domingo, 31 de marzo de 2024

Sermón Viernes Santo . Bercianos de Aliste 29 de mazo de 2024


 


Teo Nieto Vicente nació en el barrio de San Lazaro de Zamora el día 14 de octubre de 1969. Ordenado sacerdote el 16 de septiembre de 1995 llegó a alliste, tras 28 años, es ya un alistano más, querido y respetado.


SERMÓN VIERNES SANTO

BERCIANOS DE ALISTE/29 DE MARZO DE 2024

 

El texto que nos ocupa es una reflexión profunda sobre la crucifixión de Jesús y su significado para la humanidad. A través de la descripción detallada del proceso de bajada de la cruz, el autor nos invita a meditar sobre el sacrificio de Jesús, las injusticias que sufrió y el mensaje de esperanza que su muerte y resurrección representan.
Análisis:
El texto se divide en cinco secciones, cada una dedicada a la retirada de un elemento específico de la crucifixión: el títulus, la corona de espinas, los clavos de las manos y los pies, y el cuerpo de Jesús.
1. El títulus:
El títulus, que indicaba el motivo de la condena de Jesús, es retirado como símbolo de la eliminación de la vergüenza y la reivindicación de su nombre. Se hace referencia a la importancia de la identidad y la lucha contra la discriminación.
2. La corona de espinas:
La corona de espinas, símbolo del escarnio y la burla, es quitada para resaltar la libertad que Jesús ofrece y la necesidad de combatir las ideas que oprimen y marginan.
3. Los clavos de las manos:
Los clavos de las manos, que representan la compasión y la acción, son quitados como un llamado a extender la mano al prójimo y luchar contra la indiferencia.
4. Los clavos de los pies:
Los clavos de los pies, que simbolizan el camino y la esperanza, son quitados para animarnos a seguir adelante en la lucha por la justicia y la paz, sin caer en la tentación de la inacción.
5. El cuerpo de Jesús:
El cuerpo de Jesús, símbolo del sacrificio y la redención, es recibido por María, madre de Dios, y colocado en una urna. Se nos invita a meditar sobre el dolor de la madre, la esperanza de la resurrección y el papel de las mujeres en la historia de la salvación.
Conclusión:
El texto es una invitación a la reflexión personal y colectiva sobre el significado de la crucifixión de Jesús. Nos anima a tomar acción en la construcción de un mundo más justo, compasivo y lleno de esperanza.


La mañana,

ingenua en su despertar,

vertía el aroma de la primavera.

El juego,

la burla

y el chasquido maloliente

del látigo entre la carne

habían traído el cansancio

al amanecer.

Pero había que comenzar

y la quietud se tiñó de rabia

en gritos de saliva incorporada.

Un golpe seco de madera sobre los hombros

marcó el inicio de las huellas del camino.

Caminante,

Maestro,

ya no hay camino,

se quiebra el camino al tropezar.

Los pies vacilantes

era reguero de sangre vertida

empapando calles

enturbiando conciencias.

Las gentes achicaban los recuerdos

de los barcos de su corazón

para convertirse en multitud

sedienta de venganza.

Solo un eco palpitaba…

“crucifícalo”.

Siempre los mismos olvidos.

Atrás quedaba el vino recién estrenado.

Caminante,

Maestro,

ya no hay camino,

se quiebra el camino al tropezar.

El horizonte

era monte nublado,

nombre hundido por la niebla.

Tan solo un letrero titulaba una vida de pasión,

de entusiasmo en la entrega.

Despojo humano con la túnica recién repartida.

Caminante,

Maestro,

ya no hay camino,

se quiebra el camino al tropezar.

¿Cuántos clavos se necesitan

para diluir las utopías

y amarrar a una cruz los sueños?

Siempre los mismos clavos,

clavos que no siempre son metal

sino simple cotización en bolsa

que continúa derramando sangre,

construyendo olvidos,

quebrando caminos

… Y nadie se atrevía a mirar al que atravesaron.

Soledad

como hambre de un Dios

que hacía silencio.

Y ellas allí,

al pie

icono repetido en la historia,

las ignoradas y despreciadas

que saben permanecer.

“Tengo sed…”

 “Perdónalos…”

Leve murmullo en boca agonizante,

Y en aquel muerto seguía viva

la sed de vencer al odio.

“Todo está cumplido…” /                       

“…en tus manos”.

Caminante,

ábrete a un nuevo

Camino…

 

Y ahora, hermanos, de conformidad con vuestra tradición (que yo siento como mía), rogamos que suban a lo alto de la cruz dos ministros del Señor a desenclavar su cuerpo bendito e inerte, crucificado y muerto por la salvación de toda la humanidad. De toda la creación.
Y que lo que hoy vamos a hacer… Este gesto de subir a la cruz sea gesto que transparente el compromiso de ponernos en camino, día a día, segundo a segundo, latido a latido para borrar de los montes de la historia todas las cruces que todavía hoy brotan de nuestros paisajes, de nuestra tierra, cruces que cuelgan del pecho de nuestras gentes.
Subamos a la cruz, pongamos nuestras manos (limpias del pecado de la indiferencia), al servicio de la humanidad sangrante que clama justicia y verdad, una creación que busca caminos alternativos a los dictados del “poderoso caballero” en el que hemos dejado convertir al dinero y sus sacerdotes.
Subamos a la cruz, para agacharnos a limpiar los pies de tantos muertos que reclaman vida.
 
