Simón KATON ÁLVREZ.
(Desde Buenos Aires-Argentina).
Es curioso, como el
refranero, abundantemente evocado por Cervantes en boca de Sancho, y en menor
medida, aunque más selectivo, en la de Don Quijote, en su obra inmortal: El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, se vuelve a repetir en los ciclos
de las vidas personales, cuando la vida biológica es suficientemente larga, y a
esa largueza, la misma responde con buen estado físico y buena salud mental /
emocional. Es decir, en términos informáticos, cuando el hardware y el software funcionan.
En el caso
particular, aunque ese refrán o sentencia no la he leído en el Quijote (dudo
que la contenga, pues he leído la obra completa, copia de la Edición Príncipe
varias veces), dice así: “Después de los años mil, vuelven las aguas por
donde solían ir”.
El
pensamiento
en cuestión, se refiere a las patatas de Aliste, y de su uso intensivo en la
alimentación cotidiana durante casi todos los 365 días del año, y en los
bisiestos 366. No por casualidad se decía con frecuencia cual era el menú del
día: “ A la mañana, patatas; al mediodía patatolas;
y, a la noche, patatas solas”. Menos mal que a Pizarro y sus muchachos, se les
ocurrió llegar a Perú, de donde llegó a Europa la patata, que valga la torpeza,
en España no fue donde se difundió como alimento, fue en Inglaterra e Irlanda;
en España era una planta de adorno, y empezó a funcionar como alimento por las
tierras de la hoy Cantabria y el País Vasco ¡Cuántas hambrunas ha quitado en
los más de 400 años en Europa!
Por añadidura, los
días especiales de fiesta, cuando tocaba la carne, casi el 100 del ganado
ovino; o algún pollo para el Gallo; algún conejo, liebre o perdiz; casi siempre
se guisaban con patatas y / o patatas y arroz.
Comer carne vacuna,
rarísimo, y de ternera, únicamente que por enfermedad hubiera que sacrificar al
ternero. De manera que los deseos carnívoros, se iban renovando de año en año
por los habitantes de Aliste, sin que secularmente las generaciones pudieran
satisfacer sus deseos imaginados.
Tales deseos,
recién pudieron ser satisfechos, cuando los desarrollos económicos y la
movilidad social catapultaron el éxodo de Aliste, hacia otras latitudes, para
buscar los nuevos horizontes y participar, con las distintas capacidades en
tales desarrollos.
Lo paradójico, que
los mismos alistanos emigrados encontraron en Aliste la satisfacción de sus
deseos por siglos reprimidos, por las necesidades de su pobre economía; pues
por mentas, se sabía de la alta calidad de sus terneros, que iban a parar a los
paladares más refinados con poder adquisitivo. Que los nuevos tiempos, los de
las vacas gordas y el enorme crecimiento económico a través del endeudamiento
colectivo, permitieron a los alistados de origen emigrados y a sus sucesores,
incluso a los pocos vecinos residentes, satisfacer con creces sus deseos
“carnívoros”.
En mi caso
particular, si bien se han dado los cumplimientos (carnívoros) en mis viajes a España
como visitante, no lo fueron como vecino; habida cuenta que me ausenté en Abril
de 1951, cuando España era exportadora
masiva de Emigrantes hacia América Latina, fecha muy lejana, a la
entrada de España en el concierto Europeo, solicitado en 1977, firmado el
123-06-1985, y admitido de pleno el 01-01-1986.
De cualquier
manera, mi país de destino, Argentina, sí me ha saturado con creces ( sin duda
en exceso) los deseos carnívoros de mi infancia y adolescencia, casi
deficitarios al 100 X 100.
Como simple
anécdota, voy a citar la cena de la noche del 09 de Junio de 1951, día de mi
llegada a la ciudad de Buenos Aires, a
bordo del barco italiano de la línea C, Giovanna-C, un carguero de Guerra,
reciclado como barco de pasajeros de Tercera clase, con grandes salones
colectivos, para hombres y para mujeres, debidamente separados; con literas
superpuestas de dos plazas atornilladas al suelo, colchones de lona sujeta con
cuerdas a los caños, y mantas remanentes de la Segunda Guerra Mundial, casi con
olor a pólvora.
Yo venía con un
compañero de ruta de un pueblo de Sanabria (Zamora). Él con destino a la ciudad
de Mendoza, provincia del mismo nombre, donde estaba radicado un tío; yo a la
ciudad de General Roca, donde estaba radicada mi prima hermana Felisa, entonces
Territorio Nacional de Río Negro, (hoy provincia del mismo nombre); junto con
Neuquén, las primeras Provincias de la Patagonia Argentina, donde se encuentra
la zona frutícola de manzanas y peras más importante del país, el Alto Valle de
Río Negro y Neuquén, y la zona de Bariloche ( Río Negro) y sus lagos en los
Andes Patagónicos, a 1.400 kilómetros en avión al Suroeste de la ciudad de
Buenos Aires.
