sábado, 6 de abril de 2019

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA EN ALCAÑICES 2019

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA EN ALCAÑICES 2019

Luis Manias Dacosta

     
 Buenas tardes a todos. Mi intención era hacer mi presentación para los pocos de los aquí presentes que no me conocen. Pero se ha dicho ya todo y más sobre mí, que se podía haber resumido en que solo soy un sencillo jubilado y medio-vecino de Alcañices, ya que me reparto el año al 50% entre Alcañices y Valladolid.

Bien, he de recordar, por obvio que parezca, que lo que vamos a celebrar a partir de los próximos días durante la S. Santa son los más grandes misterios de nuestra redención: La pasión, la muerte y la resurrección de Cristo con unos ritos que tienen una especial dignidad, por ello debemos asistir a los mismos, no como meros espectadores, llevados de la rutina o de la curiosidad, sino penetrando en su sentido espiritual y litúrgico.

No voy a hacer un relato cronológico de los distintos actos religiosos, oficios o procesiones de nuestra S. Santa, voy a contar mis vivencias semanasanteras a través de aquellos actos, no todos, solo los que más me impactaron y que pueden también evocar algún grato recuerdo y mover a la religiosidad de alguno de los aquí presentes.

La S. Santa en Alcañices, la he vivido en dos etapas distintas de mi vida, más intensa la primera, más pasiva la segunda pero más reflexiva.

La primera etapa, que abarca desde principios de la década de los sesenta, cuando tenía diez años y mi familia se instala en Alcañices de donde era oriunda mi madre, hasta mediados de los setenta, coincidiendo con mi periodo de estudios y formación, siempre los hice fuera del pueblo, aunque volvía en las vacaciones, por tanto, también en las de S. Santa. A esta primera etapa, siguió un periodo largo de distanciamiento por motivos profesionales y porque mis padres se trasladaron los inviernos a Zamora capital, y aunque en verano seguía viniendo al pueblo, el contacto con la S. Santa fue muy esporádico, alguna procesión del Jueves o Viernes Santo para cantar el Miserere. No sería hasta finales de la década de los noventa y ya con el nuevo siglo, una vez instalado en Valladolid, cuando volví a retomar la S. Santa.

Estos dos periodos estén perfectamente diferenciados, no solo en el tiempo sino también en la evolución que ha tenido el sentimiento religioso y por tanto de la S. Santa en toda la sociedad española.

Durante ese primer periodo, etapa (década de los sesenta y mitad de los setenta), era muy fácil participar de todas las solemnidades de la S. Santa porque lo favorecía el ambiente dada la confesionalidad del Estado (lugares de ocio cerrados, retrasmisiones televisivas de distintas procesiones de todo el territorio nacional, así como películas sobre la vida de Cristo o de "romanos” y en la radio, música religiosa, si bien es cierto que las formas se fueron relajando conforme avanzaba la década), se vivía con un recogimiento casi desconocido hoy. En mi familia, mis padres asistían a todas las ceremonias con profunda religiosidad, eso y el ambiente animaban a la participación también.

La organización de la S. Santa contaba con una persona clave y fundamental para el buen desarrollo de la misma, la Sra. María, la madre de Alberto, preocupada siempre de todos los detalles de los actos religiosos y de las personas que colaboraban en dichos actos; mi recuerdo y reconocimiento para esa mujer.

Algo que ejercía una influencia enorme en la familia, yo diría que tiránica influencia, era el canto del MISERERE, extensivo también al STABAT MATER.

Debía ser algo genético, pues desde el comienzo de las vacaciones, en la zapatería de mis tíos, se cantaban los distintos versos del salmo Miserere.

Recuerdo que mi tío Arsenio estando destinado en S. Sebastián, en una ocasión, se vino en coche, no había autovía y tampoco los coches tenían la potencia de los actuales; canto el Miserere y con las mismas se volvió a S. Sebastián.