Quitad el títulus…
El motivo de la condena había colgado sobre su pecho hasta llegar a aquel monte cargado de niebla…  La oscuridad no era una simple ausencia de luz, era odio empapando los corazones que aplaudían, era indolencia en los ojos que contemplaban. Pero había que exhibirlo bien, había que colgarlo en lo alto de la cruz, sobre la cabeza de aquel insolente que había osado enfrentarse al poder. A ese poder religioso que pretendía encerrar a Dios en ritos, normas y templos, a ese poder político que, desde la distancia, desde aquella Roma soberbia que se creía en posesión de la verdad, observaba al mundo con su espada en empeño de construir una paz amasada en el miedo.
Todo el mundo tenía que saber que no se podía cuestionar al poder… Ya lo había sentenciado aquel Sumo Sacerdote temoroso de perder su puestor:  “un hombre tenía que morir por todo el pueblo”.
Y toda aquella noche de látigo y burla había servido para borrar su nombre. Aquel despojo humano se había quedado sin nombre…
¡Cuántas veces en la historia borramos los nombres para poder pisotear a las personas!
¡Cuántas veces en nuestros pueblos han diluido nuestros nombres para convertirnos en estadística, números por los que no merece la pena desvelarse!
Pero hoy, aquí, quitamos este títulus de la vergüenza para reclamar un nombre… Porque somos Aliste, somos una cultura, somos gentes y paisajes y vamos a gritar nuestro nombre hasta que quede escrito en la historia.
 
Quitad la corona de espinas…
Las ideas, los pensamientos que manaban por su boca en forma de palabra eran aves que llevaban en sus alas el aroma de la libertad… Había que acallar esas ideas que rozaban con suavidad, con la suavidad de la nieve que cubre los campos, las conciencias de las personas, y, como esa humedad no violenta, provoca el despertar de los corazones… Alienta la sed de libertad.
Había que acallarlas y la burla de esa corona de espinas que hendían su furia en la frente de Jesús eran vano intento de desangrar las ideas de aquel Maestro de Nazareth que “hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos” que inventaban bellos discursos, no para transformar vidas y sembrar felicidad, sino para ser ellos admirados y así ocupar los primeros puestos en las sinagogas…
“No sea así entre vosotros…”, les dijo el Maestro a sus discípulos porque el que quiera ser el primero tiene que ser el primero en volar, y que el reguero de su vuelo sea camino abierto para los demás.
¡Qué peligrosas son las ideas que invitan a despertar! Qué peligrosas esas ideas que intentan construir una humanidad sin muros construidos como pedestales desde los que observarnos unos a otros.
Pero hoy, aquí, quitamos esa corona para que las palabras del Maestro sigan resonando libres y que su luz se filtre por cada uno de los poros de nuestra piel haciéndonos paladear el sabor de la libertad… Una libertad que nos haga vocear, con la fuerza sentida por la gente sencilla, que nuestros pueblos no son lugares de los que compadecerse, ni a los que mirar desde la tribuna de ese pensamiento único que ata nuestras conciencias y hunde nuestros corazones en una sed inacabada.
 
Quitad el clavo de la mano derecha
Aún resonaba en la retina de toda Galilea el gesto insolente de aquella mano extendida.
Del margen del camino había brotado aquel grito que se atrevía a acercarse: “Si quieres puedes, limpiarme”. No eran palabras, era angustia, eran ansias de librarse de la condena de soledad y volver a sentir el calor de la comunidad.
 Todo el mundo esperaba la respuesta: “Quiero, queda limpio”. Al fin y al cabo, la compasión es un sentimiento que nadie puede amordazar en nuestro corazón. Pero… ¿quién se iba a esperar que el Maestro extendiera su mano para tocar a aquel leproso? ¿acaso desconocía las normas de pureza? 
Compasión, sí… pero ¿extender la mano? No. Una mano extendida movida por un corazón compasivo tiene la fuerza de cambiar la historia y quebrar privilegios de purezas que expulsan y marginan. No se podía consentir, había que amarrar esa mano en clavo de acero.
¿Cuántas veces nosotros “queremos limpiar las lepras” y nos compadecemos, pero nos quedamos sentados en el sillón de la esquina del escenario de la historia? Y es que han amarrado nuestras manos… Nos permiten compadecernos, pero no toleran que nuestras manos atraviesen el viento para sembrar el encuentro.
Pero hoy, aquí, quitamos ese clavo de la mano derecha para que nos siga enseñando a extender la mano. Y hoy, aquí, recogemos la enseñanza del Maestro a no quedarnos reposando nuestra rabia sobre la barra de un bar. Que esta mano liberada toque nuestras lepras y nos libre de nuestras perezas para salir a la calle.
 