Desembarcamos a eso
de la hora 21, y fuimos a casa de unos primos hermanos del padre de mi
compañero de ruta, que tenían un bar y restaurante en la calle Montes de Oca y
Martín García, del Barrio Constitución de la ciudad de Buenos Aires. Como ellos
no estaban, era sábado y se habían ido a
pescar a Punta de Indio, en la provincia de Buenos Aires, el gerente del
establecimiento, nos derivó a una pensión de otros sobrinos sanabreses, que
estaban a unos 100 / 150 metros de
distancia, donde cenamos con ellos.
La cena fue un bife
enorme a la parrilla, de un corte llamado “bife de chorizo”, con ensalada de
lechuga y tomate. El postre era el típico popular de la época, un trozo de
queso semiduro, convoyado con un trozo de dulce de membrillo. De manera
que la noche del día 09-06-1951, el de
llegada a la Argentina, mi paladar tomó contacto con la carne vacuna argentina.
Y según pasaron los
años, lo más común de cada día, era por lo menos comer una vez al día bife a la
plancha con ensalada. Y naturalmente, las invitaciones y las celebraciones, muy
frecuentes, eran de común el clásico asado completo:
Chorizos parrilleros,
morcillas, tiras de asado, vacío , chinchulines y mollejas.
Esto ha decaído un
poco en los últimos años, tanto por el encarecimiento de los precios, cuanto
por los consejos sanitarios médicos del colesterol, ácido úrico, aumento de peso, hipertensión , grasas
saturadas, y todos esos predicamentos. De cualquier manera, en Argentina el
consumo de carne sigue siendo muy alto.
Pues bien, yo, en
los últimos 20 años, he disminuido bastante el consumo de carne en la forma
tradicional . Y su ingesta va más acompañada en cocido con legumbres varias y
verduras diversas: Pimientos, calabaza, zanahorias, remolacha, repollo verde y
colorado, bulbos de hinojo, berenjenas, cebollas, puerros, ajos, etcétera. Y en
los últimos 05 años, por lo menos tres veces por semana, estoy reivindicando
los viejos cocidos de las patatas. De aquellas patatas, que hace años, pero
muchos años atrás, solía hacer mi Madre (Balbina), de las que llamaban “Patatas
viudas”, o casi viudas, pero sabrosas, que se comían con excelente apetito y hambre
de verdad. Voy a citar algunas de las variantes de mi Madre, en especial las
rutinas del llamado almuerzo y cena:
Luego de pelarlas
con navaja y / o cuchillo afilado, lo que a mí se me daba (y se me da con
facilidad y rapidez), se cachaban con la navaja / cuchillo, que era meter
apenas el filo de corte en la patata, para luego con el giro de la muñeca,
hacer palanca con el cuchillo, de tal manera que de la patata entera se rompía
esa porción apalancada (se sigue rompiendo) en forma irregular, hasta la última
porción, lo que permite una mejor cocción. Si no se ponían de inmediato en el
pote con agua, los cachos de patata se dejaban sumergidos en agua, para evitar
que las patatas se pusieran negras al oxidarse con el oxígeno del ambiente;
luego se cocían en un pote de tres patas de hierro fundido ( había generalmente
tres tamaños: pequeño, mediano y grande, o muy grande cuando era familia
numerosa), con tapa ajustada del mismo material, con un orificio redondo en la
misma - un agujero –, por donde salía el
vapor, que en caso de lumbre fuerte, por la presión del vapor se producía un silbido.
Las patatas bien
cocidas, eran servidas algo caldosas y calientes; pero antes de pasarlas a la
tartera redonda de barro vidriado, del Valle de Vidriales (Zamora) todavía dentro del pote, en una sartén
metálica puesta encima de una trébede ó parrillita de tres patas, se ponía una
cucharada de manteca de cerdo y un poco de aceite (en una época, durante la
Guerra, de palma, un engrudo amarillento denso y espeso, luego un poco de
cebolla bien picada, algo de panceta de cerdo picada en cuadraditos, una
cucharada de pimentón, y todo ese refrito se ponía dentro del pote, para que
reposara un poco y las patatas absorbieran el sabor de los elementos. Luego
volcado de las patatas aliñadas a la tartera, y cada comensal con su cuchar de
la tartera al estómago.