Durante aquellos veranos acompañando a mi tío Domingo, entonces capellán de emigrantes en Alemania, hicimos turismo por España y Europa, y en esos viajes, además de los cánticos regionales a los que es tan aficionado, cantábamos el Miserere, en latín y en Castellano, de tal forma que aun ahora lo llevo en la guantera de mi coche.

Creo que fue esa mi primera aportación a la S. Santa de Alcañices, formar parte, como todo el pueblo, del coro en castellano en el canto del Miserere durante las procesiones del J. y V Santo, siendo mi objetivo final poder cantarlo algún día en latín, en cuyo nutrido coro formado por varios sacerdotes y seglares, sobresalían las voces graves y poderosas de Emilio y Felipe.


¡Realmente impresionante!

Por cierto, que, pasados tantos años, aún no he conseguido entrar como titular en el coro de latín, ni siquiera ser un reserva de lujo, he salido del banquillo, pero ya en la prorroga cuando el sacerdote abandona la procesión para atender otras obligaciones en otros pueblos de su responsabilidad. Soy tenaz, no me resigno, seguiré confiando en mis posibilidades hasta conseguirlo.

Unos años más tarde, fui más participativo. Con D. Casimiro de párroco primeramente y con D. Salvador después, formé equipo con mis amigos Enrique y Pepe Pena, equipo al que posteriormente se incorporó Geno, con ella conformé un dúo muy compenetrado que duro bastante tiempo. Este equipo, tenía como finalidad realizar las lecturas en todos los actos religiosos además de ejercer la labor de acolito del párroco. La noche más completa para nosotros era la de la Vigilia Pascual, así recuerdo sus largos oficios, con las lecturas del Antiguo Testamento( la Creación, paso una tarde, paso una mañana y vio Dios que lo que habla hecho era bueno...) y del Nuevo Testamento, el Pregón de Pascua, las bendiciones del agua y del cirio pascual, la renovación de las promesas del bautismo, hasta llegar a la misa solemne y durante el Gloria, mientras sonaban las campanas, enmudecidas desde el J. Santo, retirábamos los paños purpuras que habían cubierto retablos e imágenes.

Era la alegría por la Resurrección de Cristo en la más importante de las celebraciones cristianas, pero también por la finalización de cuarenta días de cuaresma iniciados el M. de Ceniza con el recuerdo de que somos mortales “memento homo quía púlvis es, et in pulveren revérteris ”, “recuerda que eres polvo, y en polvo te vas a convertir”; recitaba el sacerdote mientras imponía la ceniza en nuestras cabezas; días que acababan. en la S. Santa con una sensación de dolor y de amor, de consuelo y de tragedia; una semana en definitiva de corazones abiertos a la fe y al prójimo.

Así, y en este ambiente de alegría a la mañana siguiente, el desfile procesional del Domingo de Resurrección adquiría una dimensión especial. Desde la esquina del ayuntamiento, seguía con devoción el momento del Encuentro que tenía lugar en la Plaza Mayor, entre el Resucitado, acompañado por los hombres, y su Madre por las mujeres; después de las reverencias y del cambio de mantos, el negro luctuoso daba paso al blanco jubiloso; reunidos Madre e Hijo, el cortejo con los cánticos del coro de fondo, se dirigía al Convento, donde tenía lugar la Misa Mayor.

Se habla cumplido un año más con la misión, celebrar la S. Santa con todo Alcañices en la calle.

Entonces, una pena me asaltaba, porque aquella misma tarde el internado demandaba de mi presencia de nuevo, y tres meses de estudios por delante, eran un negro horizonte. Los chicos de ahora esto lo tienen superado porque saben que se llama “stress post-vacacional”, pero en aquel momento, desde luego para mi, era como revivir mi propia pasión.