Quitad el clavo de la mano izquierda
Era un día cualquiera, a una hora cualquiera… Y el Maestro lo dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí y extendió su mano para tocarlos, para bendecirlos”
Pero… ¿a quién se le ocurre hablar así a esos varones borrachos de poder, a esos varones que tenían la respuesta fácil leída en libros arcanos? A esos varones que tenían las preguntas y las respuestas…  ¿A quién se le ocurre decirle que tenían que ser como niños, que tenían que dejarse acariciar por la suavidad de la ingenuidad, que tenían que permitir que los sueños se filtraran en sus venas para construir una historia distinta? ¿A quién se le ocurre?
No podía ser…  Había que amarrar fuertemente esa mano que invita a soñar, esa mano izquierda que invita a mirar la vida con la sorpresa del recién nacido… con la firme promesa de aprender cada día de los lirios del campo.
¡Cuántas veces nosotros abandonamos nuestros sueños como si fuese un reguero de vida gastada a lo largo del camino de nuestro tiempo! Dejar de soñar, dejar de mirar la vida como lugar para crecer, dejar de ilusionarse en cada instante que se nos acerca, es dejar de vivir.
Pero hoy, aquí, quitamos el clavo de esa mano izquierda porque queremos que nos toque, porque queremos sentir el tacto de su piel bendiciéndonos, porque queremos volver a ser como niños.
 
Quitad el clavo de los pies
Todo camino se nos ofrece como reto y tentación… Reto de ir contemplando paisajes, limpiando senderos, dejando huellas que sean estelas, ejemplos a seguir, pero también tentación de quedarse estancando en esas sillas que, como nos diría el poeta, “peligrosas nos invitan a parar”.
Jesús, el maestro, el gran caminante, también sintió entre los callos de sus pies la tentación de esas sillas que nos invitan a olvidar caminos.
Sillas de violencia… “Pedro, mete esa espada”.
Sillas de poder… “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”
Sillas de indiferencia ante el sufrimiento ajeno… “dadles vosotros de comer”.
Hoy la tentación de la silla se convierte en deseos de quedarse parado contemplando la vida desde el palco de la indolencia cómplice que deja discurrir la historia en manos de quienes crucifican.
Pero hoy, aquí, quitamos el clavo de esos pies caminantes para que su camino quebrado vuelva a ser sendero de luz y libertad. Quitamos el clavo como deseo de liberar a nuestros propios pies de tantas tentaciones de violencia, de poder, de indiferencia…
 
Y ahora, a vosotros, cofrades, os corresponde recibir el cuerpo bendito y exánime de Jesús, el Rey de la gloria, humillado y escarnecido, verdadero Dios y verdadero hombre, que “fue crucificado, muerto y sepultado”
Recibid ese cuerpo que, en el silencio de la muerte, es pura denuncia de la barbarie. Profeta que reclama la diversidad y el encuentro.
Hermanas, hermanos, recibid, recoged ese cuerpo, no tengáis miedo de tocar su sudor, no temáis tocar con vuestras manos ese cuerpo inerte que, en camino de invierno, rezuma por sus poros el calor de Dios.
 
Hermanos cofrades, poned este cuerpo en brazos de María
Ayudemos a esta madre en su dolor… En cada una de sus lágrimas lleva impreso el recuerdo de toda una vida acompañando, educando, haciendo que su hijo abriera los ojos a la necesidad ajena…
“Hijo, no les queda vino” y aquellas palabras de madre fueron aguijón que impulsó al hijo a salir por los caminos, destapando miserias escondidas, anunciando el rostro de un Dios que abre sus brazos en misericordia, denunciando los fardos pesados sobre los hombros de la gente sencilla.
“Hijo no les queda vino…” Y esa madre le mostró que Dios tenía rostro de mujer.
Ayudemos a esta madre en su dolor…  Pongamos en sus brazos al hijo de sus entrañas. El mismo vientre que lo llevó para darle vida es ahora regazo, lecho de muerte en sangre amordazado.
Detengamos nuestra mirada en esa mujer de pies firmes ante la cruz a pesar del dolor… Dejemos que nuestras retinas se llenen de los brazos tiernos de esa mujer que, a pesar de la rabia, recogen ese desecho humano que sigue siendo su hijo… Siempre lo será.
Detengamos nuestra mirada en esa mujer, reflejo de cada mujer silenciada en una historia construida con los mimbres de varones decididos a enmudecer la voz de Dios. En su nombre está grabado el nombre de cada mujer alistana que ha hecho de la entrega un estilo de vida… Que nuestra mirada detenida sea un homenaje a la mujer de nuestros pueblos.
Detengamos nuestra mirada en María acogiendo a ese hijo ungido con la sangre de la injusticia… Miremos desde el corazón y descubriremos que ese regazo cargado de lágrimas se convirtió en rabia que se negaba a aceptar que aquella palabra maloliente de muerte fuese la última palabra que reposara sobre el manto de esta creación con el latido de la primavera recién estrenado.
“Hijo, no les queda vino…” Y ese vientre que alumbró vida y hoy reniega de la muerte se convirtió en fuente de esperanza…
 
Y ahora, colocadlo en esa urna como hicieron José de Arimatea y Nicodemo
Colocad este cuerpo en la urna, pero no nos quedemos estancados, corrompidos por la semilla de dolor.
Colocad este cuerpo y quedemos a la espera de esa mañana de Pascua en la que las mujeres, dispuestas con los aromas, fieles a la costumbre, rompen con el miedo y los prejuicios.
Colocad este cuerpo y quedemos a la espera de la mañana de Pascua en la que el Maestro de Nazareth quiso completar el número de los doce, mutilado por la traición, con un nombre de mujer.

jueves, 21 de marzo de 2024

Pregón de Samana Santa de Bercianos de Aliste año 2024

Pregón de Semana Santa

Bercianos de Aliste

Sábado, 16 de marzo de 2024


José M. Chillón Lorenzo
Profesor de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Valladolid y gerente ecónomo de la Diócesis de Zamora


Me siento tan halagado por vosotros que creo sinceramente que este reconocimiento es del todo inmerecido. No es la amplitud ni el peso de un currículum personal, por meritorio que sea, el que avala a quien tiene que pregonar esto que lleváis tan dentro: vuestra Semana Santa; la Semana Santa de Bercianos.

