viernes, 26 de enero de 2018

MI ÚLTIMO RECUERDO DEL CARNAVAL EN TOLILLA DE ALISTE



         
Por supuesto no recuerdo las fechas, pero lo común es que el Martes de Carnaval, fecha específica y única de la celebración de esta fiesta pagana en la comarca de Aliste, fuera en el mes de Febrero de cada año, no era tan común que cayera en el mes de Marzo.

          Me estoy refiriendo al Carnaval del año 1932 ¡Ochenta años atrás! cuando todavía vivían mis abuelos Juana (abuela putativa materna, segunda mujer por viudez de mi abuelo materno Simón, que fue la abuela que más quise, al ser muy comunicativa y complaciente) y mi abuelo paterno Francisco, fallecido en los primeros días de Agosto de ese año 1932. Mi abuela Juana moriría en Marzo de 1933.

          Con esos fallecimientos, luto familiar de por medio, ya las familias por dos años no celebrarían las fiestas, en sus manifestaciones externas y públicas. Por añadidura en 1934, falleció el tío de mi madre Juan, padre de los primos hermanos de mi madre, por doble enlace, Marciano, Antolín, Celedonio, Domingo e Isaac; en Abril de 1935, moría mi abuela paterna María, de manera que de 1933 a 1936, ambos inclusive, no hubo celebraciones públicas en la familia, más allá de las íntimas, con frituras de sartén (con tres patas) con manteca de cerdo sola o mezclada con aceite, puesta encima de las brasas de la lumbre , para freír las torrijas y fiyuelas/fillogas.

          Estas frituras, pesadas a la digestión y deseadas por el paladar, ya venían cargadas desde la mañana, si como es mi caso, con menos de 03 años y medio, todavía puedo hilvanar el vídeo de los recuerdos a 80 años vista. En memoria de ellos, por los vínculos emocionales que conllevan, voy al relato de ese día del Martes de Carnaval de ¡ 1932 ! :

          Era tradicional, la celebración desde la media mañana, por la totalidad de los vecinos del Pueblo: Padres, madres, hijas, hijos, abuelas, abuelos, suegras, suegros (todos, menos los dedicados al cuidado de las haciendas, en especial los pastores/pastoras dedicados al cuidado de los rebaños de ovejas), reunidos en la Casa del Concejo, o en sus alrededores, como fue el caso de 1932, donde esa mañana ( y el resto del día), se presentó con un sol brillante y sin viento, con la mejor voluntad que podía disponer el todavía invernal Febrero, ya alumbrado por adelantadas abubillas, cigüeñas y golondrinas, que entonaban los primeros himnos primaverales de canto a la Vida.

          El vino (tinto) de celebración, era a cargo del Concejo, formado por el Alcalde pedáneo del Pueblo (mi padre), dos Concejales (Marciano Álvarez, primo hermano de mi madre, de doble enlace) y mi padrino (Rafael Álvarez). De los dos Regidores no puedo dar razón, al no recordar quiénes eran.

          Los fondos dinerarios (para el vino) destinados a esas reuniones extraordinarias de celebración, más los de la reuniones ordinarias del Concejo en sí, o del Concejo ampliado con los jefes de familia, provenían en general de la venta de leña, encinas/jaras, de los montes comunales del Pueblo (Tolilla de Aliste).

          La parte alimentaria ó comida, era a cargo de cada una de las familias, que básicamente eran Tortillas de patatas y cebolla, huevos cocidos/duros cortados en mitades, sazonados con aceite, sal, vinagre y pimentón, jamón crudo curado por más de un año, y chorizo tipo candelario/cantimpalo, de las últimas matanzas de Diciembre, con rebanadas de pan de hogaza, cocido en los respectivos hornos a leña, que tenían todos y cada uno de los vecinos en sus casas.