La noche del X. Santo es una de las noches mágicas en nuestra S. Santa. Todos sabemos que no hay nada como la imaginería religiosa de la Contrarreforma del siglo XVII expresando la muerte como algo más que una aventura sin esperanza y el sufrimiento a través del cual se ha obrado la redención del mundo. A sus Cristos y a sus Vírgenes es hacia donde las gentes de nuestros pueblos han dirigido sus oraciones, quizás porque los descubren impregnados de sus angustias, sufrimientos y hasta de sus dudas.

Pero para nosotros, no hay nada más sobrecogedor que ver a nuestro Cristo de la Piedad, esa maravillosa talla gótica, en la procesión del Silencio y, escuchar ese silencio solamente roto por el redoble del tambor a la tenue luz del recorrido, a cuyo paso se bajaban las persianas de las casas y se cerraban los bares. Antes se habla aceptado la fórmula del juramento” ¿Juréis mantener el silencio durante todo el recorrido? Si así lo hacéis que el Señor os lo premie y si no os lo demande”, sustituido a posteriori por un más suave "os lo perdone".

La prédica en el Convento contribuía también a ese estremecimiento. La muerte, el pecado y el infierno, estaban muy presentes. “Piensa que has de morir que hay cielo y hay infierno, bien y mal y todo eterno. ¿Y si te ocurre un accidente y te mueres de repente adonde irías a parar? ¿Al infierno acaso?
Ya de vuelta a esta parroquia, donde concluía el recorrido, con el corazón en un puno y el alma encogida, regresábamos a casa.

El día más repleto de actos religiosos es el V. Santo. En este día se conmemora la Pasión y Muerte del Señor que se sacrifica para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna.

Así, cuando el amanecer acaba de romper el día y la mañana se ofrece a la emoción, se pone en marcha el Vía Crucis camino del Calvario, deteniéndose en cada una de las catorce estaciones que, del Pretorio al Calvario, representaban los episodios más notables de la Pasión, para rezar y cantar la oración correspondiente a cada parada. El regreso al pueblo se hacía entonando los cánticos penitenciales, debiendo coincidir el "Perdona a tu pueblo..."con la llegada de la procesión al centro del casco urbano. Unos churros, finalizada esta, reconfortaban por el madrugón.

A media mañana, tenía lugar en el Convento la liturgia de la Adoración de la Cruz, acto sencillo donde de manera personal y previas tres reverencias, se besaba la Cruz, entonándose los cantos de antífonas e improperios.

Pero, aunque en el V. Santo, la atención se reparte por igual entre la mañana y la tarde, los acontecimientos más importantes son de tarde.

Previamente a los actos vespertinos, está la comida de vigilia del V. Santo con un menú a base de potaje de cuaresma y escabeche con cebolla, no muy atractivo para un niño, se salvaba solo el postre, un trozo de aceitada de mi tía Justa. Protestábamos a mi abuela y ella nos decía: hambre es lo que os hace falta, siendo niña en Sejas, ayunaba todos los días de la cuaresma. Más tarde comprendí que su ayuno se extendía no solo a la cuaresma, sino también al resto el año.

Esa tarde, congregado por la llamada de carracas y matracas, el pueblo acudía al Convento comentando que el orador sagrado que iba a dar el sermón del Descendimiento “creo que habla muy bien”, y es D. David, D. José, no sé, D. Manuel, un canónigo de la catedral de Zamora y así, se esperaba con expectación inusitada la subida solemne, con paso firme del predicador hacia el pulpito, para, con potente voz, iniciar la prédica: IN HOC SIGNO VINCIS. Con este signo vencerás. Dignísimas autoridades, hermanos en el sacerdocio, queridos todos. Paseaba yo una mañana a las orillas del Duero, las flores abrían sus pétalos al sol, mientras el rubicundo Apolo extendía sobre la faz amplia y espaciosa de la tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos. Era una mañana, la mañana del V. Santo.

Esa bien cuidada oratoria forense, con sus pausas e inflexiones de voz perfectamente calculadas, me dejaba atónito.

Y continuaba la tan poética introducción desgranando uno a uno los padecimientos que sufrió Jesús en la Cruz insistiendo en que no solo el sufrimiento físico, sino también el moral, la soledad, la humillación, son las causas de su Pasión.