Nadie lo va a decir mejor que vosotros.

Nadie lo va a contar con la pasión con la que lo hacéis vosotros.

Nadie lo podrá vivir con tanta profundidad como vosotros.

Por eso, todo el que pasa pregonando por esta tierra, por estudioso y testigo que sea, o, como este servidor, por mero observador del hecho religioso, no dejaría de hacer un osado ejercicio. El atrevimiento del que habla de lo que ve; la osadía del que cuenta lo que pasa… pero desde fuera. Cuando aquí, de lo que se trata es de captar eso que no se deja ver. Cuando aquí, esto no visible, esto no perceptible, es, precisamente, lo único importante.

Y esto, que por estar tan dentro no ha podido manipularse ni alterarse es, a mi modo de ver, lo que ha sostenido y mantenido la pureza de la tradición, la casi ingenuidad costumbrista, la anchura de la fraternidad y la profundidad de vuestra fe. Justo, ámbitos invisibles todos ellos, que no se agotan al relatarlos, ni se dejan reproducir en su esencia.

Ni la pluma escribe del todo lo que sucede aquí, ni la imagen capta del todo lo que acontece aquí. Por eso, ¡cuántas veces las gentes de Bercianos pensáis que, todo lo que se cree que es Bercianos, todo lo que se ve y se valora de Bercianos, no es Bercianos! No es la Semana Santa de Bercianos.

La Semana Santa de Bercianos es procesión de la carrera, del Santo Entierro, de la Soledad, del domingo de resurrección… pero no sólo

La Semana Santa de Bercianos es vestimenta, capa alistana, toquilla, manteo… pero no sólo

La Semana Santa de Bercianos es preparación del monumento, alzado de la cruz, santos oficios… pero no sólo

La Semana Santa de Bercianos es camino del calvario, vía crucis, estación, adoración…. pero no sólo

La Semana Santa de Bercianos es miserere, siete palabras, sermón del desenclavo… pero no sólo.

La Semana Santa de Bercianos es todo eso que abre portadas e informativos, pero no solo; todo eso que eternizan las cámaras y las imágenes, pero no solo; todo lo que se cuentan unos a otros para animarlos a venir… pero no solo. Y este “pero no solo” es el que apunta a esa inmensa cantidad de experiencias personales y comunitarias, de personas y de familias, de iglesia y de fe, de gentes de Aliste, que les hace únicos y así hacen único todo lo que les da identidad.

Este componente invisible de vuestra semana de pasión contiene todo eso que bien sabéis y bien vivís y que una y otra vez, casi con lágrimas en los ojos, os anima a decirnos a los de fuera: no se puede saber del todo lo que significa la Semana Santa de Bercianos, si no eres de aquí.

 

Así que este Pregón no deja de ser, como lo es toda mirada exterior, una cierta intromisión en lo más genuino de lo que sois, tenéis y vivís. Lo hago con todo el respeto, a sabiendas de que mis palabras quedan lejos de la grandeza del misterio celebrado así y aquí, en Bercianos, y con la conciencia de que en nada suplen la belleza y la singularidad del acontecimiento que sucede cada primavera santa.

Lo que vivís aquí estos días, lo que sentís aquí estos días, lo que pensáis y rezáis estos días, tiene para mí la pátina de la verdad indiscutible ante la que no puedo hacer otra cosa más que callar, aprender y dar gracias a Dios. Todo aquí, en Bercianos: la celebración, la tradición, el rito… brota de la entraña del pueblo, del interior del cofrade, de lo más recóndito del alma, exactamente del lugar donde habla Dios y donde habita el agua que sacia, la vida que salva. Ni una palabra que decir.

Esta vivencia de la Semana Santa en Bercianos, sostenida sólo por la fe de un pueblo, resistente al inmisericorde paso del tiempo, transmitida de generación en generación, cuidada meticulosamente sin otro interés que el de la convicción cristiana metida hasta las entretelas de las gentes de aquí, os hace ser lo que sois, y mostrarnos, a todos los demás, una Semana Santa de otra manera. Una Semana Santa desde la autenticidad que rechaza el tener que acompasarse a otros tiempos o a otros modelos. Una Semana Santa que no necesita nada porque todo lo que le falta, le sobra.

Aquí hay verdad porque no hay doblez.

Aquí hay verdad porque no hay mezcla.

Aquí hay verdad porque no hay posiciones de poder.

Todos colaboráis con el monumento, la mañana del miércoles.

Todos preparáis el alzado de la cruz la mañana del viernes.

Todos seréis mayordomos, después todos seréis jueces.

Todos sois hermanos

Todos sois cofrades.

Y así, la comunidad del pueblo que procesiona, que vive unida la fe, es la misma comunidad que se junta para limpiar y arreglar lo que no es de nadie, porque es de todos. La que se reúne para comer lo mismo, como si el concejo y la comensalía que constituyen vuestra vecindad fueran, ni más ni menos, que prolongaciones de la cofradía. La Semana Santa, en Bercianos, es escuela de ciudadanía, academia de buena vecindad, fuente de hermandad.