          Luego de esas comidas mañaneras, que en el año referido de 1932, se hizo a la luz y calor del Sol, en la barranca arriba de la Casa Concejo, desde la que era la Casa de la tía Catalina Casas, y unos pajares a ambos lados, en declive hacia el tradicional arrojo cíclico de la Guadiana ( hoy convenientemente entubado), originado en las tierras, prados y praderas que orientaban el curso de las aguas hacía la parte de arriba del Pueblo, para discurrir Pueblo abajo, por las calles de la Moral y la parte baja de la calle Real, para desembocar en el Río Mena en la azuda(azud) de los Lavaderos, donde las lavanderas, amas de casa, de rodillas y con panes de jabón ( en general de la marca Andújar) sobre la ropa encima de lajas lisas de piedra, a fuerza de apretujones y golpes, lavaban la ropa, y la tendían al sol sobre las praderas circundantes ¡ Qué trabajos, entre muchos, Señor!

          Los mozos y mozas, hechos y derechos, luego de las ingestas, comenzaban sus pulverizaciones recíprocas con harina y ceniza; como prolegómenos al baile de la noche. Naturalmente, más ceniza que harina, pues esta era un bien destinado al alimento de los animales (cerdos, vacas, burros, etc), que la economía de la Comarca no podía malgastar, ni aún para Carnaval. La mocedad, se estaba preparando para el baile nocturno, bien fuera en la Casa Concejo, a la luz de candiles a petróleo con mecha, o si la noche lo permitía, con o sin luna, en la Plaza del Rincón: de un lado la Calle Real, del otro, los frentes de la las casas de Marciano Álvarez y hermanos, la nuestra de Arriba, el portal del tío Santos Casas, y el lateral externo, con poyo largo de piedra incluido y rincón de lumbre, de un pajar del tío Vicente Cruz.

          En el medio de la Plaza, creo que ya estaba plantado por Celedonio (Álvarez) un negrillo, que con los años llegó a ser símbolo de la Plaza, hasta ser liquidado por la epidemia de “grafiosis”, como todos los demás, bien abundantes en corrales abiertos, y cortinas aledañas de perspectivas urbanas, que en mis tiempos de niñez/primera juventud, eran refugios de nidos de negrilleros y jilgueros, con el valor añadido, de ser los proveedores naturales de las hojas de primavera/verano para alimento de los cerdos, con el agregado de grano integral molido y agua.

          Volvamos a la celebración alimentaria:Yo, primero me acoplé al mantel tendido por mi madre, con mi padre, pues mi hermano Paco con 04 meses o menos, había quedado al cuidado de nuestra abuela paterna María, que aquejada por sus años y molestias en sus piernas con varices, salía poco de casa.

         Luego di un paso hacia el mantel tendido por mi abuela Juana, mi abuelo Simón, y sus hijos Ángel y Agustino ( mi tío Teodoro no estaba por ser el pastor oficial), todos comimos huevos cocidos aderezados, tortilla con patatas, cebolla y trocitos de chorizo. De manera que para mi gusto era un día de disfrute, por las comidas y,  para mi, la novedosa y bullanguera fiesta.

          Yo que era bastante ansioso para comer, y de buen apetito, debo haber pasado por alto la “raya roja”, aceptando cuanta invitación se me formulara de propios y extraños; y esa comilona me pasó factura, como luego expresaré, al comienzo de la noche, ya en presencia de los fritos de Torrijas y Fiyuelas.

          En un momento dado, mi madre me mandó a Casa para ver qué estaba haciendo mi hermano Paco ( como dije de 3-4 meses) al cuidado transitorio de la abuela María, nuestra abuela paterna.

          Fui a Casa, y estaba durmiendo en la cuna chiquita, pues había dos cunas de madera que creo había hecho el abuelo Domingo, nuestro bisabuelo materno, para sus hijos : Martina, Simón(mi abuelo materno),Francisco, Fermín, Pablo, Daniel y Rita. Recuerdo que la cuna grande en la cabecera, tenía esta inscripción : 28-09-1879. Simón Álvarez ( fecha de nacimiento de mi abuelo Simón).