Luego el Descendimiento: “Quitad ese clavo de la mano derecha, esa mano que tanto bendijo y tanto bien hizo", “quitad el de la mano izquierda, la de la resurrección, la que empuña la bandera de la vida”, y “esa corona de espinas”, y “ese letrero infamante”, bajadlo y presentadlo a su Madre deshecha de dolor "mira Madre que han hecho con tu amado Hijo, El que nunca hizo mal a nadie, El que repartió el bien por donde quiera que fue, mira en qué estado te lo han dejado .... ". ” Ponerlo en el sepulcro, no en el de la muerte y el luto, sino en el de la gloria".

Una vez introducido en la urna, acompañada esta por las autoridades y escoltada por una escuadra de guardias civiles con el arma a la funerala; y ya con el resto de los pasos incorporados a la procesión, se recorría el casco antiguo del pueblo, donde las calles y las plazas parecen diseñadas para acoger el paso de las distintas procesiones de la S. Santa; llevando como fondo el canto multitudinario del Miserere, que en el V. Santo y en Alcañices, adquiere otra dimensión.

De estos pasos, alguien en sucesivos arios hablaré de ellos, siempre me atrajo la Verónica, no por la talla en sí, sino por ser un motivo poco frecuente y por lo original de la historia de esta mujer anónima que limpio el rostro de Jesús en su camino hacia el Gólgota y Él se lo premio dejando impresa su faz en el paño.
Cuando en televisión se empezó a hablar del ECCE HOMO del pueblo aragonés de Borja, esa pintura cuyo intento de restauración por una vecina del pueblo lo ha convertido en lugar de peregrinaje, me dije, si nosotros en Alcañices también tenemos nuestro particular ECCE HOMO en forma de escultura, no sé dónde ni como apareció, estaba tan deteriorado que habla dos alternativas para él, o se quemaba, o se restauraba. Se optó por la segunda, y así montamos un taller de restauración en el almacén de la fábrica de gaseosas de mi tío Paco, sustituyendo la túnica carcomida por un trozo de hojalata y con unos brochazos de Titanlux, que no desmerecían en nada a la restauración de Borja, salió a procesionar, y lo hizo varios años más. No he vuelto a saber nada de él, pero en aquella ocasión, se salvó de la hoguera seguramente.

Como dije anteriormente, hay muchos momentos mágicos en los cortejos procesionales de Alcañices, pero si hay alguno que representa lo que siente el pueblo, es el paso de la Dolorosa. María se ha quedado sola. Sin El queda sumida en la mayor soledad. Ya adentrada la noche que nos lleva al S. Santo, lenta y en silencio, tiene lugar la procesión de la Soledad, creo que es la más multitudinaria, el pueblo con sus cirios arropa y da luz a la Madre. Mientras el cuerpo de Jesús reposa en el sepulcro, la Virgen es la imagen de la Iglesia que espera llena de fe el triunfo del Hijo sobre la muerte, glorificado por el Padre y, que es lo mismo que quiere para sus hijos y fieles devotos, verlos resucitados y con la esperanza puesta en nuestro creador y redentor, nuestro Señor Jesucristo.

Se entona a lo largo del recorrido el STABAT MATER, que refleja que no hay dolor más agudo para una madre que Ver morir a su hijo. Y en esta anochecida, la Virgen Dolorosa a hombros de sus devotos, que se han ganado el honor de llevar sus andas, por haber portado la urna del Yacente esa misma tarde, avanza inconsolablemente sola con la mirada de resignación, de aceptación de la vivencia que el destino le ofrece, pero con la confianza de albergar un final feliz.

Mis años alejado de la participación activa en la S. Santa, han coincidido con los de la Transición en España en que las costumbres se relajaron hasta tal punto que ahora para muchos españoles la S. Santa, son solo vacaciones, el recogimiento y el silencio han dado paso al ocio y al bullicio, y eso se refleja también en nuestro pueblo.