Todo brota, en Bercianos, de la Semana Santa.

Todo desemboca, en Bercianos, en la Semana Santa.

Por eso, no hablamos solo de una fiesta genuina. No nos referimos únicamente a una tradición varias veces centenaria. Estamos ante la vivencia interior de una fe que confía en que la cruz de Jesús, la pasión del Hijo de Dios, la muerte del Verbo y su resurrección de entre los muertos, no son agua pasada. Cada Semana Santa sucede aquí, entre vosotros y gracias a vosotros, el acontecimiento central de nuestra fe.

Lo vivís y lo creéis hasta tal punto de que Bercianos todo entero y todos en Bercianos, configuran su existencia personal y colectiva desde aquí, se piensan desde aquí. La vida aquí, en Bercianos, queda tocada en su entraña más profunda por la cruz. Matrimonio y cofradía, ya en sus inicios -por poner solo un ejemplo- por tanto, amor y muerte, han experimentado con una intensidad inusitada esta experiencia paradójica de cómo la fuente de la vida, el matrimonio, es la ocasión para sellar en otro “para siempre” la convicción de fe en la muerte y en la resurrección.

La vida por la cruz. La muerte en cruz. La resurrección desde la cruz.

El entierro de Cristo, representado en Bercianos, pone la forma precisa y verdadera que exige el contenido que se celebra. No hay traje de gala. No hay protocolo. Es un entierro.

El sermón da el tono intimista que debe acompañar la meditación que el cofrade tiene que paladear durante la pendiente que lleva al Calvario. El miserere rompe el silencio poniendo tono al contenido de la fe viva:

 

“Ten mi Dios, mi bien, mi amor, misericordia de mí.

Hoy me ves postrado aquí con penitente dolor”

 

Perdón Oh Dios mío. Y en Bercianos, el perdón de Dios -esto lo saben bien sus gentes y está documentado- se hacía tradicionalmente patente cuando, una vez depositada la cruz en el calvario, tras el viacrucis de la procesión de la Carrera del Jueves Santo, el sacerdote invitaba a los fieles a perdonarse mutuamente con un mínimo gesto. Es increíble cómo la fe impregna la vida individual y comunitaria.

Cuando pases, mírame

            Y contempla bien mis llagas

            Mírame cómo me pagas

            la sangre que derramé

El pueblo sabe que la sangre derramada del Señor no puede ser en vano. La sangre derramada y el cuerpo torturado, tomados en serio, asumidos en su verdad más profunda, cambian al ser humano por dentro y transforman a la comunidad.

Todo es aquí pasión.

Todo es aquí subida al Calvario.

Todo es aquí sagrada memoria que os hace decir AMEN al pasado de vuestros mayores. Ellos creyeron y esperaron. Murieron con la mirada fija en su Señor crucificado, al que tantas veces miraron en sus tres clavos clavado. Murieron con la confianza en que los brazos abiertos de la soledad que procesionaron un día, iban a ser, ahora de verdad, los brazos con los que se abrirían las puertas de la Nueva Ciudad. Murieron con el rosario entrelazado para siempre entre sus manos intentado asir la luz de la verdad, la luz inextinguible.

En la vida y en la muerte somos de Dios.

Bercianos lo simboliza hasta el final. En la vida y en la muerte, unidos a la cruz del Señor, cobijados bajo el manto de la Virgen de la Soledad, tomados de sus manos. Va de suyo que el traje de lino, que solo por procesionar alcanza la indulgencia, según la Bula de Quiñones, acompañe el último momento del cofrade. La vestimenta, con la que el hombre y la mujer de Bercianos se revistieron cada procesión del Santo Entierro, debe simbolizar, el día de su muerte, su propio viernes santo. Y así el cofrade de Bercianos sabe que cada Viernes Santo del Señor anticipa y prologa su propio viernes santo, el de su propia muerte. En vida procesionó ataviado de blanco desde la cruz desnuda de la Plaza de la Iglesia, después del desenclavo. Ahora, en su último viaje, será llevado, también de blanco, al cementerio adonde tantas veces subió procesionando. Lo que ahora sirve de mortaja para la muerte es lo que entonces sirvió de vestimenta para la vida.

Se entierra a Cristo vestidos de blanco.

Se muere en las manos de Dios vestidos de blanco como advirtiendo que este color de la gloria ratifica ya el fundamento de la fe: la muerte no es el final del camino.

Delante del calvario, los cofrades adoran la cruz. Detrás del calvario, los cofrades encuentran su reposo definitivo a la espera de la resurrección.

Todo es cofradía.

Y por eso, el último viaje tiene todavía una estación intermedia en el lugar recientemente restaurado, justo enfrente de la iglesia, donde están todos los símbolos del Santo Entierro. El centro de interpretación contiene el lugar del homenaje de los hermanos al difunto. La cofradía entierra a sus muertos, como era en el principio. Hiela la sangre y pone la carne en guardia entrar y ver la cruz desnuda, la antigua cruz del desenclavo, presidiendo, a media luz el último lugar de vela para el hermano fallecido. La sobriedad envuelve la sala; la atmósfera que se respira, detiene el tiempo.

En la vida y en la muerte, somos de Dios.

En Bercianos, no procesiona la mortaja.

En Bercianos, no procesionan las mortajas.

En Bercianos se muere como cofrades, que no es lo mismo.

