martes, 23 de enero de 2018

MIS RECUERDOS DE CEADEA DE ALISTE

MIS RECUERDOS DE CEADEA DE ALISTE

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 Había dos elementos deseados que tenía Ceadea: Pasaba en forma tangencial, a metros de la casa del Ayuntamiento (sigue), que en esa época era cabeza del Distrito, la carretera de Zamora - Braganza. Y, para muchos pueblos de Aliste, entre ellos Tolilla, era el puerto de embarque para subir al ómnibus de pasajeros, que hacía el recorrido de línea de Zamora-Alcañices  ( por  la tarde) y Alcañices-Zamora , por la mañana temprano (1).

 Era, digámoslo así, el punto de comunicación para llegar a Zamora, o pasar por Zamora para otros destinos, de España o fuera de ella. Ahí estaba el comienzo de la ilusión ( o la angustia de la enfermedad), para abordar otros destinos, que permitieran entrar en el  mundo moderno, imaginado culto y desarrollado; con posibilidades de estudio y trabajo, para dejar atrás el aislamiento comunicacional y, las duras tareas del minifundio de labranza de la tierra, que ofrecía como máximo, la poca tranquilidad de la  sobrevivencia ¡ El hombre atado a su destino con la tierra y, esta, a expensa de los fenómenos meteorológicos de la naturaleza…!

 Y, así por generaciones; donde la mayoría no conoció otro entorno que el  de pueblos circundantes, comunicados por caminos precarios, rústicos y de roderas, a los que se iba andando, o en el mejor de los casos con la compañía de los buenos burros. Era una fiesta, cuando se concurría a ferias zonales, o a las fiestas patronales del pequeño y cercano contorno.

 La única movilidad social y, el tomar razón de que existía otro mundo, estaba vedada a las mujeres, salvo el casamiento -muy limitado- con mozos de otra geografía (2). O, en algún  caso ir a servir a otros pueblos, como Alcañices, o el apetecido Zamora; pocas veces, y en tiempos más modernos, el axón se proyectaba a Madrid y Barcelona .A los hombres, los salvaba (vaya paradoja) el servicio militar, aunque fuera para ir a las guerras; muy frecuentes en España, por desgracia, en los Siglos XIX y XX.


 Así era la vida en general en  la Comarca de Aliste, que por supuesto no estaba sola, la acompañaban otras de las distintas geografías de España hasta bien avanzado el Siglo XX. Sumidos en la ignorancia, no por culpa propia, sí por falta de instrucción: de escuelas, de maestros capacitados, o  ambas cosas. Sin médicos, o en muchos casos médicos incompetentes. El vivir, era privilegio de la evolución biológica, para los elegidos con un buen sistema inmunitario. La expectativa o esperanza de vida, como promedio, baja.

 En una palabra, expuestos a la ignorancia y a las enfermedades, sin solución  por muchos años, sin historia ni escritura, salvo en los dos últimos siglos, XIX y XX que la única biografía de la gente, eran las actas de nacimiento, matrimonio y  muerte. Hasta que empezó la diáspora de la despoblación,  avanzados los años 50 (1950 + ) donde el nivel de vida, también favoreció a los plantados en los pueblos por edad y decisión. Tampoco es fácil renunciar a la tradición y decidirse por lo desconocido, con la pérdida de cierta "aparente libertad". 

 Cuando se presentaba alguna epidemia, que eran muchas, segaba vidas y vidas, sin otro remedio que la resignación a morir y rezar a Dios, con un fatalismo trágico de la vida. Como gran consuelo, tener la suerte de recibir a tiempo la extremaunción de parte del sacerdote de la parroquia. Caso contrario, el riesgo de ir a penar, en el más benévolo de los casos, a las delicias del "purgatorio". 

 Épocas, por ejemplo, que las dolencias ventrales (cálculos hepáticos, apendicitis, peritonitis, o cáncer) se encubrían con el genérico “cólico miserere”, y así sucesivamente. En cualquier caso, si hubo error en el diagnóstico o terapéutica del galeno, que solía suceder, el error lo “cubría la tierra”.Se desconocía la llamada “mala praxis”,  que ya estaba mencionada en el Código de Hammurabi, rey de Babilonia, allá por cerca de los años 1800 a.C.