En Santiago de Compostela, en una de las visitas que hizo a España J. P.II decía: "La vida civil se encuentra marcada por las consecuencias de ideologías secularizadas, que van desde la negación de Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción; desde el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia, a un nihilismo que desarma la voluntad de afrontar problemas cruciales ".

En la segunda etapa de la que hablaba al principio, soy menos participativo si, aunque haya portado al Nazareno hasta que la mala salud me impidió seguir haciéndolo, pero más observador. Lo que he visto, lo expongo a continuación.

La Iglesia ha reconducido sus liturgias hacia planeamientos más espirituales, más comprensivos, menos turbulentos. Ahora se dan los dos contrastes, los que siguen haciendo ayunos, visitas a los monumentos y que van a los oficios, y los que simplemente se desplazan para ver las procesiones como un atractivo turístico más.

Pero también he visto en el pueblo como sigue la preocupación por mejorar y actualizar nuestra S. Santa, recreando la Cofradía de la Vera Cruz nuevamente, recuperando para las procesiones con su vistosidad la capa alistana y los mantos negros, hay una excelente banda de tambores y dulzainas que capitaneé mientras pudo Luciano; se han restaurado nuestras imágenes y se han mejorado los pasos, destacaría la labor de Isidro por su dedicación no solo a la S. Santa, sino a todos los eventos religiosos. Hay que hacer también una concesión a la parte lúdica, faltaría más, la que ponen las hermanas del Amor de Dios con el reconfortante chocolate con bizcochos después de la Vigilia Pascual.

Solo hay un pero que impide recuperar el esplendor de las procesiones, se llama carretera N-122. Esperemos que pronto sea otra vez calle S. Francisco.

Un paisano nuestro alistano que hace unos años publico varios libros sobre estos pueblos escribe: entre los factores que se tambalean o sobreviven a duras penas esta la cultura tradicional. Hay que velar por ella, hay que conservar el patrimonio histórico-cultural de nuestro pueblo. Los valores permanentes, tradicionales, culturales, religiosos y familiares, son nuestra esencia misma. No estén reñidos con el progreso, al contrario, deben convivir juntos.

Finaliza el libro el mismo autor con esta frase lapidaria: La memoria del pasado nunca debe ser refugio, sino incentivo de futuro.

He vivido la S. Santa en distintos lugares de España y también del extranjero. Unas veces como espectador percibiendo la austeridad y el silencio de las procesiones de nuestra Región con sus imponentes pasos, o el bullicio de las del sur de España con sus ostentosos tronos. Seguramente los actores de esas procesiones vivan intensamente su propia religiosidad, pero para mí no son más que un museo en la calle. Otras veces, por imperativo institucional, he participado en la S. Santa integrado en los desfiles procesionales, con la sensación de formar parte de la parafernalia que rodea a unos actos religiosos que más se asemejan a una atracción turística.

Solamente aquí, en Alcañices con una participación activa en sus actos, es donde la S. Santa tiene para mí un significado especial y muy íntimo. Es aquí, donde como católico y como persona me acerco a ella y donde experimento una serie de sentimientos profundos, inspirados en nuestra fe común.

En este momento de incredulidad, casi incluso de laicismo hay que sacar aquello que se venera a la calle sin vergüenza y mostrarlo al mundo, porque alguien se mueve por algo más que por una mera atracción turística, pero para que se mantenga la tradición, hay que implicar a las nuevas generaciones.

Que disfrutemos de la S. Santa en respeto y libertad, penetrando como dije al inicio, en su sentido espiritual y litúrgico.

Gracias por vuestra presencia y atención, ha sido un honor para mí abrir los pregones de S; Santa y me ofrezco para futuras colaboraciones, siempre y cuando lo creáis oportuno.

Acabo con el final de una canción de nuestra tierra: Perdóneseme por el mi mal cantar.


Buenas tardes/noches y gracias nuevamente.

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