Lo importante es la vida, y por eso lo importante es morir como se ha vivido. Quien ha dado sentido a su vida desde la pertenencia a la cofradía, debe morir así, como hermano, como cofrade. Vestido de cofrade.

La Semana Santa mantiene en vilo vuestra fe. Y esa es la fuerza con la que quitáis los clavos para enterrar a nuestro Señor. Porque quitar los clavos es algo así como querer que no muera más, que no siga sangrando, que encuentre en la tierra el descanso que el mal infligido no puede otorgarle. Porque quitar los clavos es la forma más solemne y radical de decir basta ya al dolor, de reclamar descanso y paz para un cuerpo que ya no da más de sí. Porque quitar los clavos es todo un símbolo del arrepentimiento, un modo de resarcir la culpa del pecado en el que caemos cada vez que lo que pudimos hacer con el más pequeño de entre nosotros, no lo hicimos. Tantas veces te clavamos, Señor…

            Y así Bercianos pone, cada viernes santo, la escalera,

aquella que pedía el poeta,

            La escalera prestada para subir al madero

            Para quitarle los clavos a Jesús, el Nazareno

Porque quitar los clavos es el primer paso para mostrar el respeto sagrado al cuerpo bendito del Señor custodiado en la urna y venerado en silencio. Ese respeto del viernes, esa solemnidad sobria y serena, en fila de a uno, en fila sin desfile, anticipa el Domingo de Resurrección en el que el Padre hace de la carne exangüe del Señor, cuerpo glorioso. La vida nueva aparece con la claridad de la mañana, con el encuentro entre el dolor y el amor en vuestra simbólica procesión. Un encuentro que anticipa el encuentro definitivo de cada uno de los hombres y mujeres de esta tierra con el Padre Eterno. Y así a la búsqueda del Amor más absoluto, del Amor más sincero, irán las gentes de esta tierra, los cofrades del Santo Entierro, recorriendo las calles de la Nueva Ciudad. Y entonces, en el nuevo mañana, recorreréis otra vez las calles del Tintinaio, la Fuente, la Ponticiella, Riguero, Filato o Arroyo, ya sin figuras que lo representen, ya con la realidad de la vida nueva resucitada.

El respeto al cuerpo del Señor vivido en la procesión del viernes simboliza en imágenes el respeto, la veneración y la adoración al cuerpo sacramentado reservado después de la misa de la cena el Jueves. Jueves Santo, Viernes Santo y Corpus Christi forman la unidad en la que la eucaristía y la cruz constituyen la verdad de nuestra fe. La custodia contiene la presencia real que la cruz simboliza en la imagen del crucificado.

“Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros”.

Y así se ve la grandeza del misterio que insiste, cada Viernes Santo, en que el cuerpo torturado y magullado, es ya el cuerpo glorioso del Hijo de Dios. Pero Cristo, el Cristo que resucita, la carne masacrada y después resucitada -miradlo si no- tiene siempre sus yagas a la vista. Se sabe que ha resucitado porque sigue herido. Cristo siempre vuelve a morir en un Calvario. Miles de calvarios hacen que Cristo siga muriendo cada día. ¡Qué más Calvario que esta tierra abandonada! ¡Qué más calvario que esta tierra olvidada! Pero, si aquel calvario fue el camino hacia la resurrección… ¿Por qué esa misma esperanza no puede sostener hoy nuestra tierra, nuestra Zamora, este Aliste, este Bercianos, esta cofradía?

Y esa es la convicción que no se repite cada año, sino que se revive como experiencia del memorial de la fuente de nuestra fe. En Bercianos, siempre todo es igual; por eso, cada año, todo es distinto. Nada cambia para que así todos se transformen. El rito permanece; la circunstancia, la vivencia, el sentimiento… todo lo renueva.

Y así debe seguir celebrándose, sin tocar ni retocar nada, para que nada se tambalee, para que nada pierda la pátina de autenticidad que la ha mantenido en pie. Si cientos y cientos de los vuestros mostraron, sintieron y vivieron su fe así… ¿quién somos nosotros ahora para cambiarlo o para alterarlo? Tesoro, este de la Semana Santa de Bercianos, reserva espiritual -me atrevo a decir- que ha sido entregada de unos a otros no en cofres de oro ni en preciosas cajas blindadas, sino en la debilidad y en la fragilidad de la comunicación y de la palabra que pasa de padres a hijos; en la observación y en el aprendizaje de quien no quiere dejar de dar importancia a aquello por lo que sus mayores dieron la vida.

Bercianos ha conseguido conservar como en formol la tradición, blindar la vivencia a cualquier tipo de injerencias externas e incluso sobreponerse al reclamo del turismo.

Alguien tendrá que hacer las veces del Ti Matías que, sin saber una sílaba de latín, cantaba con precisión minuciosa el miserere en la lengua eclesiástica por excelencia.

Alguien tendrá que mantener el cantar de los pasos de la Ti Simona…

Y así, con tantos y tantos de vuestros mayores cuyo recuerdo, hoy y cada Semana Santa, recorren vuestra mente, llenan vuestro corazón y provocan vuestra emoción al tiempo que susurráis sus nombres.

Creéis. Y porque vosotros creéis, nosotros, los que estamos del otro lado, los que miramos y observamos, os creemos y queremos creer. Queremos creer contagiados de esta pasión a flor de piel, de esta mirada simple y llana de las gentes de aquí, de los hombres y mujeres de una pieza.