 Pero vamos a los recuerdas más personalizados de Ceadea:

 Creo recordar, que pasé por primera vez , en la tarde noche del 21 ó 22 de Marzo de 1937 al regresar de Zamora de un tratamiento antirrábico, en compañía de mi padre. También me acuerdo bien que había barro para regalar en las calles,  al entrar al Pueblo del lado de la carretera, después de pasar la casa del Ayuntamiento y la fuente, en dirección Noreste; luego un tramo más largo y difícil al pasar la Ermita, que hay (había) una especie de vaguada, hasta llegar a una pequeña cuesta por la que  salía el camino hacia Tolilla y Mellanes.

 Tardé en volver algo más de un año, acompañando por indicación de mi madre a mi madrina Lucía Fernández, nacida en Ceadea, casada y viuda en Tolilla y residente en Zamora, que se quedó en casa de una cuñada.

 Volví en 1940 y abril de 1941, a buscar al ómnibus de línea referido, correspondencia especial en mano que nos enviaba mi padre.

 Hasta aquí, por la edad y por las gestiones, eran viajes de rutina sin mayor importancia, si bien en Marzo de 1940 una tía mía, Victorina, se había casado con un  mozo de Ceadea ( Aquilino Martín Pérez). En Agosto de 1941, me sucedió algo que luego contaré.

 Llegan los primeros días de Enero de 1943, y un tío mío (Teodoro) y otro también de Tolilla (Isidoro), se casan con dos hermanas de las llamadas “gaiteras” (Antonia y Carmen).Hacía un tiempo horrible, frío y lluvioso, y salvo mi padre que volvió a Tolilla, nos quedamos el resto de la familia, a dormir en el Pueblo hasta el día siguiente. Mi hermano Paco y yo, dormimos en casa de otra hermana de las recién casadas, la tía Emilia, que tenía dos hijos. Uno de mi edad (creo que se llamaba Manolo, no estoy seguro) y una hija unos tres años menor, que me parece que sí, llamada Agustina.


 El año 1943 se presentó muy complicado. En Ceadea se había generalizado una epidemia de sarna, que me contagié, la que tuve que soportar hasta por lo menos el mes de Mayo, con un ungüento casero y tradicional: Azufre en polvo mezclado con manteca. Ahí comprendí por qué la tradición dice que en el infierno  se huele  azufre, pero no había disponible otra cosa.

 Para complicar las cosas, apareció en forma casi contemporánea, una epidemia de sarampión en Tolilla ( siempre complicado con afecciones respiratorias), que invadió a todos los que no habíamos  pasado esa patología infecciosa. Falleció un niño, Francisco (Quico) de  5 años de difteria (bacilos de Klebs-Löffler); y nuestra hermana mayor (Consuelo) lo pasó muy mal con la misma patología. Se salvó por la intervención de un médico que sabía, asignado al Distrito de Rabanales. El que atendió al niño que falleció, era el asignado al Distrito de Gallegos del Río; y todavía hoy yo me sigo preguntando, quién le dio el título de médico, a tal perfecto inútil. El Distrito, tuvo que soportar el costo económico y los daños a la salud, durante muchos años, creo que hasta que se jubiló o murió.

 En Agosto de 1941,  una chica de Ceadea vino a Tolilla, para ayudarle en la trilla a la tía María Gelado – la Colorada, por el pelo- , muy amiga de los padres de la chica. Yo iba a cumplir 13 años, a dos meses vista, y ella tenía  alrededor de 11.

 Nos conocimos una tarde dándole agua a las vacas, en la pila del pozo de arriba, frente a la Casa del Maestro. Charlamos o platicamos (término mejicano) largo y tendido; y, en principio parecía que simpatizábamos recíprocamente.

 Soy consciente, que ahí se gestó el primer  enamoramiento de mi vida, que era el despertar del Amor, del que se ha escrito mucho; pero por suerte, cada uno lo sentimos como nos gusta sentirlo: Propio, incomparable, sublime, único, irrepetible; por lo menos a la poca racionalidad de cada sentimiento.

 Hubiera quedado ahí la cosa, si MB (sus iniciales) no hubiera tenido una actitud esquiva, que iba repitiendo en cada ocasión que podía haber un encuentro, por varios años. Y claro eso hacía potenciar mi deseo, como es sabido, hasta llegar el momento que aún estando enamorado,  hacía de tripas corazón y, yo también aparentaba indiferencia, en cada ocasión que nos veíamos en las Fiestas de Tolilla, o las de San Andrés en Ceadea.  Al tiempo  nos veíamos en Zamora, donde ella estudiaba magisterio. Los saludos cordiales, pero no más.