          Luego de inspeccionar, por delegación de mi madre, el sueño de mi hermano (Paco), volvía hacia la barranca de la Casa Concejo, donde estaba la celebración y el jolgorio de los mozos y mozas, que eran bastantes, incluidos los aspirantes próximos a serlo. Calle Real arriba, subida por la Cuesta de las Paneras. De repente, Cuesta abajo danzando en movimientos de zigzag hacia mi, veo una mujer arriba de unos zancos dando gruñidos y bufidos, vestida con un manteo amarillo con cintas negras en el ruedo, medias blancas, botas, mantón merino cruzado sobre la camisa de lino bordada, pañuelo merino en la cabeza, con una careta o máscara en la cara, tan horrible que por años no pude olvidar. Lleno de terror y pánico, retrocedí y por el lado de la Moral salí disparado hacia la Casa Concejo, a refugiarme en mi abuela Juana. Fue tal el susto, que creo que ahí empezó la indigestión, que hizo eclosión en las primeras horas de la noche. Luego me enteré que el fantasma era el primo hermano de mi madre Marciano que se había disfrazado de mujer, y la careta formaba parte de una serie que el tío Daniel, hermano de mi abuelo Simón (en su día) había traído de Argentina en su primer viaje. Luego volvería, ya casado en España. Esa visión terrorífica, me siguió acompañando por varios años.

        Entrada la Noche del Martes de Carnaval de 1932, mi madre hacía los aprestos para las Torrijas y Fiyuelas, que era el cierre de los festejos libres, dado que el día siguiente era el Miércoles de Ceniza, que como decía una vieja canción, creo que escuchada de mi madre: “Miércoles de Ceniza/que triste vienes/ con cuarenta y seis días/ todos de viernes”. Lo que tradicionalmente significaba entrar en la abstinencia y el ayuno, hasta la Pascua de la Resurrección. Luego llegarían las Bulas, una especie de bonos vaticanos recaudatorios, que limitaban las exigencias de “abstinencia y ayuno” sólo a los viernes de cuaresma.

         Mientras los aprestos básicos del Carnaval 1932, eran movilizados por mi madre (Balbina):Sartenes con aceite y manteca, una para las Torrijas, rebanadas de hogaza de pan rebozadas en huevo batido; la otra lista para los buñuelos/fiyuelas de masa de harina batida con huevos y esencia de anís; yo estaba en la cabecera del escaño de la cocina, con mucho malestar estomacal y tiritona. Cuando llegó el olor de la fritura, que en condiciones normales me hubiera producido gran placer y expectativa de sabores gratos, mi estado de saturación no lo permitió. De repente tuve que salir corriendo hacia el corral de adelante, pero no llegué; las arcadas y espasmos no me dieron tiempo, y dejé el tendal de tortilla, huevos cocidos, pan, jamón y chorizo en el portal, al lado del carro, con un sabor especial a “miedo de careta o máscara”, que me obligaron a ir maltrecho a  la cama. Mientras tanto, los comensales disfrutaban las torrijas y las fiyuelas elaboradas por mi madre. Los comensales, en la mesa móvil de la cocina eran: Mi padre (Pablo), mi madre (Balbina), mis abuelos paternos (Francisco y María), mi tío Simón y su hijo Domingo (Casas), primo hermano nuestro. Mi hermano Paco, sin enterarse del festejo. Yo a cierta distancia, en el sobrado de afuera, supongo que durmiendo, luego de la tormenta gastrointestinal, generada por excesos, y coronada con una buena cuota de miedo.

         Ayer 21, y hoy 22, de Febrero de 2012 ,Martes de Carnaval y Miércoles de Ceniza, me han traído a la memoria mi primer y único Carnaval celebrado en Tolilla de Aliste, mi pueblo de origen.

(1).Nota. Voy a intentar recordar los mozos/mozas de Tolilla por los Carnavales de 1932, más o menos a partir de los 15 años: María González Prieto; Cándida, Rufina y Julia; mi tía Victorina, y mis tíos Ángel y Teodoro; Marciano, Antolín, Celedonio, Domingo e Isaac; Matea, Julián, Isidoro; Atilano; María y Quica; Dorotea; Cristina y Ángel; Valentina, Andrea, Tomás, Anastasia y Dionisia; Paula y Celestino; Teodoro y Manuel; Domingo (mi primo); Domingo, Jacinto y Pedro .Total 34. Mozas:15.Mozos:19.


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