Bercianos y su Semana Santa se muestran a nuestros días, a los hombres de nuestro tiempo y a nuestra forma de vivir la fe, seguramente sin pretenderlo, como paradigma de lo que una tierra tan herida y denostada, tan dejada y tan abandonada, puede dar de sí en términos de esperanza. La Semana Santa de Bercianos es, de esta manera, el evangelio en carne viva. Aquí, en esta precisa y preciosa zona del noroeste de España se percibe mejor el contenido de la fe. Aquí es más fácil hablar de coherencia entre las convicciones y la vida. El ser propio de este pueblo, la experiencia del cuidado y del respeto, la atención familiar al vecino, la cooperación de la mano tendida y de la mesa puesta, la hospitalidad de la luz siempre encendida y de la puerta siempre abierta, hablan el mismo lenguaje que el de Jesucristo.

Vivir y creer, en Bercianos, no son experiencias dispares y disjuntas sino profundamente entrelazadas.

Hombres y mujeres de este pueblo, hombres y mujeres de Bercianos, que portáis en vuestra existencia el sello de la fe, el tesoro de la esperanza, la perla preciosa del Amor de Dios,

Reclamad atención, pero no os convirtáis en un reclamo más.

Atraed a todos, pero no os convirtáis en un atractivo más.

La fe os ha hecho lo que sois. La vivencia de la pasión que os ha apasionado ha forjado la cultura que sorprende y es admirada en todos los rincones. No permitáis que aquella convicción profunda que posibilitó todo lo que sois, lo que sentís, lo que vivís, se quede sin sentido.

Colmad vuestra vida del Dios que os la ha dado a raudales

Asid vuestros brazos a la cruz del Cristo que descolgáis cada Viernes Santo.

Poned siempre la escalera, prestad cada primavera vuestra escalera para quitar una y otra vez los clavos al crucificado

Fijad vuestros ojos sólo en Él para que él os haga sensibles a las cruces de los demás, a sus soledades, a sus sufrimientos, a sus sinsentidos…

Para que así, cuando se aproxime el momento final, sintáis en Dios llegar vuestro atardecer.

Que la vida vivida a la sombra de la cruz os otorgue la vida de la luz, la vida prometida.

Venir a Bercianos es, necesariamente, tener que volver a Bercianos.

He venido varias veces. Prometo volver a venir si así Dios me lo concede.

Gracias por este inolvidable momento. Gracias por este honor inmenso.


Emiliano Rapado (Juez de la Cofradía), Juan Lorenzo Blanco (Presidente de la Cofradía), Josá Manuel Chillón (Pregonero), Cipriano Garcia (Director de Caja Rural) y José Alberto Sutil (Capellan)




 

 



 

 

 



miércoles, 13 de marzo de 2024

𝐄𝐥 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨: 𝐔𝐧 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞́𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐚𝐛𝐨𝐫 𝐲 𝐥𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧

El 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨 es mucho más que un simple utensilio de cocina. Es un símbolo de tradición, unión familiar y arraigo a la tierra. Su figura robusta, con un vientre abultado y tres patas firmes, evoca imágenes de hogares acogedores y aromas suculentos que emanan del fuego de la chimenea.


𝐔𝐧 𝐫𝐞𝐜𝐢𝐩𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚

Este recipiente tradicional, utilizado para hervir alimentos en el fuego de la chimenea, se ha convertido en un elemento esencial de la cultura alistana. Su forma redonda, ideal para distribuir el calor de manera uniforme, y su tamaño variable, permiten cocinar una gran variedad de platos, desde guisos sustanciosos hasta sopas reconfortantes.

𝐌𝐚́𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐧 𝐮𝐭𝐞𝐧𝐬𝐢𝐥𝐢𝐨, 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚

El 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨 va más allá de ser un simple recipiente. Es la magia de un guiso que se cocina lentamente al calor del hogar, impregnándose del aroma de la leña y del cariño de quienes lo preparan. Es la unión de una familia alrededor del fuego, compartiendo historias y disfrutando del calor de la compañía. Es un pueblo reunido, celebrando sus tradiciones y fortaleciendo sus lazos.

𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐢𝐧𝐠𝐫𝐞𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐚𝐥

En este sentido, la 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚 del pote alistano se convierte en un ingrediente más del guiso. Es la esencia de la tradición, la calidez del hogar y el amor que se comparte en cada cucharada. Es un sabor que evoca recuerdos, une a las personas y celebra la vida.

𝐔𝐧 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐯𝐢𝐯𝐞

El pote alistano es un legado que se transmite de generación en generación, un símbolo de identidad cultural que resiste el paso del tiempo. Es un recordatorio de la importancia de las tradiciones, la familia y la conexión con la tierra.

𝐔𝐧 𝐜𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐜𝐢𝐧𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥

En un mundo cada vez más globalizado, el 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨 nos invita a revalorizar la cocina tradicional, esa que se basa en productos frescos, recetas ancestrales y el amor por el buen comer. Es una invitación a disfrutar de los placeres simples de la vida, a compartir con los seres queridos y a celebrar la riqueza de nuestra cultura.