Agotadas
las patatas, en la Tartera quedaba gran parte del caldo saborizado ó sabroso; entonces a partir del padre, o del abuelo /
abuela, y en orden de edad, el resto de la familia, se empezaba a sorber en
forma de ronda. Y aunque el protocolo de tradición incluía como principio
general a la Madre ( luego del padre), las Madres de Aliste, incluidas las de
Tolilla y la nuestra ¡daban el turno a los hijos sin
entrar en el reparto!
Otras patatas, pero
“menos viudas”, eran los guisados de las carnes de ovinos, pollo, conejo,
liebre, perdices, palomas y / o similares. Estos guisos, también se hacían en
los potes arriba señalados; pero los elementos de base: manteca, aceite,
cebolla picada, pimiento en juliana (si había existencia, pues era de corta
duración), se ponían a freír, se
aderezaba con la habitual cucharada de pimentón; luego se salteaba la carne por
varios minutos revolviendo la mezcla; a continuación, se le ponían las patatas
cachadas (como antes se expresó), dándole alguna vuelta. En ese momento se le
ponía la cantidad de agua necesaria para la cocción, y en caso de llevar arroz
(salvo para las liebres y la carne ovina, que solían llevar sólo patatas, el
resto sí la llevaba), se ponía cuando la mezcla comenzaba a hervir. Tiempo de
cocción suficiente, con pruebas al canto, un poco de reposo y a comer, como
queda dicho, con el ceremonial consiguiente.
Un capítulo aparte
merecen las llamadas patatas nuevas, que en nuestro caso, las primeras eran las
de la Cortina de Tras las Casas, contigua a nuestra Casa, a nuestro Corral de
Atrás, y a la casa y cortina del tío José Calvo, por herencia de su mujer
Ángela Casas, que a los años vista, fue la casa de su hijo Jacinto Calvo.
Esa Cortina era de
secano, de manera que dependía de las lluvias de primavera; y allá por mediados
de Julio de cada año, ya solía tener patatas nuevas, pequeñas y rollizas, que
eran para comer y disfrutar. Mi madre
las solía hacer, en tipo guiso como el expresado, pero con raspas de hebras de
bacalao . Era el almuerzo de muchas mañanas, en los calurosos días de siega del
mes de julio, a eso de las 07 horas de la mañana. Sin olvidarnos, claro está, de
las posteriores patatas de las huertas
del Alisón, del Pradote, del Prado curato, de las Cruces, Vegalmolino y otras.
Tradicionalmente
eran productos orgánicos y ecológicos, pero allá por principios de los 40
llegaron los escarabajos de las patatas – originarios – de Colorado de los
EE.UU, que producían desastres, y había que combatirlos con sales derivadas del
plomo: ”arseniato de plomo”, que indudablemente es un producto tóxico, que
quieras que no, se infiltraba en la tierra; y se sabe, que las raíces de las
plantas, en parte, también absorben los tóxicos, que van a parar a los
productos y a la cadena alimenticia.
Y ahora, voy a mis comidas de papas (patatas) argentinas,
en general de la provincia de Buenos Aires, en su zona Sur, con centro en la
zona de la ciudad de Balcarce, unos 70 Kms al Noroeste de Mar del Plata.
Doy fe, que mis
papas viudas, son menos viudas que las que comía en mi niñez /adolescencia /1ª
juventud. Pero igual son saludables, de cocción normal, y no requieren de mucha
vigilancia. Asimismo adelanto, que las papas aquí son más grandes, de gran
producción, profusión de variedades, y menos sabrosas, por una tierra mucho más
fértil, de menos frío y de más humedad.
Preparación:
Unas veces: Una olla mediana,
con cantidad adecuada de agua. Una cebolla grande o dos medinas peladas y bien
cortadas. Una papa grande o dos medianas, peladas y cachadas (en gallego cachelos)
como ya se expresó. Unos 200 gramos de morcilla salada, pelada y cortada en
rodajas. Todo en frío, empieza la cocción, con una vista de vez en cuando para
vigilar el cocinado de papas y cebolla, donde cocidas las papas, la cebolla
sólo queda bien escaldada y sabrosa. En los minutos finales, dos dientes de
ajo bien machacados. Unos minutos de
reposo, y a comer con su caldo.
Otras veces: Lo mismo, con
menos cebolla y sin morcilla.
Por separado, un
poco de aceite en una sartén, con otra parte de cebolla bien cortada, morrón
colorado cortado en dados pequeños, una cucharada de pimentón, unos dientes de
ajo machacados. Con la mezcla a punto, un par de puñados de mejillones, que una
vez rehogados, la mezcla total va a la cacerola de las papas por 3 ó 4 minutos.
Reposo adecuado, y a comer ¡ Con un vasito de vino tinto ! Con el que les digo
a todos vosotros ¡SALUD ! Y un abrazo.
Buenos Aires, 20-21
de Febrero de 2014.
Simón
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