo un lujo en aquella época.
964  Barros (2005, p. 164) relata que el último cartel que se colgó en el tablón, fue el de Lanza rota (Broken
Lance, Edward Dmytryk, 1956), permaneciendo allí, hasta que el paso del tiempo lo hizo caer en pedazos.
965  Rostán (2007, pp. 145-146) destaca que en la celebración de un acto del Domund en el cine en el que asistieron representaciones de infantes y Acción Católica, el clero mandó cubrir las paredes a ambos lados del escenario con sábanas blancas para así tapar los carteles de películas que mostraban siluetas femeninas e imágenes sugerentes.
966  “La coeducación era pecado, y los bailes populares modernos y el que se besaran los novios, y la moda femenina, e, incluso, pintarse. Malo era leer novelas, era mejor no leerlas; el «vicio solitario» acarreaba todos los males; cuidado especial se tenía en los baños en playas y piscinas y los trajes de bao y los novios no debían salir solos, sino acompañados por sus padres”. Sánchez Herrero, J. (2018). La diócesis de Zamora en el siglo xx (p. 1249). En Sánchez Herrero (coord.). Historia de las Diócesis Españolas. Vol. 21. Igleisas de Astorga y Zamora. Madrid, España: Biblioteca de Autores Cristianos.
967  Testimonio aportado por Asunción González Bermúdez, vecina de Alcañices, durante la entrevista realizada el 28 de enero de 2018.
968  Testimonio recogido a Jesús María Lorenzo Más, actual alcalde de Alcañices e hijo de Manuel Lorenzo Calvo, último empresario del Cine Avenida.
969  Gran parte del público asistía sin pagar un céntimo por ser policías, guardia civiles o familiares de ambos, por lo que la recaudación no era la esperada.
970  Fecha esta tomada del testimonio recogido por Barros (2005, p. 164) cuando hace mención del último cartel colgado en el tablón de la plaza de la iglesia donde se anunciaba la película Lanza rota (Broken Lance, Edward Dmytryk, 1956). Según el IMDB, esta cinta se estrenaría en Madrid el 9 de abril de 1955, por lo que su estreno en Zamora y en un lugar tan recóndito como Alcañices, sería un año más tarde.
971  Testimonio aportado por Daniel Ferreira Fernández, vecino de Alcañices.