𝐄𝐥 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨: 𝐔𝐧 𝐭𝐞𝐬𝐨𝐫𝐨 𝐜𝐮𝐥𝐢𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐲 𝐜𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥

El 𝐩𝐨𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐨 es un tesoro culinario y cultural que debemos proteger y preservar. Es un símbolo de nuestra identidad, un legado que nos conecta con nuestras raíces y nos recuerda la importancia de la tradición, la familia y la unión.







𝐄𝐥 𝐁𝐨𝐥𝐥𝐨 𝐌𝐚𝐢𝐦𝐨́𝐧: 𝐔𝐧 𝐃𝐮𝐥𝐜𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐑𝐚𝐢́𝐜𝐞𝐬 𝐒𝐞𝐟𝐚𝐫𝐝𝐢́𝐞𝐬


𝐔𝐧 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐮𝐥𝐢𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐚𝐧𝐜𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐥: El bollo maimón, un manjar tradicional de la comarca alistana en Zamora, guarda una estrecha conexión con uno de los dulces más antiguos de la cultura sefardí. Su elaboración, transmitida de generación en generación por las mujeres de la región, conserva un vínculo con la historia y las tradiciones de este pueblo.


𝐎𝐫𝐢𝐠𝐞𝐧 𝐞𝐭𝐢𝐦𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐨: La denominación "maimón" proviene del recipiente utilizado en su preparación original: un puchero con un cilindro central llamado "maimona" que daba al bollo su característica forma de rosca. El vocablo "maimón" en hebreo significa "bendecido" o "afortunado", lo que añade un significado especial a este dulce.

𝐔𝐧 𝐬𝐢́𝐦𝐛𝐨𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐜𝐞𝐥𝐞𝐛𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧: El bollo maimón se preparaba para conmemorar eventos importantes, como las bodas. Se le conocía también como "rosca de bodas" y se obsequiaba a los invitados para mitigar el hambre y endulzar sus paladares antes del banquete nupcial.

𝐏𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐧 𝐫𝐢𝐭𝐮𝐚𝐥𝐞𝐬: En Aliste, una de las damas de honor portaba el bollo maimón durante el ofertorio de la eucaristía en las bodas. En Pozuelo de Tábara, esta tradición se mantiene en la fiesta del Tafarrón, donde una joven lo lleva a la misa mayor en la iglesia de San Juan Bautista.

𝐔𝐧 𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐨𝐫𝐢𝐠𝐞𝐧 𝐢𝐥𝐮𝐬𝐭𝐫𝐞: Algunos historiadores sugieren que el fundador del bollo maimón pudo ser Maimón, padre de la célebre familia Maimónides. Su fallecimiento en la última noche del Pésaj (Pascua judía) dio origen a la "noche maimona" como cierre de la festividad.

𝐂𝐨𝐧𝐞𝐱𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐜𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥𝐞𝐬: El investigador Fraile Gil observa una relación directa entre la "giraldesa" o falda de diario de las mujeres sefardíes y el ancestral "manteo" o falda alistana. Esta prenda evolucionó de "moradana" a "manteo" y finalmente a su forma actual.

𝐔𝐧 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐯𝐢𝐯𝐨: El bollo maimón se alza como un símbolo de la rica herencia cultural de Aliste y de la conexión histórica con la comunidad sefardí. Su elaboración artesanal y su presencia en tradiciones locales lo convierten en un tesoro culinario y cultural que debe ser preservado.

Receta:
https://www.lasrecetasdemj.com/2022/09/bollo-maimon-bizcocho-alto-y-esponjoso.html

La Manta Zamorana: Un Tesoro Tejido en la Historia.

Raíces Profundas: La manta zamorana no es solo una prenda, es un legado que se remonta al siglo XI. Tras la reconquista, un grupo de palentinos se estableció en Zamora, trayendo consigo el arte del hilado y tejido de lana. Su labor floreció en el arrabal noroccidental, impulsando la industria textil que marcaría la economía de la ciudad durante siglos.
Un Tejido de Identidad: Entre los siglos XIII y XV, la manta zamorana se convirtió en un símbolo de la provincia. Su elaboración artesanal, utilizando lana de oveja local, le otorgaba características únicas: calidez, ligereza y una resistencia admirable. Los colores predominantes, rojo y verde a rayas, evocaban la Seña Bermeja, emblema de la ciudad.
Más allá de Zamora: La producción de mantas no se limitaba a la capital. Pueblos como Carbellino, Almeida de Sayago y Alcañices en Aliste también se destacaron por su destreza en este arte. La manta zamorana se convirtió en un producto apreciado en toda la región, símbolo de la tradición y el buen hacer zamorano.
Un Legado Vivo: A pesar del declive gradual de la producción a partir del siglo XVI, la manta zamorana no ha perdido su valor. Hoy en día, artesanos apasionados mantienen viva la llama de esta tradición, elaborando mantas con la misma dedicación y calidad de antaño.
La Manta Zamorana: Un Tesoro por Descubrir: Más que una prenda para combatir el frío, la manta zamorana es un pedazo de historia tejida con lana, pasión y tradición. Es un símbolo de la identidad zamorana que invita a descubrir la riqueza cultural y artesanal de esta tierra.
Revalorización y Futuro: Es importante promover la revalorización de la manta zamorana. Iniciativas como la creación de talleres artesanales, la promoción en ferias y eventos, y la difusión de su historia y características, son esenciales para asegurar su supervivencia y legado. La manta zamorana es un tesoro que debemos proteger y transmitir a las futuras generaciones.
Fotos: El Consulado shop, La Moderna singular