 Desde 1948-50, los dos años que estuve en la Academia de Aviación de León, creo que nos vimos en Diciembre del 48, en días de licencia, en la matanza de los cerdos de la tía Colorada, que era madrina de mi padre.

 Luego debe haber sido en la Fiesta de Tolilla el 8 y 9 de Septiembre de 1950, cuando ya tenía decidido venir a la Argentina, y en Ceadea en su Fiesta de San Andrés el 28 y 29 de Noviembre. Había pasado el momento. Los caminos de la vida serían bastante diferentes, por lo menos en lo geográfico.

 De hecho, el amor quedó congelado sin declaración por mi parte, por la elusión a los encuentros ( por lo menos así lo interpretaba yo).Luego el tiempo se encarga de arreglar las cosas; pero sí, en retrospectiva son recuerdos emocionales importantes. El primer amor, es uno de los grandes hitos en la vida del hombre (mujer y hombre).Como dice la letra de un tango, que cantaba Gardel, cuando no se dan las cosas:” …Contra el destino nadie la talla…”

  De manera que fue un amor no declarado,  que las circunstancias convirtieron en el tipo del de Don Quijote con Dulcinea del Toboso (Aldonza Lorenzo), pero consciente que el encantamiento no era de los magos que encantaban. Era un encantamiento normal y natural, de esos que alegran la vista y rinden la voluntad, por mi parte. El de la otra ( parte ), casi seguro que nunca lo sabré

 ¿ Cómo no acordarme de Ceadea, si una hija de ese Pueblo despertó por primera vez en mi el amor…?—Aunque fuera ideal y quijotesco, sin comunicar, ni corresponder,  por lo que a mi me parecieron actitudes esquivas.

 Creo que el amor y la sarna, son episodios muy fuertes para acordarme de  Ceadea de Aliste, donde en sus días – más de 60 años - hice  amigas ( con las que sí bailé en las cercanías de la Iglesia  y, en la plaza del Pueblo, cercana a la casa de la tía Emilia, la madre de Agustina ) y amigos, buenos y plurales.

 (1). Allá por los años 1937 ( plena guerra española) y bastantes posteriores, la gasolina era muy escasa, casi inexistente. De manera que los motores que respondían a ese combustible, la necesidad obligó a reciclarlos. Yo recuerdo, que en la parte de atrás de los ómnibus, llevaban unos armatostes y unos tubos impresionantes, que al parecer eran los que ponían en marcha el encendido del gasóleo, para su utilización, con la ayuda de carbón de piedra o de leña.


 Era toda una aventura viajar y, a 70 años vista, todavía no comprendo como tanta improvisación y precariedad, no produjeron más desgracias personales. Eso sí, al subir por la barranca de Muelas del Pan, y la de Valdeperdices, antesala del Monte Concejo, los pasajeros de la “baca” ( que eran muchos), más todos los forzudos jóvenes, debían de bajar del ómnibus, para ayudarlo y así poder remontar la cuesta. Así eran las cosas en esos tiempos.

 Es más, pero en este caso me parece era la línea de Zamora a Puebla de Sanabria: En la baca , el ómnibus transportaba un féretro, el primer pasajero que subió, como empezó a llover, se metió dentro del mismo con la tapa encima. El hombre se quedó dormido de inmediato, antes que el resto de pasajeros subieran, que daban por sentado que era un muerto. Al rato el muerto despertó, sacó la mano, levando la tapa, se incorporó y dijo:" Menos mal ya dejó de llover". - Parece que el susto produjo tal desparramo en el piso alto (la baca), que unos cuantos se tiraron en marcha y sufrieron contusiones de todo tipo.

 (2). En aquellos viejos tiempos por lo menos en la Comarca Alistana que yo conocía, había la costumbre - ya en decadencia - que cuando un mozo de otro pueblo se casaba con una moza del propio, el forastero debía de pagar el "tributo de la media", que era variable en cantidad , de acuerdo a las normas de cada pueblo y, a la valoración que el Consejo de Mozos local, hiciera de la novia. Básicamente, consistía en abundante vino, pan, tocino y chorizo, para una buena comilona, de la que participaba el novio con los mozos del pueblo. En algunos pueblos, además de las provisiones referidas, había algún  precio en dinero, que el novio extraño debía oblar, con destino a la diversión y la comida del "colectivo de mozos local".

 Cordiales saludos, y hasta la próxima.

 Simón KATON ALVAREZ

 Desde la Primavera avanzada de Buenos Aires, Ciudad Capital de la Argentina, 16 de Noviembre de 2006.

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